Los pueblos nos sorprenden dando salto tan extremo, cuando la crisis les golpea terminan jugándosela y arriesgándolo todo. En el caso particular de Argentina, pasar de un gobierno de centroizquierda a uno de ultraderecha con alto matices de sensacionalismo político no es buen augurio y podría conllevar a un nuevo desplome tipo la era del corralito, (2001), que dio lugar al nacimiento de uno de los temas musicales más populares de la música pop “Color Esperanza, de Coti Sorokin”.
Dicho fenómeno surgió como consecuencia, entre otros factores, de la política monetaria restrictiva que solo autorizaba el retiro de 250 dólares semanales, iniciativa del ministro de economía Domingo Cavallo, que procuraba evitar la fuga de capitales que se expandió a granel en más de 15 mil millones de dólares; teniendo su inicio a principio del gobierno de Fernando de la Rúa, y, que se encubo en la época del gobierno del también sensacionalista “peronista” Carlos Menem, cuando la nación del tango de Gardel, conoció la más grave crisis económica, política y social que había vivido hasta entonces.
El impacto de tan controvertida medida desbordó la copa y fue tan descomunal que el pueblo en las calles en una movilización popular y bajo la consigna “Que se vayan todos”, en diciembre de 2001 destronó el gobierno De la Rúa, sucesor de Menem, a ritmo de cacerolazos en apenas días. Dando paso a una profunda crisis de estabilidad política que termino con unas cinco sucesiones presidenciales. Nefasta experiencia que es muy válido tenerla en cuanta a los fines de evitarla.
El expresidente Menem con un gran fervor erigiéndose como el paladín neoliberal abrazó en aquellos años la doctrina del Consenso de Washington, término que había sido acuñado por el renombrado economista británico John Williamson por el año 1989, y, que fuera liderado por los organismos financieros internacionales, como el Fondo Monetario Internacional, (FMI), el Banco Mundial, (BM), y el acompañamiento del Departamento del Tesoro de los EE. UU.
Esta iniciativa de políticas económicas propugna por dejar en mano de la magia del mercado el destino de la economía de los países en vías de desarrollo; con el supuesto propósito de estabilizar su desempeño macroeconómico, liberalizar el comercio exterior, minimizar la intervención del Estado en el manejo de las cosas públicas, desarrollar un amplio programa de privatizaciones, flexibilizar el sistema financiero a fin de atraer un gran flujo de Inversión Extranjera Directa y de otros géneros, como los capitales golondrinas que terminaron sepultando la economía argentina.
Propio es recordar que la era que le tocó gobernar al peronista Menem se inscribe en la llamada década perdida de los 80, época en que la crisis de la deuda puso de rodilla a las economías de los países latinoamericanos y caribeños. Para ese entonces, Argentina tenía una inflación que alcanzaba “un 3000% en 1989, seguido de una caída del PIB de un 10% en 1989-1990”[i], lo que constituyó la premisa al desastre económico posterior.
Sin embargo, y, quizás con cierta razón, hay quienes entienden que la experiencia de Menem en la aplicación del paquete de reforma fue relativamente exitosa a partir del hecho de que, aunque sufrió el efecto negativo de la crisis mexicana del tequila de 1994-95, pudo mantener un nivel de crecimiento sostenido “de 6%, en el periodo 1991-1998”. Habiendo logrado por igual una sustancial reducción de la inflación que llegó a colocarse en 17%, y posterior a ello a un digito en el periodo 1996-1999”[ii]. Aunque, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de Argentina, revela que en su diez años de gestión la inflación acumulada se colocó “en un 24.648%”. No obstante, es propio reconocer que en su primera gestión logra bajar el índice de pobreza de 46% a 22%, aunque en su segundo mandato se remontará a 27%[iii]
De modo, que el Consenso de Washington vino a ser visualizado por Menem como la medicina apropiada para una economía languidecida, por lo que se concibió que la crisis económica en la región y, particularmente en Argentina, tuvo su origen en el intervencionismo del Estado y por la deficiencia de éste en frenar el crónico déficit público. Frente a la brutal hiperinflación en la Argentina de la década de los 90, el referido recetario neoliberal de manera muy coyuntural auspicio cierta estabilidad financiera apoyado en el denominado plan de convertibilidad, estableciendo una paridad cambiara con el dólar.
Pese a lo cual, el resultado de la aplicación de todo el conjunto de los diez mandamientos del Consenso generó más penuria a largo plazo que soluciones de muy corto plazo, y, si ciertamente impactaron en un acelerado crecimiento de la economía, empero, el desempleo alcanzó “14,5%, sumado a la tasa de sub-ocupados de 13,2% representando unos 3,7 millones de personas con acentuados problemas laborales”[iv], con un incremento extraordinario de los índices de pobreza e indigencia en el gobierno que sucedió al arquetipo de la gran reforma neoliberal, alcanzado la pobreza hasta “un 46%, con el agravante de una deuda externa total de 139 mil 680 millones de dólares. Generando la mayor crisis política en las últimas décadas en una cadena de sucesión de presidentes en apenas días, con cuyo desplome la pobreza continúo su escalamiento remontándose en el gobierno de Eduardo Duhalde al astronómico indicador de 66%[v] en 2002.
Esta dramática situación socioeconómica que impacto a uno de los principales miembros del bloque económico de Mercosur, fue en cierta medida subsanada por el favorable impacto de la gestión de los Kirchner, iniciando con Néstor, quien logró bajar el indicador de la pobreza de un 66% a un 30%, en 2003”[vi]. Es decir, más de un 50% de reducción de las carestías y precariedades que ahogaba al pueblo del legendario guerrillero Che Guevara, y, los astros de la música romántica y de contenido en América Latina: Facundo Cabral, Leonardo Fabio y Alberto Cortez, “Cuando un amigo se va”.
Transcurrido cuatro décadas la Argentina de los héroes futbolísticos: Maradona y el balón de oro Messi, con un nivel hiperinflacionario de 142% interanual, se ve ante el drama de un nuevo mandatario con un carácter de ultraderecha, altamente sensacionalista, en cuyos planes pretende reeditar las medidas del referido Consenso de Washington que van desde una amplia política de privatizaciones, retomar la convertibilidad de la moneda, lo que limitará la soberanía monetaria del país sureño, que podría causarle serios inconvenientes de competitividad en materia de su diseño de su política de comercio exterior. Así, el presidente electo, señor Javier Milei, que a pesar de todo, tiene buena formación y comprensión de los temas medulares de a economía, se plantea desmontar los programas de asistencia sociales, reducir los ministerios de 18 a solo ocho, entre lo que se destaca el cierre de los ministerios de salud y educación.
Seguido de medidas draconianas como recortar los fondos de jubilaciones y pensiones, entre otras medidas en extremo complejas, como el cierre del Banco Central, el cese de las relaciones comerciales con sus principales socios comerciales Brasil y China; sumado a su negación de ser parte del pujante grupo de los Brics, iniciativas que constituyen a priori el recetario gubernamental del señor Milei; quien de haber sido técnicamente un desconocido en el argot de la política pasa a ocupar el trono presidencial de la legendaria Casa Rosada, la misma que acogió a los carismáticos líderes Juan Domingo y Evita Perón; siendo Domingo el único político en ser elegido tres veces presidente de Argentina, iniciando su experiencia de la primera magistratura en los convulsionados años de la post segunda guerra mundial en 1946.
Sin embargo, a pesar de su carga de ideas ultraconservadoras el señor Milei no cuenta con los votos congresuales que les permitan encaminar tan osada aventura que a toda luce perjudicaría sustancialmente la estabilidad económica, política y social del tercer mayor granero de América. Pues los peronistas aun controlan “el Senado y 107 diputados de los 257, mientras Milei apenas alcanza 38”[vii], que sumado a los del ex mandatario Macri no son suficientes para la aprobación de leyes, reformas y presupuestos, lo que constituye un freno a las aspiraciones del nuevo inquilino de la Casa Rosada.
Finalmente, vale la pena preguntarse si el oficialismo no se percató de que la oferta electoral de su oponente era reeditar las controversiales medidas de ajuste de estómagos que dieron paso a la mayor crisis socioeconómica que conozca la historia de Argentina, y que provocó la desarticulación de todo el sistema financiero llevando el pueblo a la hambruna total. No pudo el peronismo presentar otro notable candidato que no fuera el símbolo del proceso hiperinflacionario que ha menguado los maltrechos ingresos de la ciudadanía de escasos recursos.
Que por igual, cometió el error político de haber prometido flexibilizar las medidas sobre el portes de armas cortas, después de haber propuesto endurecer su control a fin de frenar la proliferación de dichas armas, lo que impacto negativamente en su mermada credibilidad; siendo capitalizado por su oponente, que a su vez, prometió diversas iniciativas populistas entre las cuales se destaca el desmonte del control en el cambio del dólar lo que constituye una medida odiosa para los consumidores demandantes de la codiciada divisa, y, que termino sumando un caudal de votos al presidente electo Javier Milei.
[i] Claudio Loser, La presidencia de Carlos Menem, desafíos, logros y fallas, www.infobea.com.
[ii] Claudio Loser, La presidencia de Carlos Menem, desafíos, logros y fallas, www.infobea.com.
[iii] Economíaypolitica.com.ar. Evolución de la pobreza en Argentina (1983-2021).
[iv] La tasa de desocupación alcanzó 14,5 por ciento en mayo… https//: página 12.com.ar.
v Economíaypolitica.com.ar. Evolución de la pobreza en Argentina (1983-2021). Informe Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), 2000.
Vii https://elpais.com/argentina/2023-11-21/milei-abrira-su-presidencia-con-una-oleada-de-privatizaciones.
Por José Manuel Castillo Betances
