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24 de diciembre 2025
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OpiniónJosé Manuel Castillo BetancesJosé Manuel Castillo Betances

Aquella Navidad

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Aquella Navidad de años atrás se sentía cercana, como si ya estuviera en el aire. Se veía venir, como una promesa esperada. Esta Navidad llega sin preguntar, parece que el tiempo se acelera, y a veces no podemos sentir su verdadero espíritu, como si la fiesta que celebra el nacimiento de Jesús fuera una celebración más, entre tantas, olvidando lo profundo de su mensaje.

En aquella navidad las luces, aunque más sencillas, brillaban con más intensidad porque no solo iluminaban las calles, sino que también iluminaban nuestros corazones.
No sé cuál de las dos Navidades era mejor, la de ayer o la de hoy. Cada una tiene su magia, pero lo que sí sé es que, a pesar de las limitaciones materiales de aquellos tiempos, las Navidades pasadas eran más humanas, más cercanas, más vividas con el alma.

En cada abrazo, en cada mirada compartida, en cada gesto sencillo, había una conexión genuina, algo que hoy en día parece difuso entre los compromisos y las prisas. El corazón, entonces, lo notaba, lo sentía con fuerza, y vibraba con el latido de la alegría y el amor compartido.

Hoy, aunque todo es más accesible, las celebraciones parecen menos intensas. Tal vez sea la rapidez del mundo moderno o la desconexión que a veces sentimos con lo esencial. Pero aún así, al mirarnos a los ojos y desear lo mejor en estas fechas, la esencia de la Navidad sigue viva, aunque cambie de forma.

Debemos transmitir a nuestras generaciones venideras el profundo sentido de humanidad y el espíritu de compasión que caracterizaba aquella Navidad.

Así que, en este día tan especial, más allá de los regalos o de la cena de Nochebuena, lo que verdaderamente importa es lo que llevamos en el corazón. Que la Navidad nos recuerde lo que realmente vale: la unión, la paz y el amor que se comparten sin medida.

Feliz Navidad, hermano. Que en este tiempo de celebración, podamos encontrar la verdadera luz que nos guíe y nos una más que nunca. Y no olvides ser solidario, abrir tus brazos a los que menos tienen. Deja para el café, que Dios se ocupa del pan.

 

Por José Manuel Castillo Betances

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