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22 de diciembre 2025
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OpiniónFrancisco Cruz PascualFrancisco Cruz Pascual

Aprender el arte del filtro

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Se conoce como arte a “todas las creaciones realizadas por el ser humano para expresar una visión sensible acerca del mundo, ya sea real o imaginario.” El paso del tiempo histórico nos dice que “del Homo Sapiens el arte tuvo una función ritual y mágico-religiosa” que evolucionó al correr de los milenios. Traemos esto a colación, para referirnos al internet como “memoria sin filtro” asumida desde el escándalo, porque es una plataforma en “donde no se distingue el error de la verdad”, en donde la realidad se distorsiona, sustituyendo a la palabra por la imagen, donde se opina y se hace pasar la opinión por realidad en la fenomenología popular.

En no muy lejano futuro, los docentes tendrán que enseñar el arte del filtro. Ya no es necesario enseñar datos ni biografías, porque las personas de todas las edades pueden encontrar esas informaciones en muchos sitios “en línea.” Los docentes debemos preocuparnos porque los estudiantes logren analizar, para que desde el análisis puedan tomar mejores decisiones. Se puede comenzar por exigir competencias para alcanzar el análisis acerca de cuál o tal personaje y su comportamiento dentro de su espacio histórico, sabiendo que los personajes se analizan según la época en que vivieron. De esa forma y a la distancia del tiempo, los personajes históricos serían mejor calificados por los estudiantes, porque lo harían de una forma no memorística sino reflexiva.

Sería importante trabajar en el aula las habilidades técnicas de los pareados comparativos, para comparar actores en una época determinada y arribar a conclusiones auténticas desde la investigación documental en cualquier grado de los niveles educativos.

La escuela debe trabajar menos contenido para trabajar en contenido para aprender a ser persona, porque ser una buena persona garantiza una serie de condiciones humanas en beneficio para el conglomerado social. La escuela debe invertir más tiempo en desarrollar  destrezas y habilidades para que los alumnos aprendan a hacer cosas para beneficio de ellos mismo, de sus familias y el contexto social.

La escuela no debe olvidarse de la lectura ni la importancia del libro físico, porque es la vía de mayor seguridad para conservar, difundir y perpetuar las informaciones. Nada sustituirá a la palabra escrita, porque es una vía expedita para impregnar el saber y desarrollar conocimiento. La escuela no debe olvidar la cultura, porque un hombre educado sin cultura no alcanza la debida civilización. Es necesario trabajar el folklore y el conocimiento del medio ambiente como esencia vital del aseguramiento de la calidad de vida de los que hereden el territorio después de que los docentes actuales dejemos de existir.

Enseñar a ser persona a los estudiantes desde los primero cursos es más importante que la matemática y sus derivados, como piedra angular del saber. Cuanto más se desarrolla el trabajo científico, más se necesitan otras cosas, como por ejemplo, la compasión de quienes viven de los negocios y acumulan grandes riquezas a expensas del hambre o las  enfermedades.

Prefiero una enfermera tierna, medianamente competente, a una enfermera áspera, sin amor al prójimo, pero atiborrada de competencias. La escuela debe trabajar desde los inicios de la escolaridad para formar personas que busquen todo los beneficios humanos, pero, que no solo lo humano le sea suficiente para vivir.

Necesitamos calidad con calidez humana. Dan miedos quienes calculan sus pagos a costa de estirar tratamientos o colocar menos varillas a las edificaciones que construyen. Los profesores debemos volver al pensamiento de Jiddu Krishnamurti y su texto “educando al educador,” porque necesitamos volver a ser educados. ¡Y lo necesitamos mucho más que los estudiantes!

Los participantes del aula y sus familias son como tiernos arboles necesitados del cuido de los expertos en cuidarles para que no se enfermen por falta de vigilancia constructiva, en donde la acción de abonarles, regarles y podar sus ramas insanas, es un acto de amor y conservación.

Pero, si el que está llamado a brindar esos servicios de ayuda es incapaz, estrecho de espíritu colaborativo, fanático en alguna ideología, etcétera, entonces es más que natural que la consecuencia de su inadecuado comportamiento  produzca lo que ha estado produciendo para la sociedad hasta ahora.

 

Por Francisco Cruz Pascual

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