(Especial para El Nuevo Diario)
(Fotos: Oscar Lombert)
EL NUEVO DIARIO, EL CARRIZAL, DAJABÓN.– Cuando se va a visitar la casa de Andrés Peralta, el mejor consejo es ir con la mente abierta a una gran diversidad de posibilidades. Él prefiere recibir personalmente a sus visitantes. Pero también es posible que al llegar, Andrés esté renovando sus energías entre los bambúes, dando seguimiento a lo que se desarrolla en la segunda vida de un calzado viejo o sencillamente dejándose sorprender por la naturaleza en algún rincón de su Jungla Verde.
Una opción de vida
Para Andrés, fundador de Hagroeca Jungla Verde, la soberanía y la seguridad alimentaria no son solo conceptos, sino una «opción de vida». Por eso predica y practica con el ejemplo para que aprendamos a aprovechar los recursos locales. Por eso promueve la producción en espacios reducidos, como tarros, cajones, botellas y macetas para satisfacer las necesidades básicas.
Este enfoque trasciende lo meramente económico y adquiere una dimensión de compromiso vital. “Muchas veces nos hablan de seguridad alimentaria, pero pierden de vista el valor de aprovechar los recursos locales, como hacemos acá”, refiere Andrés, mientras muestra lo que cosecha en un espacio muy reducido y con muy diversa muestra de creatividad.

Entre bambúes, Andrés y sus visitantes se reúnen para realizar meditación y oración ancestral.
Un modelo de transformación
Desde hacer teatro callejero o fabricar caretas para participar en el carnaval han sido etapas en la vida de Andrés. Pero también destaca su labor como instructor en temas vinculados a agroecología, desarrollo comunitario, potencial endógeno y otros muchos temas clave para impulsar mejoría de vida.
En los últimos años, este militante de la vida ha decidido concentrar sus esfuerzos en la Hacienda agroecológica Hagroeca. En El Carrizal, un punto intermedio entre Loma de Cabrera y Restauración, en la provincia Dajabón, Hagroeca Jungla Verde es un modelo de finca/escuela que parte de la realidad y transforma los recursos disponibles.
Aquí, Andrés da constancia de la capacidad de producir alimentos sin necesidad de grandes extensiones de tierra, utilizando recursos mínimos como tarros y cajas recicladas para cultivar tomates, ajíes, hierbas medicinales y otros productos. “Con solo 10 o 15 de estas unidades, una familia puede tener el año entero lo que necesita, incluso en azoteas”, expresa con orgullo este militante de la vida sana, mientras ofrece de comer en sus manos a las gallinas.

Andrés produce alimentos sin necesidad de grandes extensiones de tierra.
Diversidad y biodiversidad
La finca muestra una gran diversidad de cultivos: pitajaya, maní forrajero, canela, nuez moscada, pimienta, plantas aromáticas, lichi, yuca, plátano, guineo, piña, vainilla, limones dulces, naranjas, hortensias, llantén, espinacas, anamú, ruda, jazmín, begoña, clavo dulce, fresa, malagueta, uva de Indonesia, yautía, albahaca y anisillo de dragón son solo algunas de las especies a las que este hombre trata como a miembros de la familia.
Esta biodiversidad es intencional, con ella se busca la sinergia entre cultivos y la resistencia a plagas y enfermedades. El maní forrajero, por ejemplo, destaca Andrés, se utiliza como cobertura del suelo, control de erosión y aporte de nitrógeno. La «buenaza», como él prefiere llamar a lo que de manera convencional se conoce como “maleza”, se incorpora al suelo como abono orgánico, acelerando su descomposición en apenas días.
“Cuando tú haces un huerto circular, tú estás combinando con la energía del cosmos. Se trata de un modelo, de una forma ancestral para recoger la energía”, explica Andrés. “Entonces tú combinas olores y colores, asociación de cultivos, rotación de cultivos desde una perspectiva diferente”, sigue explicando, mientras repara y dice “hay una que está madura, se la vamos a donar”, en alusión a una fresa que divisó entre el verdor, muy próximo al «túnel de la vida». Así llama este hombre apasionado a un espacio que usa como conexión con la tierra y la sanación.
A escasa distancia del «túnel de la vida», en Jungla Verde encontramos un área plantada de bambúes. En ella, Andrés y sus visitantes se reúnen para realizar meditación y oración ancestral. Él explica que así se logra paz mediante la regulación de energías positivas y negativas. Aquí, predicando con el ejemplo, él recomienda caminar descalzo para conectar con la tierra y liberar el estrés.

“Cuando tú haces un huerto circular, tú estás combinando con la energía del cosmos”, explica Andrés.
Contra la megaminería y en favor de la vida
Andrés Peralta es hombre de principios y radical en defensa de la vida. En esa línea de acción, el otrora animador sociocultural y teatrista callejero manifiesta su firme oposición a la mega minería, declarando su disposición a defender la tierra hasta la muerte. «Por eso vivimos en este lugar, esto no tiene precio y esa es la razón de ser de nuestra lucha contra la mega minería a favor de la vida, a favor de la esperanza. Yo lo he planteado, si aquí tengo que morir defendiendo la tierra, esa será mi razón de ser”, dice a modo de manifiesto, soltando la mano con que se sujetaba a uno de los bambúes.
Su compromiso con la vida se evidencia en la producción agroecológica, en el respeto por la biodiversidad y sus variadas acciones en favor de la soberanía alimentaria. Por eso, además de acoger, para lo que dispone de alojamiento para cuarenta personas, ha decidido que Hagroeca funcione como una finca/escuela. Aquí comparte conocimientos y experiencias con visitantes y con diversas comunidades. Desde aquí promueve la formación de técnicos y académicos que puedan defender y dotar de herramientas a los campesinos para mejorar vidas en sus territorios.

Andrés Peralta ofrece de comer en las manos a sus gallinas.
Andrés Peralta es un abanderado de la transformación de los sistemas agrícolas convencionales. Para eso promueve un modelo alternativo basado en la biodiversidad, la autosuficiencia y el respeto por el medioambiente y las comunidades locales. Para eso asume una labor que trasciende la simple producción de alimentos, integrando educación, sanación y defensa de los territorios. Así se reafirma Andrés como un apasionado sembrador de esperanza.




