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24 de diciembre 2025
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OpiniónJulián PadillaJulián Padilla

Amenazas y censura no suman credibilidad

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Tenemos un deterioro de la credibilidad y de la confianza en los funcionarios del gobierno del cambio por eso sus pronunciamientos, promesas, realizaciones son tan cuestionadas.
No ha sido necesario que la oposición haga oposición en estos cinco años como de hecho ha ocurrido. Los cuatro mosqueteros del rey parecen tener un acuerdo, donde decir esta boca es mía, siempre viene acompañado de una alta dosis de dulzura o un decir elegante, para no dañar esos arreglos hechos a espaldas de los tontos útiles que militan en sus partidos.

Hace rato que la democracia no existe en dominicana, pues la misma está secuestrada, y lo que queda de ese intento fallido, es una partido mafia que sabe repartirse el botín cada cuatro años, y no solo eso, sino que la promesa de impunidad eterna se mantiene, aunque las togas cambien de partido a conveniencias en el Consejo Nacional de la Magistratura.

Pero aunque nadie puede cantar victoria aun, con las enmiendas al código penal, o laboral siempre será un paño con pasta, para dorar un poco la píldora. Es muy probable que al entrar en vigencia estos adefesios contra las libertades no negociables del dominicano, estas se impongan, para poder proseguir con otros secuestros ya planificados, y que constituyen compromisos supranacionales más fuertes que la salud de la república.

La cultura de la mentira ciertamente existe en la nación dominicana, y los políticos junto a la partido mafia existente, son los responsables de ello. Pero el premio nobel se lo lleva la nueva marca país: El Gran Fake News de cualquier versión oficial en la Gestión del Cambio.

No importa cuando, como, que, ni quien lo diga, si es un funcionario del cambio, esa noticia lo primero que hace es provocar cuestionamientos, y una desconfianza casi forense, porque con tantas mentiras olímpicamente mostradas, solo se han sembrado vientos, y ahora solo se cosechan tempestades.

Recientemente se han realizado algunos intentos tratando de amedrentar a la gente en las redes sociales, que al parecer desnudan cada vez las versiones oficiales, y las convierten en cascaras de guineo, las cuales son bastante peligrosas para las caminatas populares si se dejan en el suelo.

Pero lamentablemente, con el tema de la difamación y el famoso ultraje por llamarle felino al gato o cariñosamente Misifus, y los cuestionamientos notablemente ganados, por algunos comunicadores de excelencia y sin ni uno, por aquello de las recientes multi investigaciones, caen como anillo al dedo estas intentonas.

Además, tampoco convienen estas exhibiciones de refajos, cabe pues el recordatorio del castigo por difamar o el indicar los porcentajes de mentiras en las redes. Pero esto, lejos de alentar a la búsqueda de la verdad, logra profundizar más la desconfianza que se tiene a lo que se desea profesar y la gente percibe que algo se quiere ocultar, o como siempre, se desea crear un bajadero mediático y técnico, y porque no, algunos chivos expiatorios.

Esos porcentajes compartidos por el INDOTEL basados o no en estudios de la NASA indican, que el 62% de los internautas comparten informaciones falsas y el 70% las difunde sin investigar. Pero que más del 50% no sabe cuando una noticia es falsa.

Pero se dejó de lado la percepción que tiene más del 80% de la gente que sabe leer y escribir, de que el 95% de las versiones oficiales son cuestionadas y posiblemente no se crea en ellas y esa es la respuesta merecida de un pueblo que nunca ha sido tonto.

Sobre todo cuando estas versiones las ofrece la dirección de comunicaciones estratégicas del gobierno del cambio no importa que sean reyes o pastores que la dirijan. Y si se trata de estadísticas o informaciones dichas en la famosa semanal, el porcentaje de no considerar como verdadero lo que se dice puede subir casi al 98%.

Con estos temas a mano, la idea de amenazar con demandas y castigos, o pretender establecer políticas públicas para amordazar o censurar lo que inevitablemente se sabrá, es nadar rio arriba y también una pérdida de tiempo, ante un gobierno y funcionarios que hace rato perdieron casi la totalidad su credibilidad.

El precio que pagamos como nación es muy alto, gracias al pragmatismo de la política, donde los “liderazgos” no se guían por principios, sino por la conveniencia del momento. Por esto un porcentaje de funcionares actuales, no hubiesen aceptado nombramientos, después de haber dicho de todo contra el mismo gobierno que le nombra. Pero como la política es el arte de lo posible, intentamos borrar la memoria histórica cosa que es imposible.

Recientemente hemos insistido con aquello de la honestidad, la estirpe y la calaña. Pues no importa que la posición momentánea que se tenga le permita a una persona hablar duro y bonito, eso no borra la historia de que pertenece a una raza felina hermana del balsino, donde dejarle cerca del erario es dejar la iglesia en manos de Lutero.

Amordazar, amedrentar, amenazar, censurar, crear disonancia cognitiva para que la gente sienta que no aporta y se calle, nada de eso detendrá el fluir de la verdad. Por el contrario, la indetenible verdad golpeará como un boomerang la frente de los cuatreros que se alzan con el santo y la limosna en la cosa pública.

Lo que está mal no es lo que se dice ni como se dice, sino que existan ladrones, cuatreros, malandrines, asaltantes, mentirosos, burladores, oportunistas, mafiosos, lavadores, defraudadores, bufones, manipuladores, malversadores, prevaricadores, estafadores, asociación de mal hechores, chantajistas, extorsionadores, delincuentes de cuello blanco.

Eso es lo que está mal, que tengamos gente deshonesta y sin integridad en la gestión pública, y no que se diga, imitando el ejemplo de algún funcionario aún sin nombramiento, lo que realmente son estas personas.


Por Julián Padilla

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