‘’Prudente padre es el que conoce a su hijo’’. William Shakespeare
El estado como proveedor general del conglomerado social, es nuestro mayor patrimonio, para preservar nuestra identidad, pulcritud y orgullo de vivir, en una nación saludable, para que seamos dignos de convertirnos en ciudadanos ejemplares, en todo el sentido de la palabra.
Cada día al despertar, tenemos, la tarea de hacer una reflexión de por donde debemos empezar, para enderezar las cosas que nos hagan rememorar el pasado, en donde no abundaba la maldad y no se generaban tragedias, como las vemos cada momento en las redes y medios globales.
El estado, como interventor de la solidez moral y promotor de las buenas costumbres, debe ser quien tome el toro por los cuernos: algo se nos escapa de las manos, cuando no tenemos control de nuestros hijos y del entorno social que compartimos. Desde las escuelas, hay que reforzar ese seguimiento, en la que nuestros hijos no están con nosotros durante las horas lejos de casa.
Por ejemplo, cuando transitamos por las calles, observo el comportamiento de los conductores, del peatón, y de otros que se adueñan de las calles y aceras. Abogo porque el estado a través del Ministerio de educación incluya en el currículo, la educación vial, de que en el último año de bachillerato, se les enseñe, como debe comportarse en el tránsito, respetando las señales y cuál es la condición del peatón, al cruzar las calles y avenidas. Los vehículos del transporte colectivo y pesado, transitan en los carriles que se les ocurran de momento, llevándose de encuentro a los demás conductores, confiando en que los demás se rigen por las mismas reglas. Cuántas vidas se pierden y personas mutiladas quedan, por estos ciudadanos resentidos y anarquistas del tránsito? Hasta el momento, no veo, la más mínima intención de las autoridades que regulan el tránsito, apliquen severas sanciones, con leyes que están en el espíritu de su contenido. No más que aplicarlas. Por ahí empezamos a forjar ciudadanos de bien y hoy no tengamos que lamentar de haberlo perdidos, por no hacer los correctivos en sus orígenes.
A esos ciudadanos pre-adolescentes, debemos darles seguimiento; las escuelas, deben monitorear el comportamiento (Sico emocional) del individuo y referirlos a orientaciones sicologicas,para determinar si necesitan ayudas, se puede corregir a tiempo, los trastornos de comportamiento que estos puedan padecer. De esos escolares- ni los padres y mucho menos las escuelas, se percatan de ello, como para detectar cualquier cosa que no encaje en la integridad del muchacho. Entiendo que la sociedad debe ir de la mano de manera sincronizada, de que nosotros como padres, tengamos las reglas claras, y que nos seamos tan permisivos, como para que en las escuelas no los puedan controlar y se nos haga en una carga bien pesada que no podamos enderezar, porque en el futuro, serán un producto que de modo irresponsables entregaremos a la sociedad.
Tomemos este punto de partida, para ir, haciendo las cosas de modo correcto. Si no tenemos la certeza de ejercer la autoridad en nuestros hijos, entonces, pensemos en que nunca debemos procrearlos. Ahí está la gran debilidad de la familia, en generar un problema a la sociedad
