A la Asociación de Baloncesto del Distrito Nacional, Abadina, hay que darle el crédito de que ha podido recuperar gran parte del terreno perdido en su torneo superior.
En los últimos años se ha elevado de manera sostenida el nivel competitivo y el público de estos tiempos ha podido conectar con los nuevos ídolos, provocando un resurgir de las rivalidades de jugadores y equipos.
Sin embargo, en medio de ese crecimiento genera preocupación que no todos los clubes participantes asuman el compromiso de conformar sus equipos lo mejor posible para competir e ir detrás de la copa de campeón. A algunos se le nota la intención de participar por participar, y así no debe ser.
En la actual justa en desarrollo, los principales clubes, dígase Mauricio Báez, Bameso, San Lázaro, Rafael Barias, San Carlos hacen sus diligencias para mantener sus respectivos conjuntos contendores en cancha y buscar la corona. Los Prados vienen dando pasos para reforzarse y meterse en competencia.
Sin embargo, no se puede decir lo mismo de Huellas del Siglo y el Millón que desde antes de comenzar la competencia se sabe que serán la cenicienta, equipos con poco esfuerzo de inversión y diligencias para poner en cancha un recurso humano que pueda competir a la altura de los demás.
Pero el caso del Millón Yireh es más notorio que todos, el amigo Onésimo Acosta, a pesar de ser un clubista a carta cabal, un trabajador incansable, maneja la franquicia con tan poco criterio, que denota un conformismo como si su interés solo es de participar.
En su nómina tuvo a Juan Guerrero, considerado en la actualidad el jugador más dominante del torneo, y por contradicciones salariales, se produjo un distanciamiento de tres años. Guerrero logró su libertad y llegó a un acuerdo con San Carlos.
Ahora tocó el turno a Luis David Montero (Pinguilín), quien fue cedido de forma inesperada al San Carlos por una suma de dinero y un jugador que rechazó integrarse al equipo del Millón.
Pero lo cuestionable del caso es que se produce en medio del desarrollo de la serie regular, un canje que la Abadina no debe permitir, o, mejor dicho, debe reglamentar para evitar cualquier sospecha de favoritismo para un equipo en específico.
El torneo es un negocio, la franquicia que no tenga capacidad económica, que ceda el paso o que Abadina tome una decisión.
