El obispo de la Iglesia Católica en la provincia La Altagracia publicó un artículo este sábado 27, en la página 7 de la edición del Listín Diario, bajo el título: Porque hemos dejado vivencia tradicional para fracasar postmodernidad. Hoy día, ya no se habla tanto de postmodernidad o posmodernidad, más bien se habla más de modernidad líquida por oposición a la modernidad sólida que vendría a ser esta última la modernidad de que se hablaba, para referirse a la tendencia que desde el siglo XVI venía dándose en la Sociedad Occidental, la cual consistía en una ruptura con todas las normas de la tradición. Pero lo que se ha planteado como postmodernidad o posmodernidad es la ruptura con las normas de la modernidad o la ruptura con la razón moderna o muerte de la razón, por lo que ahí de que se habla de sociedades posmodernas se percibe en ellas las tendencias caóticas.
Como lo anunciara Ernesto Sábato en algunas de sus obras, el modelo de Sociedad Occidental, como modelo dominante que pretendió ser para toda la sociedad humana, fracasó (Sábato: Antes del Fin). En realidad, el obispo Jesus Castro Marte debe saber muy bien que ya desde antes del siglo XVI, antes del siglo X, Pedro de Valdo fundó una secta llamada: Los Valdenses, la cual negaba la tradición de que sólo sacerdotes ordenados como tales podían bautizar y aplicar los sacramentos, por lo que algunos consideran a Los Valdenses como representante de una primera modernidad que rompía con las tradiciones de la Iglesia Católica. Ahora bien, con El Renacimiento y La Reforma, el primero movimiento en las artes que rompió con la tradición en las artes de concebir el tema religioso como tema de la obra de arte y no el tema humano, mientras que la segunda fue un movimiento religioso opuesto a la tradición autoritaria de la Iglesia Católica y que produjo un cisma al dividir al cristianismo en Occidente, fue que más se habló de modernidad o lo moderno. La modernidad es la era que implica la ruptura con las normas de la tradición y por lo tanto la era de la razón o del progreso, mientras lo moderno es lo nuevo y ser moderno es estar con lo nuevo. Marcos Villamán, en su cuaderno publicado con el título: América Latina: Modernidad y Cultura Populares, precisa muy bien estos conceptos.
Pero el obispo de la basílica de Higuey plantea algunas cuestiones interesantes, aunque no compartimos la oposición de varias iglesias al control de la natalidad y de manera radical al aborto, al decir en el artículo: “… Con dolor y lucidez debemos reconocer que hemos dejado atrás la vivencia tradicional, aquella que sostenía nuestra identidad y nos permitía caminar con firmeza. Este abandono no ha significado un verdadero progreso, sino un vacío que hoy se manifiesta en el fracaso de la postmodernidad… Quien desprecia sus raíces se condena a la fragilidad, porque sin fundamento no hay futuro sólido”.
Por otra parte, más adelante, tratando de explicarnos lo que entiende ha implicado la postmodernidad (posmodernidad) o modernidad líquida, nos dice: “La postmodernidad se presentó como promesa de emancipación: ofreció autonomía, diversidad y la posibilidad de construir un yo sin ataduras. Pero, en realidad, lo que ha producido es dispersión, relativismo y un individualismo que fragmenta los vínculos humanos. El hombre que se pensaba libre se descubre ahora esclavo de la soledad, de las pasiones fugaces y de un mercado que lo reduce a consumidor.” Se busca el placer insaciable en el consumo pero es la ruta de la felicidad, diría Marian Rojas Estape, o como diría el gran José (Pepe) Mujica. Genial es esta interpretación de la época actual por el obispo de Higuey, porque hasta los fanáticos del béisbol profesional cuando van a los estadios aquí o en los Estados Unidos, al igual que los fanáticos del Fútbol que van a los grandes estadios de ese deporte se convierten en grandes consumidores de comida rápida y se entretienen algo, pero hoy día no les importa mucho su simpatía por tal o cual equipo, porque el mismo consumismo los lleva a pérdida de la identidad firme. Hay tradiciones buenas y que no deben cambiar, las que son identitarias del grupo o comunidad local de pertenencia o de la sociedad en general, si se trata de una sociedad nacional.
Ahora bien, hay tradiciones, que se practican que son parte de las pautas de comportamiento de los sujetos sociales que integran las sociedades que se deben cambiar, se trata de aquellas que son expresiones de la no intolerancia de unos hacia otros. En tal sentido, el cristianismo en sus primeros tiempos, en su etapa embrionaria podemos decir, antes de la muerte de Jesús y sobre todo antes de convertirse en la religión del Imperio Romano, se opuso muchas de las tradiciones que impuso el judaísmo, como la discriminación de las mujeres, a las prostitutas que se les prohibía entrar a los templos y el autoritarismo de los padres hacia los hijos.
Lo más probable es que el obispo Castro al hablar de Postmodernidad, a la que el sociólogo polaco Zymunt Bauman le llama con mucho acierto modernidad líquida, está tomando en cuenta el daño que esta ha provocado en términos de los valores morales, pero también ha provocado daños materiales con la depredación o devastación de los recursos naturales sobre todo con las acciones de las grandes empresas (especialmente las constructoras y las vinculadas a la fabricación y el comercio de materiales de construcción y a los servicios turísticos) empeñadas en sus afanes de lucro, lo que a la vez repercute en pérdida de los valores sanos y en la reproducción de un modelo económico que provoca rupturas de las unidades familiares y generador de violencia y pérdida de cohesión social en la familia nuclear. Ese modelo económico y el paso a la modernidad líquida son hijos de la crisis petrolera de la década de 1970 y de la negociación de la deuda externa por los gobiernos de países no petroleros con el FMI, a partir de los años de la década de 1980 el mundo cambió y dejó de ser como era.
De una economía regulada pasamos a una economía no regulada, el neoliberalismo se impuso, aumentó la pobreza, el desempleo, se produjeron grandes oleadas migratorias desde países menos desarrollados a los más desarrollados. Cambios en los patrones culturales de comportamiento en los migrantes que, cuando vienen al país de vacaciones o de retiro, ya han abandonado muchas de las tradicionales conductas. Los sujetos sociales que migraban iban adoptando valores que antes no tenían, como por ejemplo: el individualismo, ausencia de solidaridad, ostentación y aumento del alcoholismo y el consumo de drogas. Causado por el desempleo, el auge de las pandillas o bandas de delincuentes que incluso atacaban a los clubes llegando esto incluso, ora por las oleadas migratorias de jóvenes que integraban estas últimas organizaciones, ora por el temor a enfrentarse a las pandillas que atacaban tales organizaciones que eran atacadas por estas últimas, ora por la zozobra de falta de oportunidades de trabajo o de estudios, la delincuencia, el consumo de las drogas las y del alcohol aumentaron en forma exponencial, al ir desapareciendo progresivamente hasta extinguirse los clubes juveniles que otrora combatían esos hábitos. En esto último también incidió la transculturación de los migrantes que cambiaron algunos hábitos y valores que fueron trasmitiendo a los dominicanos no migrantes al visitar o venir de retirada al país.
Para tener una idea de adonde hemos llegado con el consumo de drogas, debemos prestarle atención a los reportajes de diferentes épocas. En 1985 se estimaba que habían en el país aproximadamente unos 30,000 adictos activos a la droga, momento en que se decía que la droga estaba de moda, luego cumplirse un año de la Poblada de Abril de 1984 que dejó un saldo de más de 100 muertos por las protestas contra aplicación de las medidas impuestas por el FMI (Ver: La Noticia 01/10/1985, pág. 6); sin embargo Vincho Castillo (Ver: Hoy digital 16/06/2012) estimaba en el 2012 en 300,000 los jóvenes en las drogas. Al parecer no se tienen estimaciones más recientemente, o por lo menos, después del 2015. La estimación de 300,000 era para este último año, al igual de las ofrecidas por Vincho para el 2012.
Una de las pérdidas más grandes, a raíz de la aplicación del neoliberalismo en la economía, con las reformas políticas que implicaba para nuestro país, fue la desaparición de las asociaciones o grupos de acción social, pero en cambio aparecieron bandas de delincuentes o pandillas juveniles. Unas 1,200 asociaciones campesinas que hasta el inicio de los años de 1980 existían; igualmente, tampoco existen cerca de mil clubes juveniles que también estaban organizados para esos tiempos en los campos y ciudades y cientos de sindicatos de trabajadores de empresas y de oficios por igual se han extinguido.
Lo peor de ese modelo económico neoliberal, el que con su vigencia conlleva a todos esos cambios culturales en la sociedad, es que devasta la naturaleza y depreda sus recursos. Se da una voraz explotación voraz de estos últimos hasta esquilmar sus hontanares y la maceración de la fuerza de trabajo. Las tierras de cultivos, especialmente las de los suelos de primera calidad y de mayor vocación para la producción agrícola que son los que se sitúan entre Licey al Medio, Moca y Salcedo (llegando hasta Tenares y Villa Tapia), desgraciadamente se han convertido casi todas en solares de casas. Es increíble lo que ha pasado con los que otrora fueron tierras de cultivos de secano de las mejores del país. En la práctica, el neoliberalismo, modelo económico impuesto por el capital industrial y el capital financiero de los países desarrollados, al negociarse las deudas externas de los países subdesarrollados no petroleros, es excluyente de todo lo que resulte ser planificación. Sin regulaciones no puede haber planificación.
Si el Estado no puede impedir que se talen los árboles y así poder evitar la deforestación y el asolvamiento de las corrientes de aguas superficiales, entonces no se puede haber planificación. La agricultura dominicana parece que comenzó a colapsar desde finales de los años de 1970, cuando se daban los pasos para sustituir el cultivo de maní para cultivar la palma africana, una planta que no se conocía en la flora dominicana. Comenzaron a procesarse algunos aceites de maíz, mientras la agricultura Norteamericana tenía sobreproducción de maíz, cítricos y otros productos agrícolas; los norteamericanos producían el sirope de maíz que servía de edulcorante, pero desde países desarrollados no se hacían las importaciones de productos que se producían acá, estaban restringidas hasta que se negoció con el FMI, pues a partir de ahí se abrieron las importaciones. Sería bueno preguntarse: ¿Por qué se produjo el síndrome de los cítricos hace más o menos década y media?
Aquí se comenzó a importar maíz para alimentos de aves y ganado, sirope sustituir azúcar, aceite de cocinar de Estados Unidos, se dejó de sembrarse, maíz, sorgo y la industria azucarera colapsó; peor aún, se estancó la agricultura en otros rubros porque la mano dominicana para el agro de comenzó a escasear con los dominicanos desde los campos “buscando visas para un sueño”, pero “Mi tío de América” ya no me ayuda a resolver los males desde hace mucho tiempo. Peor aún, muchos dominicanos sueñan hacerse millonarios apostando a las loterías o en las lidias de gallos, mientras el Estado no impide eso. Ese un caldo de cultivo para la corrupción, la delincuencia y el abandono de las buenas tradiciones.
Salvar a este país de una gran catástrofe es muy difícil, pero no es imposible. El Estado debe intervenir, pero no con el gasto excesivo en publicidad, si no con acciones, con hechos, prohibiendo construcciones en tierras de vocación agrícola, controlando la natalidad. ¿Podría el presidente Abinader jugar ese papel? No lo creo, pero si usted cree lo contrario amigo lector, si no sabe de quién es propiedad la marca Cementos Santo Domingo, pregunte de quien o de quienes es esa empresa.
Por Francisco Rafael Guzmán F.
