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27 de diciembre 2025
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

A propósito de las deportaciones del norte

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  • Porque la universidad es otra cosa

 

En la mente dominicana, siempre prevalecerá, el recuerdo de que tuvo un caballo lleno de la más suculenta dignidad que ser humano alguno, pudiese exhibir.

Ese caballo de grata recordación, se vio en un periodo de su vida, con la disyuntiva de aceptar o no imposiciones puertorriqueñas, por el hecho de que su trabajo responsable como músico, se cimentó en el gusto de los bailadores de la música popular de la llamada “Isla del Encanto”.

Para las décadas de los setentas, los ochentas, y los noventa, las fiestas del “Caballo Mayor”, en Puerto Rico y en la mayoría de los países de América, además de ser contratada con la mayor de la regularidad de la época, abarrotaban los sitios donde se realizaban como también ocurría en la República Dominicana, cosa ésta que originó reacciones adversas de parte del sindicato que, a la sazón, agrupaba a los músicos populares de ese país.

El planteamiento del gremio puertorriqueño, fue de que se impidiera que Johnny Ventura y su orquesta, se siguiera beneficiando de los espacios de festividades públicas y privadas que, según dicha organización, le correspondía a los músicos de ese país.

Ventura, que siempre fue un extraordinario comunicador y que sus respuestas interlocutoras, nunca se hacían esperar, reaccionó oportunamente, manifestando más o menos lo siguiente: “Lo único que no aceptaría en mi vida, fuera que me impidieran entrar, a mi querida República Dominicana”.

 

¡¡Cuanta dignidad de ese dominicano de la historia!!

Sería aconsejable que, ante la frustración de muchos dominicanos que, a pesar de la crónica preestablecida con el accionar histórico del actual gobernante de los Estados Unidos, lo defendieron durante la pre y post campaña electoral de ese país y además, votaron por él, si se ven afectados con la exclusión que está, liderando Donald Trump contra los llamados ilegales inmigrantes de esta nuestra nación, que tuviesen la dignidad de accionar y pregonar, soy orgullosamente dominicano y lo único que no aceptaría es un impedimento para entrar a la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón.

“Lamentablemente, muchos hispanos no escucharon el fuerte, agudo y repetitivo canto de la cotorra que auguraba las calamidades que hoy sufren nuestros hermanos emigrantes hacia el llamado Estado del Norte”.

 

AUTOR: PABLO VALDEZ

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