El año 2025 cerró como un período de contradicciones profundas en el ámbito tecnológico. La adopción acelerada de inteligencia artificial y herramientas digitales convivió con un deterioro estructural de la capacidad local de innovación. Nunca se había consumido tanta tecnología importada ni, al mismo tiempo, se había producido poco conocimiento propio.
Esta tensión expone un problema estratégico mayor: la pérdida progresiva de soberanía digital. La tecnología avanza, pero la autonomía retrocede. El resultado es una economía cada vez más dependiente, más eficiente en el corto plazo, pero estructuralmente frágil.
Este balance busca identificar las decisiones que definieron 2025 y las que, inevitablemente, definirán 2026. Más allá de celebraciones o lamentos.
El diagnóstico estructural
El análisis del año revela tres tensiones centrales.
Primero, una brecha creciente entre consumo tecnológico y producción local. Segundo, una crisis sostenida de talento que limita cualquier aspiración de desarrollo endógeno. Tercero, barreras culturales internas que neutralizan la transformación incluso cuando existen recursos y herramientas.
Estas tres fuerzas operan de forma simultánea y se refuerzan entre sí.
La paradoja dominicana
En 2025, la República Dominicana consolidó un patrón de asimetría estructural. El país proyectó un gasto superior a 300 millones de dólares en soluciones de inteligencia artificial importada, frente a una inversión local en desarrollo de IA que ronda los 10 millones.
El mensaje es inequívoco: el país participa en la economía digital como consumidor, no como constructor.
Este modelo se refleja en los indicadores internacionales. Entre 2020 y 2025, el país retrocedió siete posiciones en el Global Innovation Index y cayó del sexto al noveno lugar en el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial. A pesar de una penetración de internet cercana al 85%, el país alcanzó en 2025 su peor posición histórica en innovación global, ubicándose en el puesto 97.
La metáfora es clara: infraestructura de alto desempeño sin una arquitectura productiva que la aproveche. Un Ferrari circulando en un país sin carreteras.
Iniciativas como el Centro de Excelencia en Inteligencia Artificial (CEIA) y los anuncios sobre fabricación local de microprocesadores representan oportunidades reales, pero también riesgos. Sin propiedad intelectual, sin talento especializado y sin transferencia efectiva de conocimiento, estas iniciativas corren el peligro de convertirse en industrialización simbólica: alto valor comunicacional, bajo impacto estructural.
La fuga silenciosa
La crisis del capital humano se profundizó en 2025. El fenómeno de los «braceros digitales» describe con precisión la lógica dominante: talento técnico subvalorado, gestionado desde el analfabetismo digital y sometido a culturas organizacionales extractivas.
El resultado es previsible. Los profesionales de alta especialización migran hacia mercados donde encuentran mejores condiciones económicas, proyectos complejos y reconocimiento profesional. La geografía dejó de ser una barrera. La termodinámica ofrece una analogía exacta: el talento hierve y se evapora hacia donde la presión es menor.
Esta fuga explica buena parte del deterioro en los índices de innovación. Sin capital humano, no hay innovación posible.
Cultura organizacional
El principal obstáculo a la digitalización tiene raíz cultural, no tecnológica. En 2025 se consolidó un fenómeno recurrente: la amnesia corporativa.
La alta rotación genera amnesia individual, donde el conocimiento tácito desaparece con las personas. La fragmentación tecnológica produce amnesia sistémica, con plataformas aisladas que impiden una visión integral del negocio. Cada nuevo proyecto comienza desde cero.
La raíz del problema es una cultura que prioriza control sobre colaboración y estabilidad sobre evolución. Bajo estas condiciones, incluso las mejores estrategias fracasan en la ejecución.
De cara a 2026, las organizaciones deberán abandonar la adopción superficial de herramientas y avanzar hacia arquitecturas de coexistencia humano–IA. El concepto de superagencia —IA como amplificador del talento humano— será el estándar para quienes superen el actual nivel de madurez, que apenas alcanza el 1% del tejido empresarial.
Un año de reconfiguración
A nivel global y regional, 2025 fue un año de alta intensidad competitiva.
La guerra de los modelos de IA
El mercado de IA evolucionó desde modelos generalistas hacia soluciones especializadas. Mientras ChatGPT y Gemini profundizaron capacidades de razonamiento contextual, modelos como DeepSeek demostraron que es posible competir con menor inversión enfocándose en nichos técnicos de alta precisión.
Este cambio rompe el mito de que la innovación en IA está reservada a corporaciones con presupuestos ilimitados.
En América Latina, Latam-GPT emerge como un proyecto estratégico. Coordinado desde Chile, con una primera versión funcional prevista para 2026, representa un paso concreto hacia la soberanía algorítmica regional. La integración de más de 42,000 registros periodísticos dominicanos posiciona al país como actor activo, no solo como observador.
La soberanía algorítmica no se declara. Se construye con datos, infraestructura y gobernanza.
SuperApps: la plataforma como ecosistema
En 2025, las SuperApps se convirtieron en una realidad regional. Rappi y Mercado Libre avanzaron en esa dirección, pero WhatsApp se perfila como el actor con mayor potencial.
Con penetración superior al 90% y la integración progresiva de pagos, comercio e inteligencia artificial, WhatsApp se encamina a convertirse en la puerta de entrada principal al ecosistema digital latinoamericano.
Del dato al relato
El marketing digital vivió una transición clave. El Data Storytelling se consolidó como competencia estratégica. Ya no basta con mostrar datos; es necesario construir narrativas accionables.
Las métricas de vanidad cedieron terreno frente a indicadores de percepción de marca, activación real y engagement profundo. En un entorno saturado de información, la capacidad de convertir datos en significado se volvió una ventaja competitiva crítica.
Streaming: convergencia de modelos
El mercado del streaming confirmó la convergencia. YouTube avanzó hacia suscripciones; Netflix, hacia publicidad. Ambos entendieron la misma lección: los modelos híbridos ofrecen mayor resiliencia financiera y mayor flexibilidad para el usuario.
El futuro del entretenimiento digital será adaptable, no uniforme.
2026: el vector de inflexión
Datacolonialismo como riesgo estratégico
El principal riesgo para 2026 es el datacolonialismo: la extracción sistemática de datos y valor por actores externos. Los 300 millones de dólares en IA importada son la expresión económica de este fenómeno.
Casos como la amenaza de suspensión digital a medios nacionales por proveedores extranjeros evidencian una vulnerabilidad crítica. Cuando los datos y la infraestructura están fuera de la jurisdicción nacional, la soberanía informativa es frágil.
Las decisiones sobre arquitectura de datos, facturación electrónica y nube gubernamental definirán si el país profundiza su dependencia o construye resiliencia.
Rutas estratégicas para 2026
La primera ruta es inversión con propósito. El Estado debe actuar como facilitador, no como ejecutor central, utilizando compras públicas para desarrollar un ecosistema tecnológico local competitivo.
La segunda es talento. Formación acelerada, compensación justa y culturas organizacionales respetuosas constituyen la única estrategia viable de retención.
La tercera es datos. No existe estrategia de IA sin estrategia nacional de datos soberanos. Infraestructura, datasets públicos de calidad y apoyo a iniciativas regionales son prerrequisitos.
La cuarta es regulación. Protección de archivos digitales, auditoría de infraestructura informativa y eliminación de cargas fiscales que penalizan la adopción tecnológica.
El desafío cultural
El mayor obstáculo sigue siendo cultural. Se ha perfeccionado la capacidad de parecer innovadores sin asumir el costo real de innovar. Centros, anuncios y narrativas sustituyen a resultados medibles.
En 2026, el éxito estará lejos de métricas de vanidad como inauguraciones, ruedas de prensa o videos en redes sociales; el impacto será medido por patentes, publicaciones, ingresos de startups exportadoras y la cuantificación del talento que decide quedarse.
La mirada estratégica
El 2025 evidenció los costos medibles de la inacción. Continuar como consumidores pasivos consolida una dependencia estructural en una economía donde el valor reside en el conocimiento.
La historia del Wi-Fi recuerda que los grandes avances nacen de esfuerzos colaborativos. Gobierno, academia y sector privado deben operar como un sistema, no como actores aislados.
El 2026 será un vector de inflexión. O se profundiza la dependencia tecnológica o se toman decisiones estructurales a fin de construir un futuro digital propio.
El 2025 permitió recoger los frutos inmediatos de la IA generativa. El 2026 exigirá subir más alto: debemos articular estrategia, datos, talento y cultura.
Esa decisión definirá el lugar del país en las próximas décadas.
