Somos dueños de nuestro silencio y esclavos de lo hablamos, premisa que en estos días aplica además a todo lo que escribimos, contestamos, compartimos y posteamos a través de las Redes Sociales, herramientas que según se usen, pueden unir al mundo, ya sea para bien o mal.
El exponer el intercambio de las principales autoridades de nuestro hermano país Puerto Rico a través del chat privado que mantenían vía WhatsApp, contenido en más 800 páginas donde mensajes misógenos, homófobos y sexistas son protagonistas y que mantienen al gobernador Ricardo Rosselló entre la espada y la pared para que renuncie, es evidencia que el poder de las palabra es igual de importante que el de gobernar.
Este es un escándalo al mejor estilo Watergate 4.0, que no solo desestabiliza una nación sino expone como los seres humanos pensamos, actuamos y nos comunicamos, perfecto motivo de estudio y reflexión para comunicólogos, politólogos, economistas e influencers.