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19 de abril 2024
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OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

Vocablos o calificativos de moda: “corrupto”, “ladrón” y “justicia independiente”

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Fue Joaquín Balaguer -cortesano de la Era (1930-61), instaurador del bonapartismo 1966-78, y “Padre de la Democracia”- quién acuñó la frase “… la corrupción se detiene en la puerta de mi despacho…”; más, sin embargo, nadie lo acusó de “corrupto” o de permisivo ante el flagelo en su propio gobierno, aunque sí de represivo, sanguinario, cuadro orgánico del imperialismo y “sátrapa ilustrado”. Encima, tuvo el tupé de encarcelar -1986-, por “desfalco contra el estado”, al expresidente Salvador Jorge Blanco.

Casi todos, en cierta forma, lo aplaudimos, pendejamente, obviando que el caudillo de Navarrete estaba predicando en calzoncillo. Pero, entre unos pocos, don Rafael Herrera asumió la defensa pública del expresidente y lo hizo con coraje, firmeza y hasta, como el Nazareno, se preguntó -figuradamente-: “el que esté libre de pecado, que […] tire la primera piedra”, prácticamente, el patriarca del periodismo, como ciudadano y periodista, se auto incriminó. Aquellos editoriales fueron de antología y de lección ciudadana.

Hoy que de nuevo el vocablo “corrupto” ha vuelto sobre el tapete y que una “justicia independiente” campea, al apelar porque las acusaciones contra “los corruptos” -2012-2020 (como si la corrupción nació o surgió en ese interregno)- se ciñe al debido proceso, al margen de manipulaciones mediáticas-“periodísticas” y linchamiento público, hasta a mí mismo, que solo he vivido de trabajo lícito -obrero, profesor y en el servicio exterior (no de botella, sino de cumplimiento y responsabilidades temáticas)-, se me ha llamado “corrupto” o “ladrón” sin más riqueza que los salarios que he devengado, mi familia y la honestidad que me inculcaron mis padres.

Creo, o mejor, estoy convencido que esos que, anónima o indirectamente (dentro y fuera de mi partido) me han llamado “corrupto” o “apoyador”, no me han leído y no saben que, por décadas, he sido un crítico, coherente y sistemático, en contra de la corrupción pública-privada a sabiendas que es un flagelo histórico-estructural y sistémico; pero ello no es óbice o excusa para que cualquier gestión de gobierno la fomente, apañe o tolere. !No! La corrupción pública-privada debe ser perseguida, sancionada y castigada ejemplarmente; pero no como espectáculo político-coyuntural, en calzoncillo o con anteojeras……, pues llevada así, no llega más que a lucha episódica, cíclica o de retaliación para aniquilar adversarios políticos….

La lucha contra la corrupción -repito, pública-privada-, debe ser sistemática; y en países como el nuestro, en vía de desarrollo, preferiblemente vía pactos o reformas que involucre a todos los actores que, de una u otra forma, participan de ella -políticos, empresarios, trasnacionales, técnicos-burócratas y poderes fácticos-.

En fin, que la lucha contra la corrupción pública-privada no puede ser un festín de redes sociales, de ajusta cuentas o de enchinchadores trujillistas-balagueristas, o peor, de gente enferma de venganza y odio. La lucha contra la corrupción pública-privada debe ser llevada guardando el debido proceso, la presunción de inocencia; y jamás, alimentando o atizando el morbo público, pues ese morbo es atemporal (¡existirá siempre…!).

Quizás, una primera piedra para empezar a encarar, fuera de politiquería y morbo, la corrupción pública-privada sería aprobar el proyecto de ley sobre Extinción de Dominio que mora en el Congreso. ¡Vamos! Hagámoslo realidad y empecemos por ahí; o si quieren, sigamos el espectáculo… (estoy seguro de que, mañana -dentro de cuatro u ocho años-, estaré defendiendo, no me importará banderías políticas, costo personal o político, ni adjetivos calificativos que me endilguen, debido proceso y presunción de inocencia; aunque, como ha dicho un impoluto de hojalata, se esté juzgando a “ladrones”). Pero eso, siempre, deberá determinarlo un juez, vía juicio oral y contradictorio, no jauría mediática de redes sociales, periodismo de periferia-política -de publicidad y trueques-, impolutos de hojalata o, anónimos disfrazados de “Gatita de María Ramos”.

Por Francisco S. Cruz

El autor es político y exprofesor de Historia

 

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