Las sociedades que viven ríspidamente están en peleas permanentes en las palabras o en el enfrentamiento físico. Y los escenarios pueden ser tan disímiles como sectores. Así sea en la clase política y empresarial, como en la vida cotidiana de la ciudadanía.
Las naciones son ricas no por sus cosas materiales, sino por su educación, su actitud y su inteligencia para convivir en armonía con los demás y con la naturaleza. Vivir enfadados siempre sacará lo peor de la condición humana, y por tanto nada bueno podría esperarse.
Y un signo que debemos superar es la violencia y la descortesía que se han apoderado de la sociedad dominicana. Vivimos de manera grosera, a tal punto que la decencia parece excepcional.