EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- El señor José Manzueta González y la primera dama Raquel Arbaje se confundieron en un enorme abrazo este jueves en el Palacio Nacional.
En realidad, él tenía pocas razones para pensar que podía vivirlo. A sus 69 años, cegato y encorvado, vive en una apartada comunidad de Yamasá. Sin embargo, lo impensable se hizo realidad.
El hombre asistió a la sede del Gobierno con motivo del Día Nacional de los Envejecientes. Finalizado el acto, la señora Arbaje se le acercó, apretó sus manos, habló frente a frente con él y le prometió que lo ayudaría.
Entonces se produjo un diálogo:
-Yo nunca he sido tíguere ni he robado tampoco. He trabajado todo el tiempo, fajao con el sudor de mi frente, y vaya a ver cómo yo vivo muerto del hambre, porque mi papá me decía que el hombre no roba» -le dijo él.
-Así es, y eso es lo que dignifica -le respondió ella.
-A veces -continuó él- yo he pasado tanto trabajo, que acostado en mi casa se me han saltado las lágrimas.
-Se puede -precisó ella-, usted va a tener su casa linda, que usted se merece por su trabajo.
-Que Dios me la cuide -deseó el anciano.
El hombre, sorprendido exclamó: «Yo nunca pensé que iba hablar con la primera dama».
La esposa del presidente ordenó que lo ayudaran, reparándole su casita y mejorando sus condiciones de vida.
Manzueta entregó casi 30 años de su vida al corte de la caña, y tuvo un infortunio. Un día se bañó con agua fría, después de pasar una intensa y calurosa jornada de trabajo. Entonces sufrió intensos y terribles dolores de cabeza, y perdió la visión.
No puede valerse por sí mismo: hay que ayudarlo en todos sus quehaceres.-