Para todo persona amante de los principios democráticos, tiene que aplaudir y celebrar el empoderamiento ciudadano de ciertos sectores que de manera entusiasta enarbolan la bandera de la transparencia y el fin de la impunidad. Destacamos la parta sana de dicho movimiento, quienes canalizan sus sentimientos sociales de justicia y progreso por dicha vía, y que logran conectar con un segmento de la población con necesidades insatisfechas.
Sin embargo, su permanencia en el tiempo está constantemente amenazada por sectores políticos que amplifican y sobre-dimensionan dicha acción con la intención de capitalizar para sus propósitos electorales. Se ufanan de ser parte de un movimiento de carácter social, cuando en esencia son unas piezas claves del engranaje político partidario.
Desde hace varias décadas, los movimientos populares están de capa caída, puesto que la dinámica social le fue afectando, de manera principal con el paso de dirigentes sociales y connotadas figuras de la sociedad civil, que pasaron formar parte de alguna organización política y en otros casos a realizar funciones estatales, trayendo como consecuencia el debilitamiento de las organizaciones sociales.
Parecería que ahora ocurre todo lo contrario, dirigentes políticos invaden los espacios de actores comunitarios y gremiales; trasladando con dicha acción su descrito personal a una causa que todos apoyamos sin la necesidad de inmiscuirnos en búsqueda de beneficios personales, políticos o comerciales.
Los partidos políticos de oposición son importantes para la salud de la democracia cuando juega el rol que le corresponde. Y para ello es imperativo en primer lugar fortalecer sus estructuras internas y articular una narrativa atractiva para la población votante, que tiene en cada certamen electoral la oportunidad marcar el rumbo del país, y en segundo lugar dar los pasos necesarios para la articulación de una fuerza política capaz de presentar propuestas de políticas sociales y estructurales, con figuras que generen credibilidad.
A un año de las últimas elecciones, no conozco que el principal partido de oposición haya hecho una evaluación y muchos menos realizar cambios en su dirección, más aún cuando su presidente es uno de los encartados en el expediente de Odebrecht. La gran interrogante es saber a ciencia cierta cuál es el plan de la oposición desde el punto de vista político, pues parecería que todas sus esperanzas están centradas en dos direcciones: por un lado contribuir en el éxito de movilizaciones populares, y por el otro atacar la principal figura política dominicana y de mayor simpatía.
El otro punto, es el arcoíris de organizaciones partidarias que asumen el color verde, pero todos conservan la creencia de tener las condiciones para encabezar una boleta en el nivel presidencial, tal como ocurrió en el pasado proceso electoral, que no fueron capaz de estructurar una propuesta unificada.
Ante el actual contexto de demanda social y la debilitada oposición política, recuerdo la frase proverbial de ¿Quién pone el cascabel al gato? Unaviejísima fábula y que se le atribuye a varios autores, y que narra la historia de un grupo de ratones que deseaban salir de la ratonera para ir a buscar comida pero que les era imposible hacerlo debido a que siempre eran sorprendidos por el felino, y cito: El ratón más anciano se aclaró la voz y dijo: “Estoy seguro de que ninguno de nosotros ha sido feliz últimamente debido a nuestro común enemigo, el gato”. Todos los ratones asintieron con la cabeza. El anciano ratón continuó: “Tenemos que actuar juntos y pensar en un plan para deshacernos del gato.
Haciendo un paralelismo llego a la siguiente conclusión: la oposición no ha sido capaz de pensar juntos y mucho menos actuar juntos; y algunos personajes de la marcha verde han identificado mal a su enemigo. La honra del presidente Danilo Medina, se mantiene inmaculada a pesar de que muchos centraron sus esperanzas en destruirla con el señalamiento de una persona, que hoy cumple una condena en Brasil.
Sus acciones gubernamentales en el campo de la transparencia, la no interferencia en la Justicia en los casos de corrupción, y el fortalecimiento del ordenamiento jurídico interno, son una muestra fehaciente de que nuestro presidente está comprometido e identificado con las demandas que promueven los “sectores sanos” del país. De ahí que aún mantiene una popularidad de un 52% y ocupa el quinto lugar en el ranking mundial de aprobación ciudadana de todos los presidentes del planeta.