Cualquiera de nosotros podría pensar que la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET) hizo una investigación de campo en la que determinó que los evangélicos son quienes contaminan la ciudad y el sistema de transporte público con el ruido que producen cuando cantan, oran y predican el poderoso mensaje del Evangelio a los usuarios del Metro y el Teleférico de Santo Domingo y se los prohíbe, porque alterarían la tranquilidad durante el viaje.
Para que la OPRET pueda justificar su desacertada prohibición, debe mostrar a la opinión pública nacional, que la comunidad evangélica registra el más alto porcentaje de violaciones a la Constitución, a las leyes y las buenas costumbres en nuestro país. Si presenta este dato su irracional medida resultaría viable, pues, de lo contrario, es improcedente.
¿Olvida la OPRET que es una entidad estatal, que debe garantizar la libertad de conciencia y de cultos en el país? Así lo establece el Artículo 45 de la Constitución Dominicana para todas las instituciones públicas.
Si fuera cierto que los evangélicos alteramos el orden público y violamos las buenas costumbres con la predicación del poderoso mensaje del Evangelio en los espacios públicos, la prohibición de la OPRET tendría sentido.
Sin embargo, eso no ha ocurrido nunca con la comunidad evangélica nacional, razón por la cual, la OPRET y las demás autoridades competentes saben, muy bien, quiénes son los que alteran el orden público y las buenas costumbres en nuestro país.
¿Por qué no disparan sus cañones a los que verdaderamente producen la contaminación sonora del medio ambiente? ¿Por qué su dedo acusador no señala a quienes producen ruido estridente para promover intereses políticos egoístas? Que señalen a los que anuncian eventos artísticos y a los que escandalizan con juegos de todo tipo en las aceras. ¿Por qué no enfrentan y controlan el ruido que producen los colmadones y los vendedores ambulantes? ¿Por qué no prohíben y eliminan el lenguaje obsceno que se utiliza en los medios de comunicación y en los espacios públicos contra el orden público y las buenas costumbres?
Estos males reclaman a las autoridades competentes regulación, control y eliminación urgentes. Sin embargo, quieren hacerlo con los evangélicos, quienes se dedican a promover valores como el amor al prójimo, la fe cristiana, la paz, el respeto, el bien común, el orden público y las buenas costumbres. ¿Se incurre en irrespeto al hacer esto?
Es injusto, de parte de la OPRET y otras autoridades competentes, atribuir a la comunidad evangélica la contaminación sonora que hay en los espacios públicos. No busquen la fiebre en la sábana. Por favor, búsquenla en el enfermo, como dice un popular refrán.
Ojalá nuestras distinguidas autoridades, imitaran a Dios, quien no da por culpable al inocente ni por inocente al culpable (Nahúm 1:3) y entendieran que la predicación del Evangelio beneficia a la sociedad, porque cambia la manera de pensar, las actitudes y actuaciones negativas de sus ciudadanos y ciudadanas, sin importar el estrato social a que pertenezcan.
Llegó la hora de entender que el Evangelio es el único medio que da poder a una persona para no cometer adulterio y fornicación y para no practicar la idolatría y la hechicería.
El Evangelio evita que cometamos homicidios y tengamos enemistades, contiendas, pleitos, celos, ira y enojo contra otras personas. También impide que sintamos envidia y andemos en borracheras, orgías y muchas otras prácticas pecaminosas (Gálatas 5:19-21)
El Evangelio proporciona una nueva naturaleza a la persona que se arrepiente de sus pecados. Le da la naturaleza divina, por medio del Espíritu Santo, para que deje de pecar.
Ejemplo de ello fue el caso del famoso pandillero puertorriqueño, Nicky Cruz. Dios le cambió la manera de pensar, actuar y lo convirtió en una nueva persona. Vea la película “La Cruz y el Puñal” para que lo compruebe.
Necesitamos promover y difundir la enseñanza, conocimiento, fe y obediencia a la Palabra de Dios en los hogares. También, en las escuelas, universidades y demás espacios públicos. De esa manera, tendremos familias más sólidas e instituciones públicas y privadas que funcionen mejor en el manejo del dinero.
En consecuencia, se debería asignar, mediante ley, un tanto por ciento del presupuesto nacional para promover, difundir y enseñar el poderoso mensaje del Evangelio, como estrategia efectiva para bajar la alta tasa de delincuencia y criminalidad que afecta a la sociedad dominicana en este momento.
Así que, hermanos cristianos, utilicemos el poderoso mensaje del Evangelio para sanar nuestra sociedad de los males que les afectan.
Por: Enrique Aquino Acosta