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19 de abril 2024
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OpiniónAlejandro A. TagliaviniAlejandro A. Tagliavini

Urgente llamado humanitario

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La ajustada elección, contra todas las encuestas y una fuerte campaña mediática anti Trump, evidencia dos temas. Primero, los medios están alejados de la gente, y deberán hacer cambios o van a perecer frente a las personas y sus aficiones a las redes sociales. Segundo, muchas personas, sino la mayoría silenciosa, no quieren las cuarentenas y demás represiones al derecho humano de la libertad. Y el mundo deberá entenderlo o arriesgarse a lamentables protestas, cada vez más violentas, en todo el mundo.

McQuillan y Koehler dicen que Biden va al socialismo. Apoyaría el Green New Deal -una toma de control estatal camuflada sobre el cambio climático-, un sistema bancario administrado por la Reserva Federal y el Servicio Postal con control sobre el dinero, y ampliaría el muy deficiente Medicare. Todo financiado con más impuestos que siempre pagan los pobres, porque los ricos los esquivan aumentando precios o bajando salarios.

No sé si tienen razón. Para empezar, los políticos no cumplen su palabra. Y tampoco creo que Trump sea un adalid de la libertad, no lo votaría. Pero el problema global más grave hoy son las cuarentenas y demás represiones estatales y Trump las terminaría. Y todo por un virus que causó la muerte de menos del 0,02% de la población global cuando la gripe española, por caso, mató al 2,4%.

Argumentar que el virus podría desarrollarse exponencialmente es ciencia ficción frente a una catástrofe real, no supuesta, provocada por estas cuarentenas de la que, por razones de espacio, solo veremos la desnutrición.

El libre mercado no es el que la derecha conservadora dice: la libertad para las grandes corporaciones. Todo lo contrario, es ausencia de coerción -violencia, policial- estatal, que favorece a los poderosos, de modo que las personas comunes puedan trabajar e interactuar en paz. Y de aquí la eficacia del mercado porque, mientras el Estado se impone violentamente, las personas cooperan logrando la eficiencia dado que, al ser voluntarias las interacciones se realizan solo cuando ambas partes ganan, obtienen lo que prefieren.

Así, como muestra Suecia, las sociedades en libertad resuelven las epidemias con eficacia cuando la violencia del Estado llega al punto de que, la policía del Reino Unido, advirtió que es un «deber cívico» delatar a los vecinos que violan las restricciones. Me recuerda a los delatores de judíos ante la Gestapo.

Por las restricciones, según la OIT se perdieron 305 millones de empleos. Los agricultores se ven afectados por bloqueos que limitan el acceso a sus tierras, plantar o cosechar o acceder a los mercados y vender productos o comprar insumos. Ya 1,5 millones de neoyorquinos, en la ciudad más cosmopolita del globo, dependen del reparto de alimentos. Pero más grave es lo que cuenta Oxfam, organización en todo caso de izquierdas: 12.000 personas por día morirían de hambre por las cuarentenas, aunque Oxfam y la ONU son bastante incoherentes y lo atribuyen “a la pandemia y a las restricciones de los gobiernos”.

Seamos claros: quienes no trabajan es porque el gobierno lo impide. Según la ONU, el número de personas en crisis nivel de hambre se elevará a 270 millones a fin de año, 82% más que en 2019. Y esto en un planeta en el que sobran alimentos, dice Oxfam.

Y por esto hago un sincero llamado humanitario: terminar de manera total y definitiva con toda represión estatal.

Por Alejandro A. Tagliavini*

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