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24 de abril 2024
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OpiniónCésar FragosoCésar Fragoso

Una lección que los políticos deben aprender

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Participar en la política se ha convertido en uno de los elementos más importantes de los dominicanos para cambiar su status social.

Como si se sacaran la lotería, vemos personas que antes de ser favorecidos por una posición política llevaban una vida de grandes limitaciones económicas tienen un cambio radical en un corto período de tiempo y pasan de ser paupérrimos a pobres, de pobres a clase media y de ahí a clase alta.

Esta es una de las principales razones por las cuales cada día más gente se integra al quehacer que les permitirá llegar a cambiar sus vidas, ya sea que logren  una posición en base al voto popular, o mediante una designación en un puesto público, como favor o pago por haber apoyado al partido o candidato que gracias a su esfuerzo llegue al poder.

Es común ver como familias enteras se destacan por el antes y el después de integrarse y lograr el éxito en los temas relacionados a los aspectos políticos, llegando algunos apellidos a convertirse en los más famosos tanto de sus colectividades como de todo el país.

El logro alcanzado es tan notorio, que son ellos los que se convierten en los más populares ante los demás, no solo por la posición económica que llegan a sustentar, sino también porque gracias al poder que tienen, se convierten en los que  ayudan a todos sus relacionados y seguidores.

Ser Regidor, Alcalde, Diputado, Senador, Gobernador, Director, Ministro, Presidente o estar al frente de cualquier posición del Estado, significa la ostentación de un bienestar social y económico que se magnifica de manera proporcional a las posibilidades de manejo de personal y de dinero que les da el puesto.

En muchos casos, ciudadanos que no están acostumbrados a manejar grandes sumas de dinero se ven ante la posibilidad de decidir qué hacer con el presupuesto de una institución del Estado y, cual si fuera de su propiedad, comienzan a usar los recursos de forma antojadiza y siempre aplicando la norma de obtener ganancias personales de todo lo que significa el uso del dinero.

Muchos se inventan nóminas fantasmas en las que colocan una serie de personas que ni se enteran de sus nombramientos para quedarse ellos con los pagos correspondientes.

En los casos de compras de diversos tipos, se las arreglan para agregar artículos que luego utilizan para sí mismos o sus allegados y, frecuentemente, crean compañías con testaferros las cuales usan para ganar las licitaciones que por Ley deben hacerse para las contrataciones de trabajos y obras en las instituciones que dirigen.

Otro elemento que acostumbran aprovechar los políticos es beneficiarse del tráfico de influencias que les da la posición que ostentan y reciben grandes sumas de dinero como pago por lograr influenciar en la consecución de negocios a empresarios proveedores de obras y servicios al Gobierno.

Esta práctica que se viene usando en la República Dominicana en todos los gobiernos que hemos tenido, marca tanta diferencia para muchos que, quienes les conocen se sorprenden por el repentino cambio de posición social y económica que de repente les ven y que no tiene ninguna explicación lógica pues, ni son empresarios que han logrado el éxito en sus negocios, ni se han sacado la loto.

Lo bonito del caso es, que se pavonean de su éxito y, cual si fueran artistas caminando por la alfombra roja en un evento de premiación, andan exhibiendo su  riqueza, sin importarles en lo más mínimo el hecho de que todos saben que han llegado a tener todo su dinero en base al uso indebido de los recursos bajo su responsabilidad.

El tema me viene a la mente por lo que está sucediendo con los políticos, de todos los partidos, que han comenzado a mencionarse como corruptos responsables de haber recibido sobornos de parte de la constructora ODEBRECHT.

Esos distinguidos señores que hoy son señalados como posibles responsables de haber desfalcado el Estado con grandes sumas de dinero, llegaron a sus posiciones políticas con el fin de enriquecerse y, sin pensar en que sus acciones podrían ser descubiertas, se aprovecharon hasta el máximo del poder que representan o tuvieron, para acumular riquezas indebidas.

Hoy, que la sociedad exige su juicio y encarcelamiento, en caso de ser encontrados culpables de malversar los fondos del Estado, aparecen cabizbajos y con rostros de arrepentimiento, unos queriendo justificar sus acciones diciendo que se les persigue desde el Gobierno por ser contrarios al mismo y otros queriendo tapar el sol con un dedo al decir que se pasan más de 6 horas conversando animadamente y entre amigos en la oficina del Procurador general de la República.

El país está exigiendo una respuesta precisa y objetiva de parte de la justicia dominicana que demuestre que, trabajar con honestidad y no llegar al Estado a enriquecerse, es una lección que los políticos deben aprender.

 

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