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23 de abril 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

Un tesoro familiar

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Estamos en días de organización casera: mantenimiento, cambio de colores, recambios de tapices, etc. Para que se de la organización debe pasar antes una “desorganización”. ¡Literalmente, la casa está casi patas arriba!

Y es bueno. Al revisar lo que tienes te das cuenta de lo que realmente necesitas, y de lo que ya puede estar de más. Luisa se encarga, es la coordinadora general de esos eventos.

Con la tarea nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que vamos acumulando, casi ni nos acordamos que las tenemos. Encontramos otras que basta con verlas y de inmediato afloran sentimientos, esos que sobrecogen.

Pues Luisa, nuestra querida sureña oriunda específicamente de El Tamarindo, Galván, dentro de todo lo que movió y resguardó estaban las cartas de Ligia, mi amada hermana fallecida hace tantísimos años.

Un tesoro familiar.

Eran las que ella enviaba desde su llegada a España, cuando casó con Tomás Olivares y fueron a vivir en el 1992 a Benidorm, su primer domicilio. Estaban igual a como iban llegando, organizadas en una bolsa que incluía hasta copias de una gestión que hizo por ante el Juzgado de Paz de Primera Instancia en La Guardia, Pontevedra.

Mi papá le había encomendado localizar y enviarle las actas de nacimiento y de bautizo de nuestro abuelo, Manuel García Lavergne, y no dudó en escribirle hasta al cura párroco de la Parroquia de La Villa, provincia de Pontevedra, perteneciente a la pujante comunidad autónoma de Galicia.

Nos reencontramos con ese detalle, pero también con otros.

Sus embarazos, luego los nacimientos de Samanta y Carolina, nunca perdimos detalles. Las primeras palabras de las niñas, su exigencia de los bautizos (o aquí o allá, pero de compadres sus hermanos), las celebraciones de padres, madres, Navidad, cumpleaños, etc., todo fue documentado y narrado.

Cuando no era por escrito lo hacía por teléfono, esto si entendía que tardaría mucho en llegar la próxima carta. Llegó a enviar recetas de cocina, medidas para que mi mamá hiciera trajecitos hermosos a las párvulas, y hasta medicinas.

Si, las medicinas (Monomack 40 mg) que usaba mi papá en algún momento decidió que las de allá eran mejores. Porque eso sí tenía: medalaganaria y autoritaria como ella nadie más.

Tuvo la dicha siempre de vivir en lugares hermosos. Escogió el sureste español -en la Comunidad Valenciana- y Palma de Mallorca en Islas Baleares, al final de su vida. Justo en Palma terminó, ahí decidió morir.

Además de inteligente, era una mujer pragmática. Decidida, vertical y trabajadora incansable.

Con todo lo que tenía siempre le quedaba tiempo para escribir. Le gustaba expresar sus sentimientos y lo hacía de forma epistolar. Nos escribió el más mínimo detalle de su vida…menos aquel del que no nos dimos cuenta.

Reía, pero lloraba en silencio. Nunca se quejó. Amó con su vida, tanto, que olvidó que podía vivir.

Perdimos a tres físicamente. Sentimos dolor por no disfrutar de su presencia, pero transformamos su recuerdo en alegría.

Preferimos evocar sus gestos, la gracia que nos provocaba cuando intentaba cantar y bailar (que mala era para eso, Dios), sus carcajadas, sus salidas geniales en cada metida de pata, el alboroto al hacer huevos fritos. ¡Le encantaban los huevos! Bendecía a cada gallina por ponerlos.

En fin, hoy, seguimos recordando sus vidas a través de tus cartas, Ligia.

Dios con todos nosotros.

Por: Clemencia García Damirón

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