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23 de abril 2024
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OpiniónEnrique Alberto MotaEnrique Alberto Mota

“Un país muy especial”

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Como decía un anuncio publicitario de hace ya varios años, “este es un país muy especial”. En las últimas semanas, el ambiente político ha estado dominado por el tema de una posible reforma a la Constitución de la República.

Pero ese debate, o como quiera llamarse, presenta algunos aspectos verdaderamente interesantes y que dan pie a la afirmación que hacemos sobre los aspectos particulares de nuestra República Dominicana.

Tanto los que están a favor como los que se oponen a la debatida iniciativa afirman con vehemencia, por diferentes vías,  tener los votos necesarios en el Congreso para conseguir sus propósitos.

Los contrarios a ese posible intento de reforma a la Carta Magna han realizado las más diversas actividades, tanto dentro como fuera del país, con la finalidad de evitar que un proyecto de esa naturaleza sea sometido y conocido en el Congreso Nacional.

Se han realizado marchas hasta de motoristas, que por primera vez en la historia política del país participan en un debate sobre un tema del cual se les supone poca competencia y del que hasta el momento habían expresado muy escasas—si algunas—opiniones.

Entre los manifestantes en contra de  una posible reforma también se cuentan numerosos congresistas de ambas cámaras legislativas, quienes, en caso de que finalmente sea sometido el proyecto, tendrían en sus manos la suerte de esa iniciativa, y que afirman actuar como defensores a ultranza de la carta sustantiva de la nación y celosos guardianes de la democracia.

O sea, que esos congresistas desdeñan de esa forma el escenario natural—donde cobran sustanciosos sueldos—en que se supone debían dirimir la conveniencia o no de una reforma constitucional así como de cualquier otro tema de interés  nacional.

Esos congresistas tienen la prerrogativa de decidir con sus votos la aprobación o rechazo de la cancaneada reforma constitucional, en caso de que finalmente sea sometido un proyecto en ese sentido.  ¿Por qué no esperar, entonces, a que la bola esté en su cancha, en vez de emprender acciones que no siempre están en consonancia con su calidad de legisladores y que en ocasiones perturban el desenvolvimiento de las actividades cotidianas y producen preocupación entre la mayoría de los dominicanos?

Si la respuesta a esa pregunta es que temen que algunos de sus compañeros sean sobornados, como se ha reiterado en varias ocasiones, eso equivaldría a una confesión sobre la venalidad de un número considerable de los integrantes de nuestro Congreso, y por consiguiente, de la poca credibilidad de que son merecedores.

¿De qué democracia hablamos entonces y qué importancia le debemos conceder a la Constitución si son los propios legisladores quienes confirman que la aprobación o rechazo de una iniciativa legislativa depende de la cantidad de dinero que se pague para ello?

Pero hay otra pregunta que esos paladines de la democracia y sus compañeros de causa deben responder: La Constitución inhabilita al actual presidente a optar por un nuevo mandato de cuatro años, ¿pero lo inhabilita también a pretender que se reforme el aspecto de la Carta Magna que impide esa nueva postulación?

Esos son solo algunas inquietudes a las que busco respuestas, pero, cualesquiera que éstas sean, me hacen afirmar que, en efecto, este es un país muy especial.

Por Enrique–Tuto–Mota

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