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19 de abril 2024
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OpiniónJose OgandoJose Ogando

Un análisis orientado a fortalecer la democracia

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Al dedicar estas líneas a la democracia es inexorable obviar a Crick cuando señaló que “la democracia debe ser la palabra más promiscua en el mundo de los asuntos públicos, es la amante de todos y aun así consigue conservar su encanto, incluso cuando el enamorado ve que sus favores son compartidos por muchos otros que desde su punto de vista no los merecen”.

En esencia lo que significa la democracia es una forma de gobierno y a su vez un mecanismo de acción social que no puede ser excluido de ningún sistema político, aun con sus defectos. El gran estudioso de la democracia Tocqueville se expresó así de la misma “la democracia no es la mejor forma de gobierno; pero si la única posible”, en ese mismo sentido  Winston Churchill afirmaba que “la democracia no es perfecta; pero es la mejor opción para los sistemas políticos”. Por ello la necesidad colosal de buscar en sus debilidades inherentes, las fórmulas de su fortalecimiento. La democracia, al igual que Anteo en el mito griego, tiene el don de permanecer joven y fuerte siempre y cuando mantenga los pies bien plantados en el suelo de su madre, la Tierra. De ahí, que la democracia necesita de la fertilidad y la protección de quienes la representan y la sostienen.

Una de las debilidades o uno de los enemigos que más daño le hacen a la democracia es la ignorancia, todo ese inmenso poder que reposa en las mayorías desinformadas le abren las puertas a los demagogos, quienes llevan a desencadenar las más funestas desgracias sociales. Alfred Croiset llegó a señalar que “el enemigo más temible de la democracia es la demagogia”.  Aristóteles también señaló que “en las democracias, las revoluciones son casi siempre obra de los demagogos”. Desconocer el origen de los hechos en los que se toma participación, proporciona un fácil acceso a la manipulación por parte de los demagógicos, quienes no es exactamente que sean inteligentes, sino más bien que no son sinceros en razón de sus intereses individuales, obedeciendo solo a su fin sin importar el medio.

Al igual que Platón al señalar que “el precio de desentenderse de la política es ser gobernados por los peores hombres”,  Tocqueville alertó que el déficit de participación de personas dotadas en las filas de dirección política, conlleva un riesgo enorme. Fue la instauración de una dictadura plebiscitaria en los años treinta a partir de las condiciones de la democracia de la República de Weimar que le dieron la razón.

Darle un mejor rumbo a la democracia es posible con la sincera participación de personas que sí persigan derramar un bienestar colectivo, James Wilson tuvo gran razón cuando señaló que “cuanto más alta se erige la pirámide del poder, más amplia debe ser la base”, esa amplia base que sostiene al gobierno es la confianza del pueblo, que debe ser ganada con hechos.

 

Por José Ogando

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