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19 de abril 2024
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Trayectorias Literarias Dominicanas

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Rafael Abréu Mejía

Nació el Santo Domingo el 4 de febrero de 1939 y murió en esa misma comunidad el 6 de junio de 2004, a los 65 años de edad.

Artista gráfico, poeta y entusiasta contertulio. A pesar de no haber concluido sus estudios secundarios, creció en una familia (la suya) muy ligada al arte de la palabra, de quienes posiblemente asimiló su amor por la lectura y su entusiasmo por la escritura. Perteneció a la promoción de Post-Guerra. En una antología del escritor y bibliógrafo dominicano Miguel Collado, encontramos que fue cofundador de varios espacios literarios, tales como Grupo “La Antorcha”, organizada en 1967, en el que compartió espacio con los poetas Enrique Eusebio, Alexis Gómez Rosa, Mateo Morrison y Soledad Álvarez; también del Grupo Cultural “Cacibajagua”, con los poetas Víctor Villegas y Carlos Gómez Doorly; y posteriormente el Grupo “Auge” junto a sus colegas Tony Raful Tejada, Mateo Morrison, Federico Jóvine Bermúdez , Andrés Luciano Mateo y Tomás Castro Burdiez.

Rafael Abréu Mejía formó parte activa del Movimiento Cultural Universitario (MCU) y colaboró en la división de publicaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Estuvo al frente de las revistas Mosaico Cultural, Bloque y Actividades. También mantuvo una columna en el suplemento del periódico La Noticia, la que bautizó con el nombre “Al pie de las letras”. Fue un amante de la poesía oriental.

En su haber bibliográfico de Rafael Abréu Mejía se encuentran una buena cantidad de títulos, todos del género poético: La luz abre un paréntesis; Hai Q Ram; Ámbito del ser profundo; Con las manos en mi alma; El antilibro de las cuchufletas; Peccata minuta; Poesía inorgánica; Mi casa y otros lugares; Después de la pólvora; Transmutaciones y Pájaros de piedra. Además de estas obras, parte de su producción se encuentra publicada en diferentes periódicos, revistas y cuadernillos especializados en literatura.

La Bibliografía pasiva de Rafael Abréu Mejía es muy considerable, porque gran parte de los escritores de prestigio de nuestro país han recogido en volúmenes sus impresiones sobre este prodigioso autor; tales como el mismo Miguel Collado (que bien le conoció y ama su producción), Pedro Conde Sturla, Alberto Baeza Flores, Carlos Gómez Doorly; Alexis Gómez Rosa, Mateo Morrison y Franklin Gutiérrez, entre muchos más.

Tomado de la misma antología de referencia, la de Miguel Collado, expondré más adelante algunas opiniones importantes sobre Rafael Abréu Mejía:

El Premio Nacional de Literatura 2010, Mateo Morrison Fortunato, estima que su presencia (la de Rafael Abréu Mejía) tan cercana a él en una fraternidad inolvidable, le permitió cotidianamente recibir su influjo amistoso y poético. Por eso, siempre pidió un espacio para él, porque sabía que se lo había ganado. Sabe también que los lectores, al tener contacto con la antología en cuestión, estarán de acuerdo con él en que Rafael Abréu Mejía fue un auténtico poeta, ejemplo de humildad y de consagración sin estridencia, en la búsqueda del auténtico ser humano a través de la profundidad del alma.

El también Premio Nacional de Literatura, versión 2014, Tony Raful Tejada, considera que las constantes búsquedas (de Rafael Abréu Mejía) en las más variadas formas poética, lo llevó a ser el más prolífero cultor del haiku en nuestro país, pero no fue sólo un poeta de esta importante modalidad oriental de asumir la poesía. Textos como “Homenaje a Rimbaud”, “Mi casa y otros lugares”, “Felicidad conyugal”, “Evocación de la nostalgia” y “El cementerio de Paul Valery” forman parte de la tradición poética dominicana, que la generación de post-guerra o joven poesía aportó a nuestro mundo de las letras.

Finalmente, la fuente principal que me sirvió de base para este trabajo, el académico Miguel Collado, asegura de manera muy poética, que el grado de elevación espiritual alcanzado por Rafael Abréu Mejía y su sorprendente comunión con la naturaleza, razón de ser de su poesía de corte oriental, quedaron evidenciados al hacer triste entrada al camposanto el cortejo fúnebre: allí, como una corona de luces multicolores, esperaba hermosamente imponente un arcoíris, que luego desapareció al descender el féretro en las fauces de la tierra… como si acaso ese fenómeno de luz decidiera guiar el alma de nuestro poeta hacia el infinito.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un poema de Rafael Abréu Mejía:

La muerte de un poeta

 Pregunté si estaba,

si dormía,

si pensaba,

si escribía.

Me dijeron que no.

 

Pregunté si estaba enfermo,

solo, triste, cogitabundo.

Me dijeron que trabajaba,

que estaba haciendo

            su último trabajo,

que buscaba su alma

            en la materia fría

para llenarla de siglos.

 

 

Por Ramón Saba

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