Encontrándome en Casanay, Estado Sucre, Venezuela, el 23 de diciembre de 2019, quedé admirado por la belleza de sus paisajes, destacándose los balnearios de sus canales naturales llamadas pozas, en el lugar de Pantoño, sus fértiles tierras al pie de la zona montañosa de Sucre, en el Municipio Andrés Eloy Blanco, cuyo nombre lo lleva en honor al poeta, político y abogado venezolano, autor de la famosa poesía y canción Píntame angelitos negros; aunque bastante afectada la economía del lugar, debido a la crisis que los afecta, tomo la decisión de pernoctar allí y esperar el nuevo año 2020.
El patricio Juan Pablo Duarte, antes de asentarse en el Estado Apure, recorrió gran parte del oriente y occidente de Venezuela y finalmente estableció residencia en la región Achaguas y por su amable carácter personal, creó gran amistad con el párroco del lugar, el Padre Juan Bautista Sangenis, con quien aprendió el idioma portugués, dada la proximidad del lugar con la frontera con Brasil y para subsistir en aquel difícil lugar, se dedicó a negociar con los indígenas las pieles de caimán, para luego venderlas en Brasil.
Durante los días 24 y 25 de diciembre, en la apacible comunidad de Casanay, poblada de gente amigable, que conservan sus tradiciones cristianas navideñas, degusté la autóctonos platos venezolanos, las hallacas, arepas, ensalada de pollo, tequeños y otros exquisitos paladares y por qué no, libando el exquisito ron Carupanés1800, así como agradando mis oídos y pies, con los ritmos venezolanos, las gaitas navideñas, ballenatos y joropos, en un cálido ambiente familiar.
Debido a lo inhóspito del lugar elegido por el patricio Duarte y las tantas dificultades que padecía allí, su amigo, el Padre Sangenis, lo convenció de que trasladara su domicilio al centro de Achaguas, más próximo a las márgenes del río Apure, donde a mediados del siglo XIX, solo existían edificios de barros y caña de bajareque o fajina (sistema de construcción de viviendas, a partir de palos o cañas entrelazadas y barro que las recubren, de tradición indígena), pero tenía importancia éste lugar, pues allí se encontraban refugiados, intelectuales, políticos y militares desertores, venezolanos, inconformes con los gobiernos de los hermanos José Tadeo Monagas y José Gregorio Monagas, debido a que la casi totalidad del territorio de Venezuela se encontraba en manos de los terratenientes. El patricio cultivó allí buenos amigos, al través de los cuales se mantenía al tanto de los acontecimientos políticos y sociales, dentro y fuera de Venezuela, incluyendo los de su amada República Dominicana; asimismo practicaba la lengua portuguesa y permaneció en dicho lugar hasta el año 1856, es decir a diez años de haber abandonado Caracas y encontrarse totalmente desconectado de su familia.
Llegado el 26 de diciembre de 2019 y con el deber de hacer un alto, para honrar la memoria del libertador de éstas hermosas tierras del cono sur, el General Simón Bolívar, dirigí mis pasos al pueblo de Carúpano, ubicado en las costas del mar caribe, al noreste del Estado Sucre, justo a unos 20 kilómetros de Casanay, entre las penínsulas de Araya y Paria y luego seguir tras las huellas del patricio.
AUTOR: QUÍRICO RESTITUYO DICKSON
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