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20 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

Transfuguismo, no lo hay

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El transfuguismo no es  un accionar  que crea problemas a la actividad política nacional. Lo que falla es la visión  de los partidos políticos. Donde no hay ideología,  principio y  concepto de clases, no hay transfuguismo. A lo más que se llega es a corrupción, irresponsabilidad y cambio de chaquetas.

En partidos maleados por la corrupción y la aplicación antidemocrática de los reglamentos, el cambiar de bando es prácticamente una nota diaria.  Los partidos son nidos de oportunistas, de ventajistas, de buscadores de mejor vida.

De ahí, que nadie sienta tener responsabilidad con un grupo determinado. No hay derechas, no hay izquierdas, no hay centro, la única realidad es que las agrupaciones que accionan en la política son entidades para lograr beneficios.

La etapa inicial en que los partidos escogen a sus cuadros directivos, es el primer síntoma de los despropósitos. Para llegar a un cargo, hay que tener el apoyo y el señalamiento por el dedo de los principales dirigentes. Nadie puede llegar  a un cuadro direccional en base a méritos o trabajos desempeñados.

En los partidos los dirigentes se eternizan. Nunca abandonan la posición. No dejan pasar a la juventud. No se someten al escrutinio de la militancia. En ese  panorama, hay entrada y salida de personas que consideran no se les satisfacen sus aspiraciones.

Para conseguir una diputación, hay que invertir hasta diez millones de pesos. Nadie,  y es el sentir de muchos que llegan a cargos electivos,  se siente comprometido con el nicho donde obtuvo sus votos. Consideran que invirtieron su dinero o fueron  señalados  por un dirigente. Las tendencias tienen más fuerzas y recursos que el partido en su conjunto.

De ahí que hay dos o tres que hablan de transfuguismo en el país. Lo primero para que se de esa variante es que los partidos deben dejar de ser clubes personales, y pasar a ser verdaderos conglomerados de masas. Hoy, A un partido se va a buscar beneficios personales, a levantar el ego, son muy pocos los que piensan en el bien colectivo y en ayudar a la comunidad pobre.

Hay que acabar con la práctica de ir a la actividad  política para lograr riquezas. De olvidar los postulados de que haya equidad social. Hay que retornar a servir a la comunidad. No puede haber fidelidad a partidos políticos, sino hay conciencia, ni patriotismo, ni seriedad, ni honradez, solo conseguir dar un salto social.

Cambiemos la carta de la actividad  política, que hoy es fea, dolorosa. No busquemos excusas ante las inconductas. No puede haber un código de moral y de ética, donde todos salen con el cuchillo entre los dientes, abriéndose camino a como dé lugar, sin importar ni consecuencias, ni ofensas. La política es una actividad muy noble, y su rescate sacará a los mercaderes del templo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

Por Manuel Hernández Villeta

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