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19 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Tomás Hernández Franco

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Nació en el seno de una familia acomodada en Tamboril (antiguamente Peña), provincia Santiago, el 29 de abril de 1904 y  murió en la ciudad de Santo Domingo el día 1 de septiembre de 1952.

 

Poeta, ensayista, cuentista, diplomático, orador,  periodista y diplomático. Estudió derecho en Francia, pero no culminó la carrera. Fue redactor del diario El Progreso en La Vega y compartió la dirección del periódico La Información con el extinto presidente Joaquín Balaguer, desde donde desarrolló una intensa campaña de prensa contra el gobierno del presidente  Horacio Vásquez, convirtiéndose en partidario del posteriormente dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien le recompensó nombrándole en importantes cargos diplomáticos, que le permitieron participar en misiones culturales en varios países europeos y latinoamericanos.

Dirigió los Cuadernos Dominicanos de Cultura, junto con Héctor Incháustegui Cabral, Rafael Díaz Niese, Emilio Rodríguez Demorizi y Pedro René Contín Aybar. Cultivó la llamada poesía negra junto al poeta nacional de Cuba, Nicolás Guillén, a Luis Palés Matos, de Puerto Rico, y al dominicano Manuel del Cabral. Integró junto a los notables poetas Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui Cabral y Pedro Mir, la generación de los Independientes del 40.

 

Su legado escritural está compuesto por importantes títulos como Rezos bohemios, Capitulario, De amor, inquietud y cansancio, La poesía en República Dominicana, El hombre que había perdido su eje, La más bella revolución de América, La fuerza espiritual de un pequeño país, Canciones del litoral alegre, Apuntes sobre poesía popular y poesía negra en las Antillas, Yelidá (su obra cumbre), CibaoEl asalto de los generales, Poemas de mi otro yo, Obras literarias completas (Estudios, notas y compilación del poeta y editor José Enrique García). Son muchos los artículos que, acerca de este autor y su principal obra, se han publicado en revistas y periódicos de circulación nacional.

 

En mi caso en particular, siento mucha admiración por este poeta, pues su obra Yelidá es para mi humilde opinión, el poema dominicano más representativa de nuestras raíces, desde muchas vertientes. No niego que, inclusive, he llegado a manifestar que así como se ha reconocido a Pedro Mir como Poeta Nacional; la obra, que es primero que el autor para estos casos, debería postularse a Yelidá como el poema nacional; en el cual se encuentra mucha analogía con la poesía negroide del poeta cubano Nicolás Guillén y nuestro Manuel del Cabral. Es importante señalar que fue en El Salvador, mientras desempeñaba un cargo diplomático, donde el 18 de diciembre de 1942 que Tomás Hernández Franco publicó Yelidá en Ediciones Sargazo, en una edición privada de 100 ejemplares numerados realizada en los Talleres Gráficos Cisneros. Allí publicó también la conferencia Apuntes sobre poesía popular y poesía negra en las Antillas.

 

El escritor, articulista y maestro Manuel Mora Serrano nos dice que Tomás Hernández Franco era un hombre de elevada estatura, fornido y un ejemplar humano de gran belleza física y de recio carácter, que en París por los años veinte llegó a coquetear poéticamente con el surrealismo, en su primera juventud fue un modernista tardío como veremos en muchos de sus poemas, eso no le hubiera importado tanto como saber que sus flamboyanes  o sus samanes debajo de los cuales  escanciaba el ron Bermúdez en abundancia, están todavía dando sombras.

 

En el discurso de iniciación como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, de la cual hoy es su director, el ensayista Bruno Rosario Candelier, expresó que una de las claves del éxito de “Yelidá” es la confluencia, en su estructura poemática, de las dos tendencias literarias contrapuestas: el realismo y el subjetivismo. El poeta Tomás Hernández Franco estaba consciente de lo que hacía, pues quería empalmar la corriente realista, dominante en la poesía dominicana, a la imaginativa, única forma de lograr un poema de largo aliento creador.

 

Finalmente, el ensayista y narrador José Alcántara Almánzar,  estima que este no reivindica con su este poema al negro porque el blanco termina imponiéndose. Sus conocimientos del voudu y de la mitología escandinava completan el material con el que Hernández Franco estructura su poema, cargándolo con las misteriosas connotaciones de dos culturas opuestas, e ilustrando así el perenne conflicto emotivo en que viven los pueblos de América en su fusión y entrecruzamiento de razas. Definitivamente Hernández Franco es uno de los poetas fundamentales del siglo XX dominicano.

 

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un fragmento del poema Yelidá de Tomás Hernández Franco:

 

Otro después

Con alma de araña para el macho cómplice del espasmo
Yelidá por el propio camino de su vientre
asesina del viento perdido entre los dientes de la gruta
ahí se estaba vegetal y ardiente
en húmeda humedad de hongo y de liquen
caliente como todo lo caliente
cosa de hoja podrida fermentada en penumbra tiempo y luna
hecha de filtro y de palabra rara

en el agua del charco con su verde y su larva
y su ala a medio nacer y su andar de meteoro
Yelidá deshojada a sí y a no
por éxtasis de blanco y frenesí de negro
profunda hacia la tierra y alta hacia el cielo
en secreto de surcos y en místico de llamas.

 

Por Ramón Saba

 

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