Este es un tiempo dominado por la información, o digámoslo más genéricamente por la exposición. Así incluimos a los constantes mensajes falsos que proliferan por todas partes por las vías modernas en que la gente los recibe y los reproduce.
Eso ayuda a gobernar, mientras la información buena y verdadera fluye oportunamente, pero también hace mucho más delicada la función pública. Los funcionarios terminan creyendo que el silencio siempre es oportuno o que pueden dominar cualquier filtración que se escape fuera de las líneas de control y casi siempre acaban envueltos entre las patas de los caballos.
Es tiempo de falsedades abundantes y que se multiplican, y en que las pasiones pueden más que lo racional.