De entrada lo quiero dejar establecido: si los candidatos, de cada uno de los partidos, de cara a las primarias y de otras modalidades, no centran su accionar y esfuerzos en enarbolar ideas y propuestas y sintonizar con las aspiraciones ciudadanas, tendremos una competencia de “alcancías” financieras-electorales de variopintas procedencias, sin excluir las de dudosa reputación, que harán, de este proceso pre-eleccionario –tras el control de los poderes públicos- el más degradante, sucio y violento que registre nuestra historia política contemporánea; además, del más inverosímil mercado electoral de compraventa de “simpatía” y donde las bajas pasiones y uso perversos de redes sociales y noticias falsas, marcaran la dinámica del proceso.
Por ello, se hace necesario que los actores políticos (líderes y partidos), JCE, sociedad civil, instituciones educativas y poderes fácticos consensuen un protocolo mínimo de decencia política-electoral que, a su vez, siente las bases para una ruta de participación civilizada -de cara a febrero y mayo de 2020- que rompa con toda la tradición de gallera-electoral –llámese, “ñamerismo” político o picas-picas disfrazados de candidatos, amén de los tradicionales actos de violencias que a veces terminan en tragedia-.
Dicho lo anterior –y en pos de que se eleve nuestra cultura política-electoral de civilidad-, esperamos que, esta misma semana, los actores políticos (partidos y candidatos) nos convoquen a ese pacto de civilidad por una campaña política-electoral de propuestas, debates, decencia y civilidad ciudadana, reduciendo al máximo: campaña sucia, compraventa de simpatías, uso perverso de redes sociales, noticias falsas; y sobre todo, el tentar contra la honra publica de cualquier candidato, sin pruebas y no procediendo con el debido encauzamiento judicial.
En otras palabras, que nadie acuse o denuncie a un determinado candidato que no pueda demostrar ni llevar a los tribunales. ¡Digámosle no!, a los francotiradores de honras y reputaciones ajenas. Pero, igual, en caso de que alguien tengas pruebas, que proceda con responsabilidad ciudadana, pues, probablemente, le estaría ahorrando al país el ser representado por delincuentes y farsantes –en caso, por supuesto, de comprobase, tales denuncias, en los tribunales.
En consecuencia, y como soy un militante político –adherente a la corriente del danilismo- que ejerce su derecho a opinar, anuncio mí pliego de reglas mínimas para contribuir a ese proceso político-electoral y de adecentamiento de la actividad política: a) centrarme en las bondades y fortalezas del candidato de mi preferencia, b) resaltar y promocionar, sin panfletismo, las propuestas programáticas de ese candidato, c) contribuir a la necesaria cultura de un código del perdedor; y d) en el caso del PLD, mi partido, no dar cabida a campaña sucia alguna a si sea contra un candidato nuestro o de la oposición.
De pronto –y como ven-, ya tengo dos cosas definidas: a) Un candidato –Gonzalo Castillo-, y b) la propuesta de un protocolo de decencia política-electoral.
Por Francisco S. Cruz