Santo Domingo 23 / 31 Soleado
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23 de abril 2024
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OpiniónVictor Elias AquinoVictor Elias Aquino

Tengo que contarlo

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Decir que “ el tránsito en Santo Domingo es un caos”, es un cliché; pero vivirlo  al calor de cada día es como una tele realidad en tiempo real  que se manifiesta en  discusiones con secuelas de agresiones que en ocasiones  han degenerado lamentablemente en  muertes de personas que pudieron evitarse si hubiera mediado el diálogo  como personas civilizadas.

Entro en materia.  En los últimos dos años he tenido que frenar en forma abrupta mi vehículo porque alguien hace lo propio; yo logro parar en seco el  viejo Nissan, pero el de atrás no lo consigue pese a los esfuerzos denodados, y el resultado está ahí, bumper roto, micas y baúl dañados.

Conseguir el pago de  algunas compañías de seguros en materia de choques , es un proceso largo, como los amores de antaño.

Todo comienza con la declaración policial, luego el acopio del seguro, copias de licencias, cotización de piezas rotas y cotización de un taller ; lo cual se presenta al tasador de la compañía de seguros y empieza la  espera. Ese tiempo varía entre los 60 y 75 días.

No está demás, mencionar el regateo entre el afecto y los tasadores antes de que te entreguen en mencionado cheque.

Siempre pensé que lo peor del tránsito es que un delibery te choque, o  que un motociclista en sentido general te raye el vehículo.  Pero recientemente me pasó algo distinto, un caballero, de la cuarta edad manejando un mediano camión, dejó rodar su vehículo, en y en  cuestión de segundos me destruyó la parrilla delantera el Bumper,  parrilla y bonete.

De nada sirvió que intentara tocar la bocina del vehículo, no tocó y en segundos la parrilla rodó en pedazos como muñeca de plástico y cristal; sólo tuve  que hacer un pequeño esfuerzo para quitar un clip solitario que sostenía el vehículo.

Por más de dos horas intenté convencer al adulto mayor de ir  a la  Autoridad Metropolitana del Transporte a presentar la denuncia, era como si le hablaran de satanás, no quería. Su licencia estaba vencida.  Me ofreció llevar el carro a un taller, después de más de dos horas de diálogos infructuosos.

Finalmente, él consigue que un amigo de él  desabollador haga el trabajo. Compró los materiales de pintura y la parrilla, y en cinco días el carro estuvo listo.  Me sentí mal conmigo por desconfiar. Los milagros ocurren.

El dueño del taller era un cristiano, prometió entregar el carro en tres días y así lo hizo, aunque el responsable del choque no pagó a tiempo los  daños. Verdaderamente no tenemos el control de nada. Dios tiene el control…

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