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25 de abril 2024
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Temer se va con un rechazo récord, un legado de reformas y juicios pendientes

Temer se va con un rechazo récord, un legado de reformas y juicios pendientes
Michel Temer, presidente saliente de Brasil. (Foto: Fuente externa)
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EL NUEVO DIARIO, BRASILIA.- Michel Temer le entregará el poder este 1 de enero al ultraderechista Jair Bolsonaro y dejará la política con una tasa de rechazo histórico y un legado de profundas reformas, pero también con cuentas pendientes ante la Justicia brasileña.

El mandatario, de 78 años, ha anunciado que este 1 de enero, al traspasar la banda presidencial a Bolsonaro, pondrá fin a su vida pública, de la que se despide con una tasa de aprobación del 9 %, la menor de la historia reciente y pese a que casi la duplicó en las últimas semanas, en las que salió del 5 % que mantuvo como media.

La tasa de rechazo a su gestión, también histórica, roza el 80 %, en tanto que casi un 10 % la considera «regular».

Aún así, fue durante las últimas décadas uno de los políticos más influyentes del país, mantuvo un escaño en el Parlamento desde 1994, presidió tres veces la Cámara de Diputados y lideró a lo largo de 15 años el partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB).

En 2010 aceptó acompañar como candidato a vicepresidente a Dilma Rousseff, con quien ganó las elecciones de ese año y las de 2014, pero en ese segundo mandato la relación con la mandataria se rompió en medio de un creciente malestar social.

Temer formalizó su divorcio político de Rousseff en una explosiva carta que divulgó a fines de 2015, en la que dijo sentirse como un mero «accesorio» y un vicepresidente «decorativo».

Engrosó entonces a una oposición que ya articulaba un proceso de destitución contra Rousseff por irregularidades fiscales y que consiguió mayoría en ambas cámaras para finalmente despojar de su mandato a la primera presidenta de Brasil.

Temer la sustituyó interinamente en mayo de 2016, cuando Rousseff sufrió su primera derrota en el proceso de destitución, y de forma definitiva en agosto de ese año, cuando la mandataria perdió el cargo.

La mayoría parlamentaria formada para desalojar a Rousseff se plegó a favor de Temer, quien reveló entonces su cara reformista y su intención de «cambiar al país» así fuera a costa de su propia imagen.

Impulsó impopulares reformas que establecieron límites para el gasto público para las próximas dos décadas, alteró la legislación laboral a gusto de los empresarios e implantó un régimen que abre la puerta a una total informalización y a una consecuente precarización del trabajo.

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Se justificó en que heredó el Gobierno en medio de una aguda recesión, que entre 2015 y 2016 causó una caída de casi siete puntos porcentuales del PIB, y en que era necesario «modernizar» la legislación y también reducir el tamaño del Estado, sin valerse de populismos.

«Los actos populistas son irresponsables porque producen un buen efecto (de imagen) mañana, pero un desastre pasado mañana», repitió una y otra vez, para explicar la impopularidad que marcó su gestión.

A mediados de 2017 se aprestaba a consumar su mayor reforma, la del régimen de jubilaciones, con la que buscaba recuperar un sistema virtualmente quebrado, pero el enorme apoyo que tenía en el Congreso se esfumó de un día para el otro con graves denuncias de corrupción.

Fue denunciado por vínculos fraudulentos con la empresa cárnica JBS y se convirtió en el primer presidente brasileño en ejercicio que fue objeto no de una, sino de dos denuncias formales por parte de la Fiscalía.

Sin embargo, el mismo Congreso que ya le había dado la espalda a su programa de reformas impidió su desafuero y, al menos mientras estuviera en el cargo, le libró de los tribunales.

A partir de ese momento, su Gobierno comenzó a languidecer y su ímpetu reformista se apagó con el tiempo, lo cual causó una virtual parálisis de un Ejecutivo que pasó a ser casi «decorativo», así como el propio Temer se sentía cuando aún era vicepresidente de Rousseff.

El mandatario se quedó solo, al punto de que para las elecciones de octubre pasado, ganadas por Bolsonaro, el gobernante MDB postuló a la Presidencia al exministro de Hacienda Henrique Meirelles, quien mantuvo a Temer y a su impopularidad alejados de su campaña.

Hace diez días, en los estertores de su Gobierno, fue denunciado nuevamente por la Fiscalía por un decreto que firmó en 2017 y que habría favorecido ilegalmente a una empresa del sector portuario.

Las dos denuncias anteriores y esta nueva estaban en la órbita de la Corte Suprema, pero una vez que Temer deje su cargo le esperarán en tribunales de primera instancia.

«No tengo la menor preocupación con eso», dijo hace dos semanas, cuando aseguró que su conciencia está «tranquila» y probará que es «inocente» desde su propio bufete de abogados, al que se reintegrará tras una vida dedicada a la política.

 

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