El pasado 5 de diciembre ocurrió la tragedia más luctuosa que registra la historia de la industria dominicana: la explosión en la empresa Polyplas en Villa Agrícolas. Esta dejó un saldo de ocho personas fallecidas, decenas de heridos y una comunidad notoriamente afectada.
Desde ese momento han circulado muchas versiones. Se ha cuestionado la declaración preliminar del Jefe del Cuerpo de Bomberos del Distrito Nacional. Algunos han presumido el ocultamiento de información importante que permita la elaboración de un informe serio y apegado a los hechos. Además, le han atribuido a la señora Stella León, socia presidente de “Engage”, empresa que se dedica a la comunicación corporativa e institucional (especialmente al manejo de situaciones de crisis), ser quien ha conducido, desde el primer momento, las estrategias de comunicación para sortear las consecuencias que habrá de sufrir, su cliente: Polyplas.
Comunicadores, expertos y empresarios se han referido, privada y públicamente, acerca del manejo extraño que ha tenido la situación desde el ámbito de la comunicación estratégica. Contradicciones, declaraciones inoportunas e incoherentes, nerviosismo, ocultamiento, medias verdades o medias mentiras; son las expresiones que han predominado en esta catástrofe. De ahí se podría argüir deshonestidad e irresponsabilidad por parte de la empresa de plásticos. Pero, aunque no sea así, ya el daño está hecho.
Para completar esa trama discordante se filtra un audio en el que se ha dicho que conversan la Sra. Stella León, el Sr. Manuel Diez, propietario de Polyplas, y, el Sr. Arturo Santana, propietario de Propagas. Lo peor que pudo pasar. Tal filtración no resulta beneficiosa para ninguna de las partes.
Se escucha en quien ha sido identificado como el señor Arturo Santana, una voz compungida, alterada y con ciertos ánimos de negociación. En cambio, las voces atribuidas a los demás interlocutores podrían denotar la intención deliberada de provocar exaltación por parte del llamado Sr. Santana. Parece ser una grabación recogida por un aparato distinto al que operaba la llamada, lo que nos hace preguntarnos lo siguiente: ¿Por qué grabar una llamada que se supone habría de procurar una solución en conjunto para tan lamentable hecho? ¿Por qué susurrar en una conversación que habría de suponerse de buena fe, seria y transparente (sin hablar de la línea discursiva que seguía la parte de Polyplas y su manejadora)? ¿Por qué grabar o filtrar únicamente esa parte y no la totalidad?
Seguramente, la primera pregunta en responder sería la última. De la cual resultaría “despedido o cancelado un empleado inocente”. A quien se le atribuiría la responsabilidad de querer dañar a la fabricante de plásticos, o de ser la persona “utilizada o infiltrada” por la empresa vendedora de gas.
De esa filtración se puede interpretar que, erróneamente, se ha pretendido resolver esta crisis generando otras crisis. Por consiguiente, se podría advertir un franco desconocimiento de las técnicas de la comunicación estratégica moderna que establecen que las crisis de este tipo se resuelven, guste o no, entre otras cosas, dando el frente con la verdad.
Por un lado, se escuchan dos personas con la intención de salir eximidas de esta calamidad y, por el otro lado, a una persona trabajadora con edad suficiente como para ser padre de quienes amenazan con destruir, a toda costa, los alegados 60 años de esfuerzo y sacrificio de este último.
Un manejo distinto pudo evitar el sonido inclemente de los tambores de guerra, siempre y cuando, el equipo hubiese comenzado por decir la verdad.
Por Borja Medina Mateo