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23 de abril 2024
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OpiniónEmilia Santos FríasEmilia Santos Frías

Soy  de un país que protege a  las  mujeres

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“Lo que no queda escrito, la memoria lo suele olvidar. Las palabras, las ideas, tienen poder, por eso es importante saber cómo las ponemos a la orden de la opinión pública”. Así me dijo hace dos años una destacada colega, durante un taller de actualización profesional. Hoy mi mente repasa sus acertadas y enfáticas oraciones, ante la penosa realidad: las mujeres, las niñas y otras poblaciones vulnerables, como envejecientes e integrantes de la comunidad LGBTIQ, continúan encabezando titulares de periódicos, pero siendo protagonistas de noticias que cuentan tragedias,  o son  colocadas en  las páginas rosas, donde generalmente, las banalizan.

Hoy el compromiso de las comunicadoras y los comunicadores sociales, es grande y apremiante, para cambiar esta realidad. Es necesario despojarse de la desidia, mirar más allá de las narices, para hacer el balance. Quizás contar historias distintas, noticias con profundidad y corazón, como nos enseñaron en la academia; apegada a valores éticos morales, que contribuya a la cultura y cambio de comportamiento en la población. Esas que hacen aportes, que favorecen  la oportuna garantía de derechos de las personas. Quizás ese sea el norte.

En ocasiones impotente o para olvidar por un momento esta tribulación, en las noches, salgo de paseo con Morfeo; hacemos un viaje de casi ocho horas, en las que le cuento de dónde vengo: soy de un país que forma a hombres y mujeres en igualdad de derecho, y la expresan mediante ejercicio de ciudadanía real. Un país donde la justicia no es flexible ni corrupta; de gente educada,  que acciona políticas públicas pertinentes. Un lugar maravilloso, colocado en la más hermosa media isla del Caribe, donde no existe  analfabetismo.

Un país orgulloso de sus raíces, de sus luchas reivindicativas y de sus grandes mujeres, como Yolanda Guzmán, Juana Saltitopa, Florinda Soriano (Mamá Tingó), Andrea Evangelina Rodríguez Perozo.

Cada noche le recuerdo que ese país, del que vengo, hace unas décadas no conocía de forma masiva el Internet, por tanto, las redes sociales no fijaban el estatus social. En él,  los hombres no asesinan a las mujeres, por el contrario, celebran sus aportes y el legado de las que ya partieron con el Todopoderoso. Cada noche le hablo a Morfeo de las inolvidables Sagrario Ercira Díaz y  de la adolescente Altagracia Amelia Ricart Calventi. Ambas abonaron con su sangre el terruño dominicano para que en nuesto pais haya libertades sociales.

En mi país se garantizan los derechos humanos. Un país que no conoce la palabra feminicidio, porque en su territorio no existe ese tipo de crimen.

Mientras Morfeo me escucha cada noche, le cuento que  en mi país, aplaudimos en 1992, y gritamos de alegría a todo pulmón, el premio Nobel de la Paz, obtenido por la lideresa indígena guatemalteca, Rigoberta Menchú. Una  mujer que escribió su propia historia, la que puso al servicio de su gente. Mi media isla tiene millares  de esas.

Le digo que vengo de un lugar donde los líderes políticos son “pencos”, es decir, fuertes; robustos, pero en formación profesional, en carisma popular, sensibilidad social y otros valores universales adquiridos en el hogar. Soy de un pueblo, donde las  posiciones laborales se obtienen por meritocracia.

Una nación donde si una mujer denuncia vulneración de derechos es raudamente protegida por el sistema judicial. Soy de un lugar donde nunca se ha firmado un acuerdo judicial amañado para beneficiar a quien delinque!

Un país sin víctimas bochornosas, ni del sistema de justicia ni del sistema político. En mi país no hay que hacer marchas o caminatas, para obtener la atención de los gobernantes ante  distintas problemáticas. Nosotros no  tenemos pandemias, ni de salud ni sociales.

Al despertar, cada mañana, mis musas y yo, recargadas, agradecemos  a Dios, por  permitirme ser parte del país mas hermoso y de una generación inquieta, que procuró formarse. Sensible con sus conciudadanos, que se ocupa y preocupa por sus semejantes. Esa misma, que creció escuchando las canciones de corte social y boleros románticos, en voces de Ramón Leonardo, Ana Belén, Víctor Manuel (el original), Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Los Guaraguo, José Luis Perales y la  Nueva Trova Cubana. Yo vengo de ese tiempo. Por eso, sufro la situación de vulneración que padece actualmente, la mujer y la niña dominicana . Parece  que están más desprotegida en sus hogares, que fuera de ellos.

Y vuelvo  cada noche a viajar. Siento que en ocasiones Morfeo no me cree. Dice que me escucho presuntuosa,  pero yo sé que es añoranza.

Por Emilia Santos Frias

santosemili@gmail.com

La autora reside en Santo Domingo, Rep. Dom.

Es educadora, periodista, abogada y locutora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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