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19 de abril 2024
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OpiniónCarlos Martínez MárquezCarlos Martínez Márquez

Sin pies ni cabezas

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‘’El desorden almuerza con la abundancia, cena con la pobreza y se acuesta con la muerte’’.
Benjamín Franklin

Medito, hasta el hastío, respecto a la sociedad de hoy, que la violencia ha sido un ingrediente
inestable y voluble, cuya ebullición por su alta temperatura y efervescencia, genera el caos, en
que las autoridades, no tienen los mecanismos de control, para colocarle un torniquete al tejido
social, que se ve amenazado de entrar en un proceso de putrefacción, en el cual, no habría
antibacterianos de última generación, que acabe con la infección que azota con el dolor y el sentir
de las buenas costumbres y convivencia entre ciudadanos.

Así, como anda la cabeza en casa, de ese modo se manifiesta en nuestros hijos; la vida es objeto
de permuta, cuyo desprecio a la misma, le ha restado valor y razón de ser. Estamos dentro del
vientre de una medusa, que solo muestra sus tentáculos y por demás desordenados, pero no así,
su calamorra, que siempre pende del buen juicio y sensatez, en un estado de equilibrio que
determine la suerte de los demás.

La vida, es un reto, vivirla a diario: tenemos el desafío de saber lidiar con el sujeto que nos
topamos de frente, el pedestre que se despierta mal humorado, con el ‘’pie izquierdo’’- (como
decimos comúnmente)- el que conduce a una velocidad avasallante, que casi roza con la placa del
vehículo que va delante, vociferando como becerros por las calles, con un gesto desaprensivo e
irrespeto a los demás, sin tomar en cuenta la integridad del ciudadano.

Salgo a las calles con el corazón en la mano, no sabemos en qué momento ocurra un percance con
el motociclista, el guagüero del colectivo, la chatarra que lleva en su trasero una ‘’bomba de
tiempo’’, que con cualquier colisión, pone en peligro la vida del usuario, por tan solo veinticinco
pesos, la ceguera de las autoridades que regulan el tránsito, que por demás, empeoran los
entaponamientos, tratando de controlarlo y los reguladores automáticos (semáforos) en su
mayoría sin energía, que no rinden un servicio eficaz.

Las autoridades tienen la obligación,
(permanentemente) de buscar soluciones, en renglones puntuales que atañen a la violencia.

La misma, no es per se, la que tenga que ver con el daño físico, si no, con la parte emocional, cuyo
daño es mayor. La presión psicológica, a la que nos vemos sometidos, es un tema recurrente.

La falta de civismo y de paso, la carencia de sensatez en la gente; nadie respeta a nadie, el odio y el
desprecio, es un sentimiento anti- natura, que se apodera de la racionalidad y el equilibrio cívico.
La sociedad anda acéfala y cuadripléjica, nadie se inmuta, las autoridades, han soltado sus
deberes que les competen, a nuestra suerte. Sálvese quien pueda! Esa es la actitud.

Cada día, al despertar, taciturno, me pongo de pies, medito con un sorbo de café, mientras le doy
un repaso a la prensa, salto las páginas de violencias a algo más alentador. Me refugio en la música
para tomarlo variado, la salud mental… es importante preservarla.

De ella depende que los demás miembros de nuestro cuerpo, se mantengan saludables, porque aquí, recuperarla resulta costosa.
Las atenciones en hospitales son diametralmente opuestas a la realidad que nos presentan las
autoridades.

La manifestación de violencia en todos los sentidos, es diacrónica. No hay, hasta el momento, una
medicación, que contenga una molécula, que ralentice su crecimiento y que a su vez, disminuya
el mal que causa a tantas víctimas en la cotidianidad. Estoy preocupado.
Derechos reservados 2018

Por: Carlos Martínez Márquez

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