El país no puede hacer el ridículo. Es penoso ver cómo tratamos el caso de “Quirinito” y cómo los actores involucrados en ese “fallecimiento” sin tumba se burlan de las autoridades.
No hay muertos sin tumbas, salvo que no hayan sido desaparecidos. En este caso los involucrados están preservando la “integridad” de “fallecido”, que no es más que una manera de burlarse del sistema judicial del país.
Las señales nos dicen por dónde andamos. Y no son buenas. El impedimento de salida de la esposa del “fallecido” y su resistencia de responder a las preguntas de los reporteros es como sacarle la lengua a la sociedad, al sistema de justicia y a las autoridades.
Es preferible ser abusivo que hacer el ridículo.