Podríamos concluir que el estrés que genera la pandemia exacerba la conducta de muchos ciudadanos y que ello incrementa su capacidad de conflictos, rompiendo todos los límites.
Aunque en honor a la verdad es una actitud que se percibe desde antes de los efectos del covid-19. Y es como si se trata de un círculo vicioso, en que se observa que tanto autoridades como ciudadanos no parecen dispuestos a tolerar nada y su vocación para la pelea queda manifiesta al primer intento.
Es algo que se produce en distintos estamentos de la sociedad, como si no excluyera a ningún nivel social. Como si llegamos al punto de renegar de todo tipo de cortesía y la educación más elemental de convivencia.
Estamos intolerantes.