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19 de abril 2024
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Rodríguez Pérez: El editor literario es puente imprescindible entre un manuscrito y una obra de arte

Rodríguez Pérez: El editor literario es puente imprescindible entre un manuscrito y una obra de arte
El escritor, periodista y editor cubano, Rafael José Rodríguez Pérez.
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EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.-El  escritor, periodista y editor cubano,  Rafael  José Rodríguez Pérez, dijo que concibe la  palabra como  el  amor y el respeto que siente por las letras lo llevaron  a entregarse a ellas desde temprana edad,  y lo han moldeado de la misma forma en que un  alfarero moldea el barro, de ahí  que se haga  comprensible y hasta admirable el celo con  el que las cuida, y el rechazo  al maltrato del lenguaje;  a las cosas mal dichas  o mal escritas.

El escritor nació en la provincia de Granma, Cuba,  en 1983,  manifestó “él está decidido a contribuir con la excelencia de las letras en el país, y  lo reafirma en cada nuevo libro que edita”.

Rodríguez dijo que es posible entrar en su mundo  y ver las cosas del modo en que él lo hace,  su sonrisa cálida y la afabilidad con que  trata a todos nos inspira confianza, su acento y su manera de decir las cosas nos confirman que es de los ‘’Nuestros’’.  Oigámoslo:

¿Cómo describes la figura de un editor?

Definió al editor literario como la variante más compleja de todas, tras explica que es un puente imprescindible entre un proyecto de libro y la obra final como una rotunda realidad.

“Obviando los numerosos conceptos que existen,  me encanta afirmar, con una deliciosa simplicidad para un asunto tan complicado, que el editor literario es quien ayuda a convertir un manuscrito en una obra de arte, que es a lo que debe aspirar cualquier libro y autor que se respete, sostuvo.

En una entrevista concedida a la periodista, Noris Vicioso,  el escritor cubano expresó que un buen editor debe tener siguientes características:

En primer lugar, un sentido ético casi elevado a la condición de un don artístico, pues al confiársele un original usted no verá cuerpos desnudos, sino almas.

También dijo que un buen editor protegerá a los autores, si es preciso, hasta de ellos mismos. Debe ser además una persona con suficiente peso intelectual para que sus juicios y argumentos sean escuchados y acatados; sincero hasta el dolor; estar perfectamente actualizado en todo lo que tenga que ver con su campo específico, y con el arte en general, pues de arte se trata; y nunca del simple trabajo “técnico” al cual quieren a veces reducirlo. Por último, el lenguaje y la palabra escrita deben ser sus reinos absolutos, y un buen rey gobierna con mesura, inteligencia y tolerancia.

¿Cómo defines el  libro?

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Como un milagro. Borges lo dijo mejor: “De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo (…) Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”.

¿Cuál es la importancia del  editor en  el nacimiento de un libro?

De algún modo, ya he respondido en las primeras líneas; pero reitero que su importancia es capital. Salvo extraordinarias excepciones, ningún autor es capaz de afrontar solo todo el proceso. Ninguno con suficiente sentido común   se atreve a obviar el trabajo editorial; ni siquiera los propios editores-autores, pues el ojo no se ve a sí mismo. Un libro publicado sin editar o con una edición defectuosa es un acto de irresponsabilidad y una muestra inequívoca de mediocridad intelectual y literaria.

¿En  algún  momento, te has visto en la necesidad de rechazar la edición  de un  libro?  En caso de ser positiva la respuesta, cuáles han  sido  las causas, cómo se lo explicas a  un autor?

Sí, muchas veces. El trabajo más ingrato del editor, pero también de los más relevantes, consiste precisamente en servir de filtro, en seleccionar. No todo puede ser publicado. Cada editorial tiene sus intereses, su línea, y decanta a partir de ello. En ese sentido, las razones para un rechazo pueden ser muchas; pero lo cierto es que los argumentos extraliterarios para juzgar un libro casi siempre son injustos. Para mí, y así funciona o debería funcionar por regla general, la razón primordial para la aceptación o el rechazo es siempre la calidad. Si un manuscrito tiene poca o ninguna calidad, no debe ser publicado por ningún motivo, al menos no en esas condiciones. Entonces se impone un rechazo, que debe ser debidamente argumentado mediante un dictamen profesional. Ahora bien, si el proyecto es salvable mediante una edición profunda, si el autor accede a trabajar duro junto al editor para lograr un producto de valor, la situación cambia. Pero sucede que a veces no hay nada que hacer. Uno se encuentra en verdad cosas terribles… En ese caso, sigo una pauta simple: no tomo en serio a quien no toma en serio lo que hace. La literatura es arte, no hobby ni relajo. A quien la ama y respeta, incluso a quien la teme, lo respeto y ayudo; a los otros,  no quisiera ni verlos.

¿En la época del Denbow, el reguetón, la gorra hacia atrás, y programas tecnológicos que hacen  libros,  cuál crees tú que sea  el mayor reto al que se enfrenta un editor?

El reto del editor en estos tiempos es el mismo de todos: adaptarse, servirse de las nuevas tecnologías y ponerlas a jugar a nuestro favor, y no a la inversa. Ver cada nuevo avance como una oportunidad de crecimiento que nos ayude a ser profesionales más completos, pues pase lo que pase, los seres humanos seguiremos escribiendo, sobre el soporte que sea; en cuanto al brutal pragmatismo y la grosería que parecen imponerse, pues toca levantar valladares de inteligencia y belleza para salvaguardar las cosas esenciales, especialmente todo aquello que nos permite una comunicación auténtica.

¿Crees que en la República Dominicana, se valora en  su justa dimensión  la figura del editor?

No. Para ser franco, la figura del editor apenas existe aquí. Hay incluso gran confusión en ese sentido: se les llama editores a los impresores, mediadores o gestores culturales que publican libros sin ton ni son, sencillamente porque pueden. Es una situación muy nociva. Al parecer, demasiados creen que el editor es prescindible y encarece el proceso inútilmente. Sin embargo, pagan lo que sea para publicar disparates. He visto algunos libros que cierro de un tirón, con una mezcla de susto y vergüenza. Algunos lo hacen por ignorancia, porque sencillamente no se enteraron nunca, ni nadie les advirtió, que existen especialistas para revisar sus libros; a esos, se les perdona un tanto; ahora, a aquellos que prescinden de un editor a propósito, por soberbia, tacañería, ínfulas de grandeza o simple estupidez, es imposible perdonarlos. Con esos no hay nada que hacer, salvo tomar distancia.

El talento, la preparación y la seriedad con las que has asumido el compromiso de la edición te han permitido avanzar e ir ganando espacio dentro  del mundo  de la literatura nacional.  ¿Cuáles  son las mayores fortalezas, debilidades y retos a los que se enfrentan los autores dominicanos?

Hay mucho talento en este país, y casi todo está por descubrir; pero para aquellos que saben ver, y escuchar, las señales son inequívocas. Recuerdo que la primera vez que vine, hace ya algunos años, invitado a una Feria Internacional del Libro, me impresionó el sincero interés literario que encontré por doquier, especialmente en niños y jóvenes. Recuerdo que después de una de mis charlas, fui rodeado por una especie de “comando swat” de chiflados por la literatura que me atacaron a preguntas; de entre ellos, salió un adolescente de extraordinario aplomo que me dijo, mirándome a los ojos, que estaba escribiendo una novela y, sin transición, empezó a narrármela con tal pasión que me vi a mismo, 20 años antes, abrumando a mis profes y amigos con los interminables monólogos creativos de futuras novelas. Ese día, supe que amaría este país, que tal vez ya lo amaba, y que regresaría.

De modo que las fortalezas están ahí, latentes; en cuanto a los retos, los de siempre y en todo lugar: ofrecer oportunidades a los más nuevos, reunirse en comunidades de intereses, eliminar la cerrazón de los supuestos círculos “sagrados” que terminan por derrumbarse solos en la decrepitud prematura del conocimiento que no se comparte, o de la “enseñanza” vertical, impositiva, falsamente superior de los “consagrados” o “elegidos”. Creo, además, aunque es un proceso que ya ha comenzado, que es preciso ir ampliando la visión de que este es un país esencialmente de poetas, y no porque sea incierto, pues ese es un timbre de gloria, sino porque es una verdad que ya no abarca toda la realidad.

¿Según  tu experiencia, qué es lo peor que le puede pasar  a un autor  y a su libro?

No ser leídos.

Recientemente, desde playas extranjeras  nos han llegado  buenas noticias de escritores jóvenes dominicanos que están triunfando y   sirviendo  de embajadores de nuestra cultura. ¿Cuál crees que sea   la mejor obra literaria escrita por un dominicano en los últimos tiempos?

Ya con Dominicana me pasa lo mismo que con mi amada Cuba. Los triunfos de los míos, donde quiera que estén, los siento como propios. Cada uno de esos premios, sobre todo si son literarios, me alegran y me llenan de orgullo. Cuando me entero, me dan unas ganas tremendas de conocer a esos premiados y ofrecer mi amistad, mis servicios, mi tiempo, de ponerme a sus órdenes. Si la información llega por las redes sociales, de una vez le estampo un “Me encanta”; e indefectiblemente coloco un comentario: “¡Brilla, Cuba!” La primera vez que lo hice con Dominicana, sentí una sensación placentera; y después, con este vicio palabrero que padezco, me di cuenta de que también podía escribir: “¡Brilla, Quisqueya!”; bueno… y ahí sí fue ya la felicidad… ¡Dos opciones para designar la misma belleza! ¡Es demasiado bueno!

En cuanto a la mejor obra literaria escrita por un dominicano en los últimos tiempos, no me siento con fuerzas suficientes para opinar aun en ese sentido. Creo que llegaré a ello, y será naturalmente solo mi opinión. Ahora sería irresponsable, pues tengo demasiados vacíos que, aunque estoy llenando a toda prisa, me impedirían acaso ser objetivo y justo.

¿Con qué género literario te sientes más cómodo trabajando?

Edito y corrijo de todo, incluso literatura científica, pero mis grandes amores son el cuento y la novela. Ahí me luzco de veras, y lo disfruto al máximo.

A pesar  de la importancia del trabajo que realiza,  el  editor es una figura invisible ¿crees que eso debe cambiar?

Para un buen editor, hay un tipo de invisibilidad buena, y es cuando una obra brilla por su esmerado trabajo de edición. Ese es el premio. Saber que lo hiciste posible y que no hay nada que señalar. Lo sabe el autor, lo sabe usted, lo sabe la gente que tiene que saberlo. No hace falta más. Las otras “invisibilidades” son malas, todas ellas.

¿Qué crees de los críticos literarios?

Creo que cumplen una extraordinaria función. Son útiles, necesarios, y si son en verdad competentes, existen para recordarnos que todos somos falibles y para descubrir significados y nociones que habitan en nuestros textos y de los cuáles, a veces, no teníamos ni idea; de modo que un buen acercamiento crítico enriquecerá siempre una obra.

¿Qué le dirías a alguien  que sueña con escribir pero que no tiene la experiencia?

Que lea de manera fanática, al menos mil páginas por cada una que se atreva a escribir, que escoja a uno, dos o tres maestros, de preferencia grandes escritores, y los imite sin pudor hasta que empiece a escuchar su propia voz. Si persiste lo suficiente, esta florecerá de a poco entre voces extrañas, y terminará dominándolas.

Les diría también que si quieren hacer un corte verdaderamente profundo en la realidad que vive o vivió su país,  calar en las esencias de la tierra a la que llaman Patria, comprender el espíritu de ese pueblo al que aman, que se dispongan a escribir cuentos y novelas, con toda el alma. No lograrán ese alto objetivo escribiendo manuales de historia, ni panfletos sociales ni discursos o programas políticos de ninguna índole, pues jamás ningún poder estatuido logró redimir la interioridad de los seres humanos. Solo lo lograrán escribiendo cuentos y novelas. En ellos, en las corrientes subterráneas de sentido que fluirán por sus páginas, en los personajes, angustias, contextos y esperanzas que sean capaces de reflejar, respirará el país hondo, múltiple y confuso; es decir, el país verdadero.

 

 

 

 

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