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23 de abril 2024
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René Peguero Rodríguez

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(Esta entrega presenta al INTELECTUAL NÚMERO 200 de esta serie de publicaciones, para orgullo y satisfacción de quien suscribe, en la que dejo constancia de mi agradecimiento por la acogida de que han sido objeto.)

René Peguero Rodríguez nació en Santo Domingo el 17 de agosto de 1961.

Narrador, arquitecto y profesor universitario. Es Arquitecto, graduado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y posee un diplomado en educación superior, mención académica de la Universidad Iberoamericana (UNIBE).

Ha realizado cursos sobre literatura contemporánea y teoría y análisis de la narrativa en literatura y cine. Fue profesor en la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad Pedro Henríquez Ureña; de la escuela de Arquitectura del Instituto de Ciencias Exactas y actualmente es profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana (UNIBE). Es vicepresidente de Dumé Papelería & Stationery, empresa dedicada al ramo de papelería y enseres para la escuela y la oficina.

 

René Peguero Rodríguez ha participado en charlas y conferencias en la Universidades O&M, APEC, Instituto Loyola y varios centros educativos y culturales.

En su haber se cuentan ya importantes títulos que amplían la bibliografía nacional en el género de la narrativa.  Cinco novelas: La Semana, Memorias de un Anfibio, La Libélula, El hombre de las siete vidas y Desaparecidas. En el renglón de cuentos: Déjame que te cuente estos boleros y Estos no son cuentos chinos. Actualmente tiene listas para impresión otras nuevas producciones, sobre todo novelas.

René Peguero Rodríguez ha recibido importantes reconocimientos, siendo el más relevante hasta el momento haber sido el ganador en la categoría de Cuentos en el 6to. Certamen Literario de la Universidad Iberoamericana (UNIBE), en el año 2014.

El periodista y escritor Ubi Rivas considera que, sobre su primera novela “La Semana”, nació un novelista con esta obra que nos atrae como las partículas ferrosas a un imán, consiguiendo leerla y saborearla de dos largos trazos en sus ciento cuarenta y nueve (149) páginas saturadas de angustias y suspenso.

La poeta Grisel Lerebours estima que aventurarse en la escritura de René Peguero Rodríguez es toda una experiencia lectora, porque este autor construye con dedicación sus historias, las recompone desde la aparente simpleza de la realidad cotidiana y más inmediata, utilizando sus destrezas escriturales con arte de prestidigitador, para conseguir en el lector la fascinación del hechizado. Su seductora narrativa transita entre la crónica de su época y el homenaje a los símbolos de su generación, a sus raíces, a los múltiples cordones umbilicales plantados en las patrias que reconstruye y rememora.

Aunque son historias personales, en sus relatos subyace (a través de referencias directas, escenarios y situaciones) el trazo de la situación político-social y económica en que se enmarcan.  En sus novelas publicadas hasta la fecha, el discurso narrativo de René Peguero Rodríguez se empeña en evidenciar los matices más desgarradores del drama de la migración, dibujando el impacto personal, familiar y social de ese proceso desmembrador, de amputación de los elementos conformantes del ser, lo que indica que el autor tiene un tema que lo conecta con el cuestionamiento de su realidad.

Leer su obra es una degustación intensa de sabores criollos y foráneos, es sentir una amalgama caleidoscópica de ritmos en la piel y el corazón. Su fantasía tiene el arraigo mítico de la realidad tercermundista y caribeña que nos apabulla, al tiempo que su imaginación está permeada por ese tipo de verosimilitud al que alude Picasso cuando afirma que es real todo aquello que pueda ser imaginado.

El periodista y analista literario José Rafael Sosa, refiriéndose a su obra “Memorias de un Anfibio” externó que René Peguero Rodríguez, arquitecto y escritor, sorprende al lector con una narración que podría no ser del agrado de quienes ven el lenguaje como expresión pura y aséptica, pero que en cambio, por el uso de vocablos populares, de expresiones verbales en las cuales el lineal que define las “malas palabras” de las de uso bondadoso y ordinario, se transgrede exprofeso en función de la obra, lo que produce una inclinación de públicos populares y que tiene escasa actitud por leer literatura formal. Peguero Rodríguez sabe escribir y se destaca por el uso inteligente de la argamasa lectoral, acercando la gente común a la novela como género.

Finalmente, el escritor crítico literario Giovanni di Pietro asegura que “La Libélula” de René Peguero Rodríguez, es una breve novela que trata el fenómeno de la emigración, visto desde el carácter psicológico. Desde ese punto de vista, es un tema muy poco explorado en la novelística del país. En esta Novela, “La Libélula”, podemos notar que el autor es dueño de un estilo natural; estilo que resulta refrescante, en medio de ese desierto de prosa falsamente realista que actualmente prevalece en la Republica Dominicana.

René Peguero Rodríguez es un conversador incansable, quien disfruta explayar sus ideas sobre el acontecer literario dominicano, mismo que él ha abordado con mucha dedicación ya que a su edad puede exhibir una obra relativamente extensa. Hablar con René Peguero Rodríguez es estar frente a un enamorado de la literatura a quien le encanta mostrar sus escritos o analizar otros de notable relieve.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un fragmento de de la novela La Libélula de René Peguero Rodríguez:

 “Esa noche soñé con su hermano, volé con mis duendes por toda la casa, en la sala vimos al ahorcado, colgaba de una pequeña viga de madera, tenía puesto un pantalón color caqui y una camisa blanca de algodón desabotonada. Se le podían contar todas las costillas, estaba descalzo.

Sus pies quedaron a pocas pulgadas del piso. Se había atado una correa negra debajo del mentón y su cabeza estaba inclinada hacia atrás, una hebilla plateada con un alto relieve de un jinete, sobre un caballo, relucía. Tenía los ojos cerrados y su rostro amarillo verdoso, reflejaba la paz de un niño dormido. Me senté a mirarlo un buen rato, luego caminé hacia él y lo abracé, pasé mis manos por su pelo con ternura, me senté frente a él y cerré los ojos. Mis duendes seguían volando por toda la sala.”

 

Por Ramón Saba

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