Los militares en las calles presentan una situación incomprendida para los residentes fuera del territorio. Para un país que vive del turismo, militares en las calles, con trajes de zafarrancho y armas largas, indica problemas. De ahí que luego del golpe de efecto de los primeros días, los guardias deben volver a sus cuarteles.
Ahora hay que ampliar los trabajos de investigación, para de esa forma hacer frente al delito en el momento en que accione. Investigar y luego detener debe ser una máxima de los organismos de seguridad.
Hay que también superar la idea que se tiene del perfil de un delincuente por la ropa que se viste, por la pelada, por los zapatos o por la zona de residencia. El hombre es bueno o malo, sin importar el color de su piel o de donde viene o hacia donde va.
Pero las estadísticas si son claras en el sentido de que a mayor abandono social, mientras se está más cerca de sufrir el cataclismo de la exclusión, hay posibilidades ciertas de que una persona sea atraída hacia cualquiera de las formas de delincuencia. Pero el ser pobre no es sinónimo de malhechor.
En estos días de lluvias, se expone a toda la población a las penurias que pasan los más necesitados. De ahí que se debe hacer buena observación de que de esa miseria salen muchos de los delincuentes. Ser pobre no es ser delincuente. Nunca se puede pensar así. Pero el acorralamiento social lanza muchas personas a tratar de subsistir por cualquier vía.
Tenemos una gran preocupación por los niveles de vida en los barrios dominicanos. Nuestro futuro depende de cómo mejoren las condiciones de vida de la mayoría de la población. Revisemos la deserción escolar. Hay muchos jóvenes que no terminan el bachillerato, y cierran los estudios apenas sabiendo leer y escribir.
Sin tener una profesión, ni instrucciones técnicas, el camino de esa juventud será el estancamiento y la frustración, de donde vienen muchos de nuestros problemas de hoy, y que de seguro se multiplicaran mañana.
Aunque se han iniciado amplias campañas de alfabetización, no hay dudas de que todavía cientos de miles de dominicanos no saben leer y escribir, por lo que no van a encontrar ocupación en el competitivo mercado laboral. Para ellos el camino está cerrado.
Hoy de lo que se trata es de abrir las puertas del progreso para todos los dominicanos, y que de esa forma se mejore el nivel de subsistencia de la población, y por consiguiente se dé un alto al correr de la sangre derramada en asaltos y hechos de violencia. Hay que enfilar a trabajar en esa mejoría. El camino es largo, pero si damos hoy el primer paso, mañana comenzaremos a ver las luces del progreso. ¡Ay!, se me acabo la tinta.
Por Manuel Hernández Villeta