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19 de abril 2024
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OpiniónJOSÉ FRANCISCO PEÑA GUABAJOSÉ FRANCISCO PEÑA GUABA

Reflexiones atrevidas #64 La palabra empeñada (la progresiva pérdida de la confianza en los políticos)

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Al conocer la realidad milimétrica de los partidos políticos de hoy y de cuanto ha acontecido en la política vernácula en nuestro país en los últimos 50 años, he decidido hablar de un tema espinoso, del cual todos los colegas de oficio hablamos de forma oculta, pero nunca hemos decidido dialogar, sin interés alguno de dañar a nadie, les presento esta reflexión, en momentos de gran incertidumbre e incredulidad dirigencial, tratando de que la misma esté lo más apegada a la verdad histórica.

Quien esto escribe, vio como cientos de dirigentes y militantes que trabajaron con dedicación y esmero por sus organizaciones, además de otros dignos ciudadanos que arriesgaron sus vidas y hasta perdieron sus carreras militares por construir la democracia, lo único que recibieron a cambio fue la más abyecta de las ingratitudes, indiferencia y olvido.

Es que una amplia mayoría de los que están en política no tienen palabra, no cumplen sus promesas y no honran con hechos a lo que se han comprometido; más aún, he visto las más taimadas actitudes camaleónicas, de líderes que antes de llegar al poder son una cosa y cuando logran su meta son todo lo diferente, en una especie de adrede simulación o experiencia teatral, de la cual todos hemos sido víctimas en su momento, porque en nuestra nación se ha hecho una regla el no cumplir las promesas electorales y la excepción es honrar las mismas.

Soy vástago de un hombre que hizo de su palabra, su más preciado patrimonio, incapaz de traicionar o darle la espalda al que le colaboró. Eso hizo diferente al inmenso José Francisco Peña Gómez. Leal, consecuente, solidario y agradecido.

Mi padre era de esa estirpe de hombres “que tenían palabra de gallero, y de un corazón que no olvidó nunca los favores y apoyos recibidos, porque más que un líder político, mi progenitor era depositario de una bonhomía propia de un cura de pueblo”.

Nunca le falló a sus amigos, jamás traicionó a sus compañeros y nunca olvidó el compromiso social con su pueblo, muy por el contrario, fue injustamente agraviado por los mismos que con su innegable y carismático liderazgo llevó al Palacio Nacional.

Vi cómo en el cuatrienio 1978-1982 se olvidaron de legendarios y sacrificados dirigentes y de los militares patriotas, actores fundamentales de la epopeya del 1965, para darle espacio a vulgares arribistas. Varios de éstos que jugaron papeles estelares en la acera de en frente, en la difícil y abnegada lucha por la conquista de la democracia.

También viví de primera mano, cómo en el cuatrienio 1982-1986 se excluyó del gobierno a los que más trabajaron, a los artesanos de esa campaña.

Ahí fue sinceramente mi mayor decepción, porque estos marginados del poder fueron las piezas claves del equipo de coordinación de la campaña; vi dejar fuera del gobierno a los que construyeron denodadamente a esa tendencia, como el caso de su coordinador nacional, José Ovalle, y dirigentes de la talla de Tonty Rutinel, Chichí Guzmán y en parte al licenciado José Del Carmen Marcano, encargado de la campaña en la capital entre muchísimos otros cuadros, mientras se benefició con las posiciones más importantes del gobierno a allegados que no hicieron nada o muy poco, por la victoria electoral.

Fue ahí que entendí el significado en política de la popular frase: “el que arma la mesa no come en ella”, porque he visto a tantos darlo todo por una causa y a vulgares ventajistas cobrar injustamente por el trabajo ajeno, cosa muy común en las lides perredeístas, y que se comprueba hoy en su máximo esplendor, en la gestión gubernativa de los modernos, donde amigos, inversionistas electorales, representantes de la mal llamada sociedad civil y connotados oligarcas, le han hurtado groseramente el esfuerzo de largos años de leales dirigentes perredeístas, hoy denominados perremeístas.

Los únicos líderes que he visto cumplir a cabalidad con su palabra y compromisos, son los expresidentes Leonel Fernández e Hipólito Mejía.

Eso que afirmo lo tengo comprobado, porque cuando éstos llegaron al poder, le cumplieron a la mayoría de los dirigentes y militantes que les apoyaron; respetaron la herencia y el legado de sus respectivas organizaciones y hasta algunos compromisos realizados en vida por sus líderes, José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch.

Los demás no tuvieron memoria histórica, sufrieron de amnesia colectiva, y es por eso que no justipreciaron el esfuerzo de los de abajo, de los de siempre, porque para casi todos ellos el criterio que primó fue el del amiguismo, la conchupancia y el de incomprendidas conveniencias pasajeras.

La única vez que dudé sobre el pertinente accionar de Leonel en honrar sus compromisos, fue producto de la crítica malsana que le hacían connotados dirigentes reformistas que le respaldaron por instrucciones del doctor Joaquín Balaguer, en las elecciones de 1996, para con ello llevarlo al poder, y como no había observado ese comportamiento desagradecido en el togado de Villa Juana, investigué a fondo esa injuriosa aseveración, para después enterarme y confirmar que “el último de los caudillos”, siendo ya presidente electo, fue donde el doctor Balaguer a solicitarle los nombres y cargos de quienes él entendía debían ser parte del gobierno, para el cuatrienio 1996-2000, obteniendo como respuesta un no rotundo por parte del insigne hijo de Navarrete, que prohibió taxativamente la participación alguna de los principales dirigentes reformistas en el gobierno.

Ahí comprendí porqué el presidente Fernández no pudo designar a connotados cuadros del balaguerismo. Muchos de éstos se habían creado grandes expectativas de mantenerse en sus cargos o que se les designara en otros.

Estos últimos 10 años han sido fatídicos y decepcionantes para toda la clase política que ha visto desfilar a todo tipo de chaqueteros o aprovechados que se alzaron con las mejores posiciones oficiales, a contrapelo del esfuerzo de leales dirigentes de larga data y de permanentes colaboradores económicos, llenando a los gobiernos de oportunistas, inversionistas económicos de ocasión, amigos personales, familiares y hasta novias, que hoy se encuentran en la amplia lista de beneficiarios de esas gestiones gubernamentales, hurtándoles el inmenso sacrificio realizado por otros.

Sinceramente, les expreso que hoy por hoy, quienes menos creen en los candidatos y en la alta dirigencia política, son los mismos dirigentes y militantes de los partidos, que incrédulos, no desean dar a crédito sin compromisos en firme a nadie por adelantado su trabajo, y los pocos recursos económicos con que cuentan, porque entienden por las amargas experiencias ya vividas, que no cobrarán sus esfuerzos y singular esmero, pues al final siempre aparece en los íntimos círculos presidenciales un oportuno aventurero “a alzarse con el santo y la limosna”.

Es que a los cuadros políticos de oficio le han quitado todo, su acceso a decretos, o de la manera honesta y legal, proveerle algún bien o contrato con el Estado, ¡y, para el colmo! de males, hasta las candidaturas, porque desde hace un tiempo con el instituido, perverso y clientelar voto preferencial, los que salen victoriosos en los procesos electorales, casi siempre son los que cuentan en demasía con el imprescindible apoyo de don dinero.

Me da vergüenza ajena el ver como miles y miles de militantes perremeístas, que se quedaron lealmente fuera de la nómina pública los últimos 16 años de los gobiernos peledeístas, y que se mantuvieron apoyando en todo momento radicalmente a su partido, hoy no tienen acceso ni siquiera a un simple empleo, porque no son tomados en cuenta por sus propios funcionarios, todo porque principalmente en este gobierno de popis, a la dirigencia y mucho menos a la base, estos acicalados funcionarios no la conocen.

Así pasó también con el estimado amigo Danilo Medina, que se dejó rodear de chupamedias y cambió a leales dirigentes, así como a sus más firmes aliados, por amigos de ocasión que por cierto, no veo a ninguno de esos grandes beneficiarios de esa gestión, defender firmemente al aporreado expresidente Medina, porque el presidente que se entrega en brazos de la oligarquía, de los representantes de la sociedad civil, de los vivos inversionistas electorales, lo único que cosechará será, ¡no lo duden!, ingratitudes y deslealtades.

Así mismo actúan las amantes del poder, como muchas megadivas, que solo están con los hombres mientras sean altos funcionarios y se estén beneficiando grandemente del lascivo interés varonil, para entender posteriormente esos mareados funcionarios del efímero poder, cuando lleguen las derrotas, que las que estuvieron abajo en la oposición con estos, son las únicas damas que les respaldarán cuando no exista el provecho de estar en el gobierno.

Es tal el olvido que los espacios del liderazgo local que eran ocupados por los cuadros de los partidos y por activos trabajadores sociales, que se ven hoy desplazados por el de funcionarios corruptos, por reconocidos lavadores y hasta por narcotraficantes, así como igualmente, por comerciantes inescrupulosos que viven lujosamente del agiotismo, de la usura y del excesivo margen de beneficios de los productos que consume la población, ampliando la miseria del mismo sufrido pueblo nuestro, del que ellos inmoralmente se benefician y al que desean paradójicamente representar.

La mayoría de los dirigentes políticos hoy se sienten desconcertados, desilusionados y frustrados, porque simplemente la mayoría al término de su trabajo que sí ha dejado frutos, no ha sido justamente recompensada y se ha hecho común el ver que pasillistas de los despachos de los candidatos presidenciales sin mérito real alguno, son posteriormente los mayores beneficiados con decretos rimbombantes.

En este país la mayoría de los que llegan al poder no honran sus compromisos y se burlan del trabajo realizado por sus propios compañeros de partido.

Estos, al tomar sus cargos, cambian de amigos, de colaboradores, de mujeres, de número telefónico y hasta se mudan, para evitar tener contacto con quienes le reclaman a diario que cumplan sus promesas.

Es por eso que la gente desconfía tanto de los políticos, sobre todo de aquellos que usted ve muy simpáticos y accesibles en la oposición, pero que llegados al Palacio Nacional sufren de inmediato de amnesia temporal, y digo temporal, porque son tan bárbaros esos verdugos, que son casi siempre altos funcionarios, que después de usar el trabajo de la base para su provecho particular, al llegar de nuevo los tiempos de campaña, se aparecen con sus “caras frescas” a vender sueños y así timarles nuevamente.

Mi orgullo personal es saber que en mi paso por el gobierno honré la mayoría de los compromisos contraídos. Por eso me cuido y no hago más acuerdos que los que pueda efectivamente cumplir.

Es por ello que puedo dar testimonio del nivel de seriedad y de cumplimiento a la palabra empeñada del tres veces presidente de la República Leonel Fernández. Solo en él creo, porque cumplió religiosamente los acuerdos previamente pactados.

La clase política, producto en parte de estas tres últimas gestiones gubernativas, desconfía en quien pacta lo que no va a poder cumplir. Por eso llamo la atención a toda la dirigencia partidaria a que no se equivoque y respalden al más serio cumpliendo compromisos y al único con posibilidades reales de regresar al poder, el doctor Leonel Fernández.

Él no le dará los espacios ganados por los cuadros políticos a los empresarios, ni a los representantes de la sociedad civil, sabedor que estos no los necesitan y tienen sus beneficios bien guarecidos en todos los gobiernos.

El reloj marcha indeteniblemente e iniciará próximamente la campaña electoral, cosa que hará que regresen los mismos del PLD que les fallaron, y a los modernos que los excluyeron, a tocar de nuevo sus puertas, para buscar sus apoyos ofreciendo de manera desaforada villas y castillas.

De usted dirigente, solo sería la responsabilidad de dejarse engañar nueva vez por los mismos incumplidores de siempre. Le insto a que recuerde, cuando vuelvan a escuchar sus mentirosas peroratas, la frase popular que reza “que quien te engaña una vez pendejo él, pero que quien te engaña dos, pendejo yo”.

 

Por José Francisco Peña Guaba

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