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19 de abril 2024
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OpiniónEnrique Aquino AcostaEnrique Aquino Acosta

Recomendaciones bíblicas sobre nuestros certámenes electorales

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Una porción de la población dominicana con derecho al voto  eligió el pasado domingo 6 de octubre a  los candidatos  que  aspiraban   a  postularse  a  nivel  presidencial, congresual  y  municipal en las Elecciones Primarias Simultáneas que organizó  y dirigió , con éxito, la Junta Central Electoral (JCE) en todo el territorio nacional. En las mismas participaron  el Partido de la Liberación Dominicana (PLD)  y  Revolucionario Moderno (PRM)  y, como siempre, hubo  ganadores y perdedores.

Algo parecido hace Dios permanente con todas las personas. Dios no las llama a votar por Él ni a elegirlo. Las llama para decirles: “el tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntase y crean en el evangelio” (Marcos 1:15)

El mismo llamado aparece en Hechos 3:19 donde también se invita al arrepentimiento y a la conversión, prerrequisitos necesarios para que Jesucristo borre los pecados de los perdidos y  les lleguen tiempos de refrigerio de la presencia del Señor.

Los textos citados exigen que la persona  ponga interés en oír la voz de Dios, mediante su Palabra, obedecer sus consejos,  ser discípulo, cambiar su estilo  de vida  pecaminoso y  adoptar el de Cristo  para  que viva eternamente con y para Él.

Muchas personas creen que pueden elegir a Dios. Sin embargo, el Señor señala: “ustedes no me eligieron a mí, sino, yo los elegí a ustedes. Los he puesto para que vayan y lleven fruto  y su fruto permanezca, para que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo dé. Mando que se amen los unos a los otros.” (Juan 15.16-17)

Desde el punto de vista espiritual, el primer pueblo elegido fue el judío, según registran las Sagradas Escrituras. Dios lo introdujo en su reino para que trabajara en su obra y fuera por todas partes a dar permanentemente los frutos de su Santo Espíritu, que son: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio, entre otros (Hechos 1:8 y Gálatas 5:22-23)

Cada fruto daba poder espiritual a los judíos y  lo da también a nosotros, los creyentes en Jesucristo. Basta que andemos llenos de ellos para dar testimonio de Jesucristo en todas partes, predicar el evangelio, enseñar la Palabra de Dios, influir en la vida de las personas que viven bajo opresión satánica y no conocen a Dios y ganarlas para Cristo.

También hay que señalar, que no todos los creyentes están llenos de los frutos del Espíritu Santo. Muchos están llenos, los dan todo el tiempo y  hacen la voluntad de Dios. En cambio, otros los dan por corto tiempo. ¿Por qué? Porque viven contrario  a lo que enseña y ordena la Palabra de Dios. Viven  para satisfacer el mundo, o sea, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y  la vanagloria de la vida, en lugar de satisfacer los deseos del Espíritu Santo (1 Juan 2:15-16 )

Basta recordar lo que ocurrió con la elección de los doce discípulos de Jesús. Uno  de ellos resultó diablo, como fue el caso de Judas Iscariote, único discípulo que no era de la región de Galilea, según opinan estudiosos de la Biblia.

Incluso, alguien pudiera pensar que la actitud pecaminosa que asumió Judas no se manifiesta actualmente dentro del pueblo de Dios, pues, mire que sí. Por eso, Jesús señaló: “muchos son los llamados y pocos los escogidos” (Juan 6:70 y Mateo 22:14)

La frase “los llamados” es una invitación al arrepentimiento, que como se ha explicado en artículos anteriores, significa recocer los pecados y confesarlos a Jesucristo con corazón sincero, contrito y humillado, sintiendo a la vez, vergüenza y dolor por haberlos cometido.

Cuando una persona da estas manifestaciones de arrepentimiento “el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”

Por tanto, los creyentes en Jesucristo hemos sido convertidos en reyes y sacerdotes para anunciar sus virtudes, pues, ÉL nos llamó mientras vivíamos en las tinieblas del pecado para que vivamos en luz y reinemos sobre la tierra (Romanos 8:16-17; 1 Pedro 2:9 y Apocalipsis 5:10)

En vista de las Elecciones Primarias Simultáneas que se celebraron en todo el territorio nacional el pasado domingo 6 de octubre y  de las que tendremos en el 2020, voy hacer algunas recomendaciones al liderazgo político del país. Me apoyaré, como siempre,  en lo que dice y enseña la Palabra de  Dios. Espero que sean de bendición para todos.

PRIMERO: que los líderes políticos se acostumbren a vivir en democracia  y se preparen anímicamente para aceptar y respetar los resultados de los certámenes elecciones. Que muestren disposición para seguir trabajando por el progreso y bienestar de nuestra nación.

SEGUNDO: que el ciudadano que resulte electo Presidente de la República, no solo jure que cumplirá y respetará lo que ordenan la Constitución y las leyes del país, sino, además, procurar que todos los ciudadanos y ciudadanas, sin distinción alguna, las respeten y las obedezcan durante su mandato.

TERCERO: que el Presidente de la República y los demás funcionarios y servidores públicos den buenos frutos en sus respectivos cargos, desde que inicien hasta que terminen resolviendo los problemas que nos afectan y supliendo las necesidades que tenemos como nación.

CUARTO: que los líderes ejerzan la actividad política con criterio científico, o sea, que valoren y reconozcan lo que se hace bien y hagan propuestas factibles para mejorar lo que está mal. Necesitamos ese tipo de  práctica  política.

QUINTO: Dios y  la sociedad piden, con carácter de urgencia, que el  liderazgo político renuncie a las ambiciones egoístas, para que resuelva los problemas que nos afectan y supla las necesidades de seguridad, trabajo, salud, educación y vivienda que padecemos.

SEXTO Y ÚLTIMO: Dios anhela que nos amemos los unos a los otros para que vivamos con mansedumbre y humildad dentro del hogar y la sociedad. Desea que nos soportemos los defectos, que no nos irritemos ni nos guardemos rencor. En fin, Dios nos pide, encarecidamente, que  no seamos envidiosos ni egoístas, que renunciemos a las actitudes jactanciosas y envanecidas. Desea que  trabajemos unidos y en paz y que tengamos fe en el presente y futuro de nuestra amada nación (1Corintios 13:4-7)q

 

Por: Enrique Aquino Acosta

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