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20 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Rafael Darío Durán

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Nació el 4 de abril de 1958 en Santo Domingo. Su nombre completo es Rafael Darío Belisario Durán.

Narrador, poeta, periodista y articulista de opinión. Realizó una licenciatura en la Universidad Central del Este. Ha sido director ejecutivo del Centro de Información y Comunicación (CICOM), editor del digital Resumen Turismo (CICOM), editor de la Revista Dominicana de Turismo (CICOM-Editora Taller), jefe de redacción del Proyecto político de José Francisco Peña Gómez actualmente periodista de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña. Es miembro del Taller Literario Federico Bermúdez. Publica semanalmente la columna “Melómano” en el portal reportextra.com, donde comenta sobre el género musical del bolero y sus intérpretes.

En el haber bibliográfico de Rafael Darío Durán se encuentran los siguientes títulos con sus correspondientes géneros: Una cruz para el difunto (Cuentos), Los demonios no tienen color (Novela), El hombre que no podía morir (Novela), Con el diablo en el cuerpo (Novela inspirada en la vida de Guadalupe Victoria Yolí Raymond, mejor conocida por su nombre artístico: La Lupe); El intrigante diario de Poquita Fe (Novela), Una novela de mala muerte (Novela), Paul Colman: Una carta suicida en un libro, Conspiración en el convento y Memorias de zánganos (Novela policíaca). Posee una considerable cantidad de obras inéditas en proceso de edición. Su historial literario ha sido ponderado en importantes antologías, revistas y periódicos especializados.

 

Rafael Darío Durán ha participado como conferencista en diferentes escenarios, tales como exponiendo sobre el humor del escritor Rafael Peralta Romero en su obra Los tres entierros de Dino Bidal, en la Academia Dominicana de la Lengua;  presentación del libro de poesía Manto de terror en el paraíso, de la autoría del poeta Alfredo Espinosa en la Biblioteca de la Universidad Católica Santo Domingo (UCSD);presentación del libro Cartas a mis amigos, del escritor Eduardo Santos en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en varios otros lugares.

El periodista Fausto Rosario, director del periódico Acento estima que Rafael Darío Durán nos sorprende con una novela bien estructurada, basada en una documentación exhaustiva sobre la esclavitud en la isla, y que desde  el título (Los Demonios no tienen color), nos anuncia la provocadora trama que envuelve a muchos personajes disímiles, contradictorios, vidas cruzadas o trocadas, en lucha incesante por la identidad, el arraigo y la libertad en una tierra que no es propia, pero tampoco española para el explotador, y que poco a poco va siendo transformada en el terruño de las ansias libertarias, en el espacio para la convivencia, el amor o el desconsuelo. Es también un lugar de amores y traiciones, de odios y rencores, y de dudas, de muchas dudas sobre la existencia y su sentido trágico. Los Demonios no tienen color es también la novela de retornos, pero al mismo tiempo un esfuerzo descomunal por recuperar la memoria de oprobios. Esa vuelta permanente a los inicios, como si toda la fuerza humana no fuese suficiente para llegar hasta el fin.

El periodista Frank Nuñez considera que Rafael Durán nos cuenta con depurada calidad narrativa la vida de Josua Stanley, cocolo mestizo romanense que emigra a Cuba en las postrimerías del trujillato con la ilusión de convertirse en mecanógrafo del escritor norteamericano Ernest Hemingway, radicado en la entonces cálida y bullanguera isla caribeña. Magistral es la destreza con que construye su novela, la que merece figurar entre las mejores de nuestra generación.  Reconozcámoslo junto a Marrero Aristy, José Rijo, Néstor Caro, Lipe Collado, Johnny Jones, Marino Berigüete, Darío Caminero, Enriquillo Sánchez, José Labourt, Joaquín Balaguer, Moscoso Puello, Estrella Veloz, Lacay Polanco, Ulises Hereaux, Andrés Requena, Aída Trujillo, Pastor Vásquez, Justiniano Estévez y Miguel Ángel Fornerín, entre otros.

El periodista Oscar Peña confiesa que la novela Los Demonios No Tienen Color de Rafael Darío Durán le sorprendió por su fuerza narrativa y la estructuración de un relato que pone de manifiesto el drama humano durante el cimarronaje de los negros esclavos que lucharon por su liberación en la época de la colonización. Es una obra literaria que pone en alto la narrativa dominicana, y que, sin ser una novela histórica, recrea en todas sus dimensiones un momento crucial de nuestra historia. Con gran maestría desata los demonios del negro esclavo, pero también los del blanco esclavista. En esa encrucijada “el amor, desamor, erotismo, brutalidad, misterio…todo se entremezcla (hasta el amor entre miembros de distintas razas) en un singular cuadro de la época, difícil de imaginar sin antes haber recorrido estas páginas”, asevera José A. Luna en su contraportada.

Finalmente, el escritor, académico y periodista Rafael Peralta Romero, a propósito de la novela Con el diablo en el cuerpo de Rafael Darío Durán, nos revela que no sólo cuenta la historia de La Lupe, sino que éste es el pretexto para radiografiar, por ejemplo, el fenómeno de la emigración, que marca a miles de familias en todos los países del mundo, la curiosidad del ser humano por conocer otros destinos, vivir nuevas experiencias; no obstante, las consecuencias emocionales que esto arrastra. Es una novela basada en hechos reales, es una obra de arte y es una obra de sociología. Esta novela toca, con visión interpretativa y gusto de creador literario, asuntos que están a la vista, pero que precisan de una visión y una capacidad de abstracción que permitan una valoración precisa y justa sobre los mismos. Con el diablo en el cuerpo es una novela repleta de fascinación y encanto.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un fragmento de la novela Con el diablo en el cuerpo de Rafael Darío Durán:

“Era una mulatita que ponía tanta energía en su espectáculo que el cuerpo delgaducho parecía que fuese a resquebrajarse. En cuanto sonaban los acordes, los orihsas se apoderaban y poseían todo su cuerpo y Victoria dejaba de ser la tímida muchachita graduada de maestra, nacida en San Pedrito, para convertirse en un huracán de movimientos y gesticulaciones teatrales.

Cuando cantó “Tú me acostumbraste” en una melodramática imitación de la Guillot, Josua apretó la mano de Mireya porque evocó la noche que bailaron ese bolero, fundidos como hiedra a la pared y como el olor de la muchacha inundó sus sentidos, provocándole aquella “maligna” erección.

No se detenía en ningún lugar, con excepción de los breves momentos en que se quitaba uno de los zapatos para pegarle al pianista o cuando golpeaba su cuerpo pequeño y delgado contra la pared o la percusión, tratando de ahuyentar, inútilmente, a Papá Bocó o Anaisa. Cuando concluía la canción desaparecía “la demencia” y se escabullían los orihas de su cuerpo sudoroso, y por un breve instante volvía a ser Victoria, pero inmediatamente el maestro marcaba, todo volvía a repetirse.

Victoria se puso muy contenta al ver a Morena, y desde el escenario le hizo seña de que aguardara, y en cuanto terminó la primera parte del show se fue a sentar a la mesa en que estaban Mireya, Julio, Josua y su antigua compañera de universidad. Hablaba despacito, cuidando la dicción y mirando a la gente a los ojos como si temiera por alguien.

Por Ramón Saba

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