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19 de abril 2024
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OpiniónFernando PeñaFernando Peña

¿Qué quieren cambiar? ¿Saben los jóvenes manifestantes que quieren?

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O siendo más realista y sensato, ¿qué debemos cambiar? O, convertido nuestro enigma en un punto de verdadero realismo, ¿qué podemos cambiar?

Porque el querer, el deber y el poder son los tres referentes a los que debe atenerse el político y el observador.

A la gente le gusta cambiar solo por cambiar, se da también en los sistemas democráticos.

Nos gusta también materno en la moda política.

En serio, hace falta un cambio… Y surge la pregunta, ¿Cambiar al Estado o cambiar al gobierno o cambiar a la sociedad?

Esta otra pregunta, ¿En dónde residen cada uno de nuestros males y en dónde debemos aplicar el cambio?

Acaso nuestros líderes, partidos y políticos se han hecho esas preguntas.

Vamos a ver si comprendemos algunas cosas, si fuese cambiar al Estado, observamos que es muy poco lo que quisiéramos y podemos cambiar. Más bien es un asunto de diseño y no tanto de funcionamiento. Ahí están la soberanía, la democracia, la libertad y la justicia

Cada uno de estos elementos son de muy buena factura en nuestro país. Por ejemplo, nuestra democracia con todo y sus imperfecciones es confiable, transparente, incluyente y competitiva.

Eso nadie lo puede negar.

Y nuestra libertad es excesiva con un catálogo de los más grande que tenga país alguno. Mas libertad casi nos resulta inimaginable.

En la justicia flaqueamos, podemos decir que está en penumbra. Leyes tenemos, no es culpa de ellas sino de los hombres.

O sea, que, en estos elementos, a excepción de la justicia pasaríamos buenas notas.

El Estado marcha bien, la debilidad es entonces del gobierno, aunque en sentido general es satisfactorio.

Nadie en su sano juicio cuestionaría la legitimidad ni la gobernabilidad.

Se quemaría el gobierno en el tema de seguridad, corrupción, de pobreza o de desigualdad.

Bueno, entonces solo tendría el gobierno que de manera urgente cambiar de ruta en esos aspectos, urge pues cambio en el gobierno, no de gobierno.

Urgen los cambios en el gobierno, no de ruta, sino de destino.

Entonces, todo no está claro ni en los opositores ni en los jóvenes que se han dejado llevar por los llamados líderes. Leonel Fernández y comparsa.

Urge resolver, primero lo que queremos ser, hacer y tener.

Sin esa definición, el cambio no será posible….

 

A los jóvenes manifestantes debemos decirle o recordarle estos dos ejemplos formidables de cambio que nos brindan la historia. La Revolución Francesa cambió al gobierno, pero no a la sociedad. Lo que estaba mal era el gobierno mientras que la sociedad atravesaba por su mejor momento, hasta entonces conocido. Ilustración, enciclopedismo, burguesía, productividad y nueva sociedad.

Por el contrario, la Revolución Romana no cambió tanto al gobierno como a la sociedad. El gobierno ya era imperial antes de aceptarlo abiertamente. Sobre el féretro de la república romana se construyó el más grande imperio de la antigüedad.

Pero la sociedad debía ser reorientada y reacomodada. Las nuevas clases ricas de comerciantes, navieros y agroproductores amenazaban con reclamar participación política. La solución era dársela a todos o quitársela a todos y así fue. Un solo hombre sería el dueño absoluto de Roma. Los demás estaban para obedecerlo.

Roma y Francia lo supieron hacer porque supieron lo que eran y, sobre todo, lo que querían ser.

Por Fernando Peña

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