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23 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

¿Qué matará más personas a fin de cuentas?

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Es la pregunta obligada que todos los hombres pensantes de seguro se hacen, con respecto a la expansión probable del virus COVID-19, que viene afectando indudablemente en gran medida a la sociedad mundial.

Evidentemente, eso es algo sin respuesta posible hasta el momento, por la magnitud del problema. Es una crisis sanitaria, con “meollos” que aún la ciencia no logra identificar, en pos de poder combatirles con la eficacia debida. El mal afecta al mundo en general; nadie está exento de sus alcances.

Como consecuencia de la pandemia, es evidente que se tienen gravosos efectos en la actualidad: los provenientes directos del COVID-19, innegables, como afección patógena: el abanico de enfermedades mentales que se derivan, entre las que se encuentran encabezando la depresión, y la ansiedad: como, los desequilibrios emocionales diversos que se generan a partir de esas, con sus respectivas secuelas orgánicas, casi automáticas.

Y, para completar, los deterioros económicos generales, como individuales, que no se hacen esperar nunca, vienen impidiendo todos los desenvolvimientos en este orden, y otros muy dependientes, que podrían hasta dar al traste con las subsistencias humanas mismas.

De esas tres puntas del triángulo calamitoso en que la humanidad está tratando ahora de sobrevivir, desde hace unos meses hacia acá, no se sabe en verdad aún, cuántas víctimas mortales, al final cobrará cada una de ellas

Con estas cuarentenas, y los toques de queda impuestos – cero vida nocturna -; sin producción suficiente de bienes comestibles; actividades laborales suspendidas en un elevado porcentaje; y exigibilidades de consumo al por mayor; como, sin saberse hasta cuándo, las posibilidades de vida entre los humanos se reportan cada vez más difíciles.

Es evidente que, ese calamitoso panorama, matizado con el preventivo “aislamiento social” recomendado, viene afectando psíquica y emocionalmente al grueso de las personas, por más indiferentes que se quieran hacer; y que, eso conducirá a estados mentales explosivos, con daños trasladables hacia las economías físicas de los individuos.

Se debe intercalar aquí que, esa nueva forma de vida separatista que imponen las circunstancias sanitarias presentes, está causando un profundo sufrir humano. Eso de no poder estar cerca de los demás, incluida la propia familia en el hogar, esposos e hijos; estar huyendo de los vecinos; saludar de lejos; suspender abrazos humanos, que no cabe duda energetizan en ciertos momentos, y los mismos besos que se dan, aun no sean de los amorosos tradicionales, entre otras cosas, son impedimentos frustrantes, y muy lastimosos, además, que se habrán de manifestar más temprano que tarde, con fuertes ecos nocivos en la salud de la gente. ¿Se aguantará por mucho tiempo ese nuevo patrón de convivencia humana? ¡Difícil!

El actual, y resquebrajado ambiente laboral-económico por una parte, como el aislamiento social; y, por la otra, el amplio flujo de dañinas informaciones con que se bombardea sin control a los humanos, destacándose entre esas el número de personas infectadas, y fallecidas a nivel mundial, in crescendo siempre, que amén  infunde un terrible miedo  afectante, son factores marcados que vienen abatiendo a la gente del presente; y,  que creemos no tienen parangón alguno desde hace siglos en la humanidad, por lo que asimilarles hoy en día, se hace bastante dificultoso.

Por el otro lado, procede destacar, que el virus-Covid-19,  es una realidad concreta, de infinito suponer en el tiempo hasta el momento, provocante de  una situación que se torna cada vez más preocupante, por lo inescrutable que está resultando para los científicos, el poder descifrar la esencia del mal; como, lo problemático que se hace administrar el control sanitario correspondiente, al igual que, prescribir una probable, o efectiva medicación para la gente.

Esta es una crisis de salud pública, que parece ser va para largo, en opinión de algunos entendidos, incluida la OMS, que lo ha hecho público. Y, es lo que se infiere, globalmente, cuando se leen trabajos elaborados por profesionales independientes del área, muy autorizados, gente que nada en aguas de la ciencia, como es el caso del doctor. Bernardo Defilló, especialista en Medicina Interna y Cardiología-Internista que escribió para el periódico “HOY, un enjundioso trabajo que fuera publicado en su edición de fecha 18’-4-20, bajo el título de, COVID-19 ¿nuevos criterios?

En el mismo trata sobre las características muy especiales de este mal de la salud; sus manifestaciones y efectos probables, al igual que los eventuales pronósticos asociados a dictar, temáticas sobre las que muchas personas que lucen carentes de conocimientos médicos-científicos, han osado estar opinando y especulando, como siempre se estila.

Se refiere además el galeno, a las investigaciones de carácter científico propiamente, que el mismo impone, como a la administración efectiva, y manejo oportuno de que esas deben ser objeto, en su opinión.

Finalmente, se debe recalcar que, es a ese tipo de autores, entre otros, a quienes se tiene que leer y oír hablar, como hemos dicho en ocasiones anteriores. Es a los que saben, para procurar mayor edificación al respecto; profesionales que indudablemente exponen con base y sólidos criterios.

Luego, ¡las gallaretas -todólogos – que se callen!, para que no confundan más a las personas; pues, se está frente un problema de salud muy delicado, de amplio espectro no cabe duda, que luce incontrolable en un alto porcentaje.

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