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20 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

¡Qué lindo es hablar desde una posición pública!

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Como dice un viejo refrán popular, “del dicho al hecho hay mucho trecho”. En ese sentido, se habla mucho, y nada se hace para enmendar, cuando de eso se trata. Es de las cosas que más se estilan en este pedazo de tierra caribeña: solo mucho bla, bla, bla, desde las diferentes tribunas que se ocupan para exponer, y todo se olvida después.

Queda evidentemente comprobada la veracidad de aquel, al leer la reseña periodística sobre el discurso que pronunciará el señor Lidio Cadet, director de Ética e Integridad Gubernamental, en Dominicana, en que afirmó: “No puede haber democracia cuando el flagelo de la corrupción esté permeando la actuación de los funcionarios”. Bien aplicaría tal precisión aquí, donde en realidad lo que se tiene es un libertinaje fehaciente.

Y agregó: “Para que haya democracia debe haber una administración pública transparente y que el Gobierno dominicano esté decidido a no escatimar esfuerzos en tal sentido”. ¡Qué tan lejos andamos aquí de dichos aspectos! (Periódico “HOY”, del 8-3-17).

La primera pregunta que se desprende con relación a lo expresado por el funcionario es: ¿y que se está haciendo entre nosotros para combatir la rampante corrupción estatal que viene acabando con este país? Otra: ¿cuáles son las gestiones que se encaminan en ese orden? La verdad es que no se ven, y que lo expuesto por el señor Cadet, no son más que simples palabritas, retóricas y demagogias a granel.

Una interrogante obligada en adición que asaltaría, a partir de los niveles fehacientes de corrupción que entre nosotros se observan es: ¿y qué es lo que se tiene entonces en esta nación, un libertinaje extremo, una democracia, o una autocracia? Habría que definir nuestra situación.

A lo que más se parece es a lo tercero, por conceptualización, y algunas características inherentes, aunque tampoco deja de tener un poco de lo primero Solo se diferencia de esa, principalmente, en que el gobernante actual no alcanzó el poder por la fuerza.

Veamos: “Una autocracia, es un sistema de gobierno en la medida en que su autoridad recae sobre una sola persona o grupo que no tiene o no reconoce ningún tipo de regulación o limitación para ejercer su poder”.

“Existe un único partido político que puede actuar legalmente. La oposición es clandestina. Además, esta forma de gobierno reprime la oposición ideológica. No existe la separación de poderes. El poder ejecutivo absorbe la mayoría de las funciones del gobierno. En este régimen se restringen los derechos humanos, como la libertad de expresión, de reunión o de asociación. También las expresiones artísticas, literarias y filosóficas”. (Fuente: red de la Internet).

¿Verdad que hay gran parecido con respecto a lo que aquí tenemos, exceptuando algunos aspectos?, que ahora bien se puede asociar con lo expuesto por el señor Lidio Cadet, en el marco del seminario regional de la Red de Transparencia y Acceso a la Información (RTA) en que participó, celebrado en la Cancillería.

Eso de que el “Gobierno dominicano está decidido a no escatimar esfuerzos para combatir la corrupción de los funcionarios públicos”, como también expresó, no lo cree ni él mismo. En el actual nada se aprecia en tal sentido; tampoco lo hubo en los anteriores.

Contrasta bastante la aseveración que precede, con una publicación muy relativa aparecida en la prensa local: “Nadie sabe qué hacer para que más de 4 mil funcionaros y exfuncionarios presenten declaración de bienes”. (Periódico “HOY”, del 18-3-17).

Y eso, que hay una normativa legal que manda a que se haga. No hay quien exija el cumplimiento debido, ni siquiera la Cámara de Cuentas de la República, y mucho menos ninguna instancia judicial.

Claro, el no hacer públicas esas informaciones, al momento de la entrada y salida de las posiciones, constituye la base para la corruptela estatal rampante acostumbrada por parte de los políticos designados en los cargos. ¿Y entones, señor Cadet? ¡Dejémonos de querer estar tapando el Sol con un dedo!

Es más, bastante infuncional es considerada la entidad que ese señor hoy dirige, para muchos dominicanos. Se preguntan, ¿qué es lo que hace? Y, la respuesta de gran consenso es, ¡nada!

 

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