El pasado 16 de febrero la Junta Central Electoral (JCE) anunció al país la anulación de las Elecciones Municipales que se celebraban en todo el territorio nacional, debido a un error que observó en la mitad de las boletas del voto automatizado que se utilizaban en los colegios electorales en ese momento.
Antes de hacer el anuncio, el órgano electoral comunicó al liderazgo político y a sus delegados la anomalía que se había producido. Si bien es cierto, que se desconocían las causas que originaron el problema, unos y otros quedaron informados y tuvieron de acuerdo con que se anularan las Elecciones Municipales.
También era de conocimiento público, que una parte de los líderes políticos se había opuesto a que se estableciera el sistema de voto automatizado, desde antes, durante y después de las Elecciones Primarias y Simultáneas de los partidos.
Por eso, no ha resultado extraño que esos líderes políticos hayan sido los primeros en acusar a la Junta Central Electoral y al Gobierno de boicotear las Elecciones Municipales. ¿Qué los movió a hacer tal acusación? ¿Quisieron poner la barba en remojo? ¿Sospechaban que serian acusados del boicot ocurrido el pasado 16 de febrero? El refrán dice, que quien no tiene hechas no tiene sospecha y que el nada debe nada teme.
Ojala la comisión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que investiga las causas del boicot a las Elecciones Municipales, ocurrido el pasado 16 de febrero, haya comenzado sus pesquisas por los líderes políticos que objetaron y se opusieron radicalmente al voto automatizado y que investigue también a la Junta Central Electoral y al Gobierno.
Se espera que la investigación que se realiza revele los nombres de los autores intelectuales y materiales que boicotearon las Elecciones Municipales el pasado 16 de febrero. También se espera, que el órgano judicial que conozca el caso juzgue y condene a los culpables como pide la sociedad.
De producirse tal condena, se pondría fin a los cuestionamientos que hace la opinión pública al desempeño de la Junta Central Electoral y al sistema de justicia. También podríamos superar el pesimismo ancestral que nos caracteriza.
En lo que respecta al área espiritual, necesitamos confesar nuestros pecados individuales y colectivos a Dios. Debemos hacerlo con corazón sincero, contrito y humillado. Confesar los delitos y pecados con corazón sincero significa hacerlo libre de mentira, hipocresía o fingimiento. Asimismo, contristar el corazón ante Dios significa sentir dolor, aflicción y tristeza por los delitos y pecados cometidos, mientras que humillarlo significa avergonzarse y subordinarse ante Dios y el prójimo, después de cometer un delito o pecado. ¿Cuántas de las personas acusadas ante los tribunales asumen esas actitudes espirituales? Muy pocas, si no estoy equivoco.
También es necesario que demos muestras de que practicamos el amor de Dios. Estamos llamados a sufrir y tratar bien a las demás personas y a renunciar a la envidia, el egoísmo, la jactancia, la vanidad, la irritabilidad y el rencor.
Dios nos llama, además, a ser veraces, a honrar la palabra empeñada, a perdonar, a tolerar y a ser justos con las personas que nos relacionamos. También nos llama a mantener la fe, la esperanza y el amor en nuestro país, aunque existan problemas y dificultades.
En vista de lo expuesto, necesitamos seguir trabajando en la construcción del progreso, el bienestar, la justicia y la paz que necesitamos. Es la mejor manera de honrar nuestro lema “Dios, Patria y Libertad”.
Otro asunto importante es respetar y cumplir las normas que rigen nuestras instituciones, para recuperar la credibilidad y confianza que debemos tener en ellas. Necesitamos valorar el progreso alcanzado por nuestro país en materia de salud, educación, vivienda, transporte, trabajo, tecnología y modernidad. Ese es el verdadero cambio, como ha señalado el Presidente Danilo Medina. Necesitamos ser agradecidos. Necesitamos abandonar nuestro pesimismo ancestral y poner fe y confianza en el presente y futuro de la nación dominicana. Necesitamos entender y empeñarnos en hacer todo eso, para que Dios conceda y mantenga la paz social y espiritual que necesitamos.
Por: Enrique Aquino Acosta