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20 de abril 2024
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OpiniónEnrique Aquino AcostaEnrique Aquino Acosta

Propuesta sobre la “libertad de cultos”

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El derecho a “la libertad de cultos” es universal, según establece el Artículo 18 de  la  Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Artículo 45 de la Constitución Dominicana.

El texto universal otorga libertad de pensamiento, de conciencia y de religión a toda persona. Permite su enseñanza, práctica, culto y observancia a nivel individual, colectivo, público, privado y cualquier cambio.

De igual modo, nuestra Carta Magna garantiza la libertad de conciencia y de cultos, las cuales se deben ejercer conforme al orden público y respeto a las buenas costumbres.

La libertad de cultos es de origen pagano- político. No tiene nada que ver con las enseñanzas bíblicas y  es  contraria al pensamiento y los propósitos de Dios. Da derecho a pensar, creer y ser miembro de cualquier religión y a celebrar cultos de manera individual, colectiva, pública  y privada.

El derecho a la libertad de cultos  está relacionado con el sistema religioso politeísta, el paganismo y la idolatría. Es sinónimo de desobediencia, infidelidad  e irreverencia  hacia el Dios Creador de los cielos y de la tierra.

De manera similar, el politeísmo promueve la creencia en diferentes dioses, que es el sistema religioso que mantiene  la Iglesia Católica en nuestro país, al permitir que sus feligreses, crean, alaben,  adoren, honren, veneren  y  se arrodillen ante  los numerosos ídolos que exhibe dentro de sus templos y otros lugares.

El ídolo de  mayor devoción y  fe entre los católicos es la Virgen la Altagracia, al que los  obispos y sacerdotes católicos promueven, organizan y celebran fiestas cada año, en lugar de hacerlo para honrar al Dios de la Biblia.

La celebración de esas fiestas viola lo que ordena Dios en Éxodo 20: 3-7, donde prohíbe fabricar, vender, comprar,  poseer  y  honrar “dioses ajenos”, como los que honraban los pueblos no cristianos del antiguo impero babilónico. Sin embargo, la Iglesia Católica los introdujo dentro del culto cristiano durante el gobierno del emperador romano Constantino.

Transfirió a la madre de Jesús los títulos de “Madre de Dios” y “Reina del Cielo”, con los cuales nombraban los pueblos babilónicos a la reina – diosa Semiramis, quien fue esposa de Nimrod, el fundador del imperio y la religión babilónica.

A la referida diosa la representaban con un niño en los brazos, que es la manera como la Iglesia Católica representa a María la madre de Jesús, conocida popularmente como “la Virgen de la Altagracia”.

Aquella diosa era alabada y adorada con cánticos y lo mismo hacen los feligreses católicos con la madre de Jesús. La veneran, adoran, endiosan y les cantan himnos.

Dadas las influencias religiosas paganas que mantiene la Iglesia Católica, es necesario  preguntar ¿Hace esta iglesia el culto que Dios establece? ¿Tiene base bíblica exaltar y glorificar el nombre de María durante el culto? ¿Autoriza Dios a  los obispos y curas católicos a promover, organizar y  celebrar  fiestas a “dioses ajenos”? ¿A quién honra la Iglesia Católica verdaderamente?

En verdad, la Iglesia Católica representa ideológicamente la continuación histórica de la religión babilónica y del Imperio Romano y por esa razón Apocalipsis 17:5 afirma: “Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”.

Ojala muchas de las personas que se visten de “cristianas” y se presentan ante el público como “representantes” de  Dios entiendan que el politeísmo, el paganismo, la idolatría y la celebración de fiestas a los ídolos son prácticas religiosas prohibidas por Dios dentro y fuera de su Iglesia.

Ojala entendieran la inutilidad que caracteriza a los ídolos: no tienen espíritu, ni vida ni entendimiento. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, boca y no hablan, manos y no palpan, pies y no caminan. Debido a esas limitaciones no pueden hacer ni  bien ni mal.

La Biblia enseña que donde están los ídolos no está Dios y donde está  Dios no pueden estar ellos, razones por las cuales se deben abandonar para volver a Dios y vivir en santidad, o sea, separado de cualquier pecado o maldad que se practique.

Dios establece la manera como se le debe rendir culto. Ordena que se le debe alabar y adorar en espíritu y verdad, o sea, con interés, atención, concentración, quietud, gozo, alegría, entendimiento y fe.

Asimismo, es necesario poner a disposición de Dios, nuestro corazón, la mente, los oídos, la boca, las manos y  los pies durante el culto de alabanza, adoración y predicación. De esa manera, logramos íntima comunión con ÉL para exaltar, honrar y glorificar su Santo y Bendito Nombre

También es necesario señalar que la libertad de cultos, el  politeísmo y la idolatría son corrientes de pensamiento que impiden a millones de personas, conocer, servir, honrar y sentir la maravillosa presencia del Espíritu Santo.

Por tanto, es necesario entender y creer que Dios es el Creador de los cielos, la tierra y las demás criaturas y les  puso orden y leyes para controlarlas.

Además, envió a su Hijo Jesucristo a morir en una cruz para que cada persona se arrepienta de sus pecados, acepte su sacrificio,   crea  su Palabra, viva en santidad y no pierda  su alma y herede la vida eterna.

Dios es indiscutiblemente, sabio, ordenado, inteligente, amoroso, misericordioso, justo, fiel, piadoso, bueno y cuidadoso con cada uno de nosotros.

Fue Dios quien nos dotó de alma, o sea, de pensamientos, sentimientos, espíritu y  voluntad. Es nuestra fuente de vida y poder. Por esas y muchas otras razones merece nuestra reverencia, alabanza, adoración, gloria y honra.

Finalmente, sugiero al Honorable Presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, a los distinguidos legisladores y a la sociedad en general, elaborar, someter, discutir y aprobar un  proyecto de ley  que ordene a  las iglesias a rendir culto, única y  exclusivamente, al Dios Creador y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por ser el único que merece reverencia, alabanza, adoración, honor, honra y gloria eternamente.

Prestar atención a la presente iniciativa sería la actitud más trascendente que asumiríamos frente a Dios como nación para poner fin al ejercicio anti bíblico del derecho a la libertad de cultos, al politeísmo y a las fiestas idolátricas que  marca el calendario. Las  fiestas patrióticas y navideñas son suficientes.

 

Por: Enrique Aquino Acosta

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