El capítulo 3 de la carta que escribió el apóstol Santiago inicia con un llamado a las personas que ejercían como maestros dentro de la iglesia en aquella época, debido a lo atractiva y estimada que era esa posición dentro de la comunidad cristiana.
Aunque muchos maestros hablaban y enseñaban acerca de Dios con buenas intenciones, no lo hacían con prudencia y sabiduría, pues, carecían de responsabilidad y madurez espiritual. Por esa razón, el apóstol Santiago lo vio como un problema peligroso para la iglesia.
Tanto ayer como hoy, la enseñanza de tales maestros es peligrosa dentro de la iglesia y no se debe permitir.
Si comparamos los problemas que confrontó la enseñanza de la Palabra de Dios en aquel momento de la historia de la iglesia, con los que confronta el sistema educativo dominicano en este momento, encontramos similitudes.
De la misma manera, que la posición de maestro fue atractiva y estimada por la comunidad cristiana, lo es en la actualidad el de maestro o maestra en las escuelas públicas del país.
Durante la época que refiere la carta del apóstol Santiago hubo personas en el seno de la iglesia, que se hicieron pasar por maestros y no lo eran, como se dijo, porque carecían de preparación y madurez espiritual.
El mismo caso se da con los centenares de maestros que ejercen actualmente como docentes en escuelas públicas y privadas del país. Muchos carecen de vocación de servicio, preparación académica y experiencia.
Incluso, es lamentable decirlo, que muchas personas estudian educación en las universidades y otras tienen interés en conseguir un nombramiento como maestros y lo hacen, manifiestamente, por el atractivo salarial que tiene la labor docente, en lugar de hacerlo por el valor social que tiene el servicio educativo.
El peligro que representaron los maestros que enseñaban la Palabra de Dios, sin tener preparación ni madurez espiritual, lo representan actualmente, los maestros que nombra el Ministerio de Educación en las escuelas públicas y privadas del país, sin tener vocación de servicio, preparación académica ni experiencia docente.
Dentro de las iglesias y las escuelas públicas y privadas del país se deben evitar a tales maestros. Por un lado, se honraría el Nombre de Dios y por el otro, se realizarían acciones dirigidas al mejoramiento de la calidad de la enseñanza.
Como educador, me preocupa el problema que comento. Me preocupa que se nombre personal docente inepto en las escuelas y me preocupa que se designe personal directivo, técnico y administrativo, no apto para desempeñar sus funciones en las diferentes instancias del sistema educativo.
En vista de lo que enseñan y sugieren las Sagradas Escrituras, llamo a las iglesias a tomar en cuenta el problema de los maestros que no tienen preparación ni madurez espiritual para enseñar la Palabra de Dios.
Por último, invito al Ministro de Educación a investigar, con profundidad, el problema que representan los maestros que carecen de vocación de servicio, preparación académica y experiencia docente. Es necesario dar cumplimiento a lo que contempla la Ley 66-97 sobre de Educación y la Ley 1-12 sobre Estrategia Nacional de Desarrollo, en cuanto a la introducción de mejoras permanentes en la calidad de los servicios educativos.
Por: Enrique Aquino Acosta