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25 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

¿Por qué hay que hacerlo así?

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Desde hace tiempos, los gobiernos dominicanos vienen pareciéndose a cualquier empresa industrial, o comercial, que por la mala calidad de los productos que ofertan al mercado, tienen que invertir considerables sumas de dinero para poder vender sus artículos. De lo contrario pues, no hay duda de se quedarán siempre en inventario.

Evidentemente, los cuartos que se gasten en los menesteres de esa clase, al final pasaran a formar parte del costo de las mercancías ofertadas; y, claro está, transferidos al precio de venta de las mismas a los consumidores.

En el caso de los gobiernos, todo cuánto ellos tengan que invertir para publicitarse, y venderse como lo mejor ante la ciudadanía, se le cargará al pueblo mediante la imposición de tributos fiscales. ¡Se parecen ambos sectores, en esa línea de recuperación de recursos económicos, verdad!

Más que razonable se entiende que, los gobiernos no tienen que estar pagando publicidad tan excesiva, como es lo que de ordinario se estila. Si acaso es necesario promocionar determinadas ejecutorias, lo justo debe prevalecer siempre.

No deben estar sangrando aquellos los presupuestos públicos de sus naciones, y extraer de los mismos, parte de los recursos programados a percibir anualmente, sumas cuantiosas siempre, para pagar anuncios; a programeros, periodistas, como a comunicadores bocinas, en la mayoría de los casos, para que los promuevan públicamente, conjuntamente con las pocas ejecuciones estatales importantes que se lleven a efecto.

Es obvio que, son cuartos esos, los decididos para publicidad, que se pueden dirigir hacia otros sectores, con necesidades sociales apremiantes, no satisfechas, como son los casos de la Salud Pública, y la educación de los que no pueden satisfacer la especulación de los centros privados destinados a esos ejercicios, entre otros requerimientos de carácter social.  También, de los reclamos que al “unísono” eleva la ciudadanía en torno a esos particulares.

Las acciones encomiables que se produzcan desde los gobiernos, con todos sus ministerios funcionales adjuntos, al igual que la satisfacción certera de las demandas públicas apremiantes, constituyen la mejor forma de hacer publicidad; la más efectiva creación de buena imagen estatal; y, una muestra sólida para despertar la confianza pueblerina.

Los mensajes “lamboneriles” de las bocinas, como los anuncios embaucadores (cuñas), a veces hasta mal hechos, por los que se pagan cuantiosas sumas de dinero, en realidad poco calan en la mente de los ciudadanos; y, muchos de esos, hasta irritan a la gente pensante, por las falsedades que envuelven; tornándose risibles algunos en ocasiones, por creer los ideólogos de aquellos, que ya no quedan personas juiciosas en el país; y, que, el grueso de la población es tarada.

Es obvio que, cuando los pueblos se inclinar por sufragar en las urnas en favor de determinados candidatos a la presidencia, de cualquier nación, esperan el cumplimiento de las promesas hechas durante las campañas electorales; mismo que, el accionar inmediato sobre cuántos problemas se puedan presentar durante las gestiones de gobierno.

Y, esas sí que son las cosas que aseguran logro de aceptación durante el mandato de que se trate; como, con respecto a aspiraciones futuras – reelección -, si es el caso. Difícilmente, las aspiraciones de retornar resulten truncadas.

La publicidad a través de anuncios y “bocinas” subvencionadas, se reportan por lo regular como fallidas inversiones gubernamentales, en perjuicio fehaciente de los pueblos; que, en definitiva, son los que pagan todos los platos rotos por los políticos que los dirijan.

Ahora, cuando bien no se procede, luego de alzarse con el poder los políticos, entonces sí tienen que recurrir a invertir millones de pesos en publicidad, para poder vender imágenes embaucadoras, y engañadoras, a los fines de que se diga de ellos, lo que no son capaces de decir por sí mismos los mandamases de turno. ¡Referentes demás se tienen!

Por eso último, ¡hay que hacerlo así!   Pagar de ordinario, voces, plumas, y cuñas promotoras. Gastar excesivamente en publicidad estatal.

 

Autor: Rolando Fernández

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