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24 de abril 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

¡Por fin de alta médica!

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Tener la dicha de gritar a todo pulmón que rebasamos un estado de salud, no tiene precio. Y contar con la ayuda y calidad de los médicos tratantes, en mi caso, supera por mucho lo esperado.

El Dr. Heriberto Rodríguez Bonet es un monje. Su dedicación a la medicina y toda causa relativa a ella es excepcional. Quedo corta en describir la preparación, don de gentes, contemplación y atención personalizada que hace de la práctica en su vida diaria.

Es desde hace muchísimos años el médico general de cabecera de nuestra familia. A quien le duele una uña, o un cabello o hasta una muela, lo consulta. Él nos refiere a los profesionales del área que corresponda el malestar.

Como comprenderán, lo amamos. Y nuestra confianza es absoluta.

A él le debo conocer a la Dra. Yicenia Brito, endocrinóloga. Me refirió cuando mis valores hormonales estaban fuera de control. Con ella ha sido un viaje maravilloso y seguro porque viene de la escuela de Heriberto. Es consciente, certera, puntual y amorosa.

La Dra. Brito me trata el trastorno hormonal que me provoca la tiroides, que ya he explicado en anteriores ocasiones. Llevamos un año observando su comportamiento con y sin levotiroxina para evitar una cirugía, innecesaria por demás. Mi diagnóstico no la necesita, solo control.

Al tratamiento de dietas, complementos vitamínicos y ejercicios, le sumó la terapia de yodo, con excelentes resultados.

Con la radioterapia entra el exquisito y profesional manejo de la Dra. Martha Abreu, médico nuclear. ¡Aquí se separan los hombres de los muchachos! Quedé gratamente sorprendida desde el primer día porque con ella no hubo referimiento, solo la indicación endocrinóloga de administrarme la terapia.

No la conocía, pero me impactó la forma tan directa de conectar con el paciente.

En su protocolo no hubo gagueo, ni yo creo ni usted puede. Trabaja con fecha calendario, plazos y analítica de laboratorios. Es precisa y concisa. Si fuera a describirla diría que tiene disciplina militar con manos de seda. Abierta y presente siempre para sus pacientes. Acepta preguntas y responde en lenguaje accesible a nuestra capacidad de entendimiento.

Mis doctoras son excelentes profesionales de la medicina. Son un primor, imprimen cercanía en su práctica. Inspiran respeto y confianza, elementos indispensables para que la mitad del tratamiento tenga éxito.

Pero ahí no se queda la cosa. Con ellas, el personal que las asiste.

Sorangel acompaña a la Dra. Brito en su consulta. Es quien recibe y coordina nuestras consultas. Acomoda, añoña y consiente para que todo fluya bajo orden divino. A veces son las 10 de la noche y estamos sentados en el pasillo del consultorio en espera de nuestro turno, y todo eso se logra bajo su monitoreo.

Y con Elsa, ni hablar. Un torbellino de energía madrugadora. Elsita llega a Medicina Nuclear a las 6:30 de la mañana como si fuera cascabel en Navidad. Dulce, servicial, organizada, con alabanzas en sus labios y palabras de aliento para todos. Sirve con amor incondicional en un área tan difícil como cruel.

Para Heriberto, Yicenia, Martha, Sorangel y Elsita, un grupo de profesionales excepcionales, mis gracias eternas por este acompañamiento. Dios siga bendiciendo sus vidas, para que continúen siendo canal de sanación a los que como yo necesitamos de sus acertados diagnósticos.

Tuve un final feliz. Gracias, Dios, por todo.

Por:  Clemencia García Damirón

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