Santo Domingo 23 / 31 Soleado
ENVÍA TUS DENUNCIAS 829-917-7231 / 809-866-3480
19 de abril 2024
logo
OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Por desconocer su verdadera esencia: espiritual

COMPARTIR:

¡Cuánta inconsciencia entre los humanos! Unos porque no saben lo que son en realidad; y, otros, los prestadores de servicios funerarios, que se provechan de la tanta ignorancia que arropa al mundo, considerada como el “pecado capital” entre la especie, para hacer grandes negocios, y cuyos actores mercantilistas, no piensan que pueden acarrear karmas punitivos diversos después, por su accionar más que cuestionable siempre. De tal condición, evidentemente, es que se desprenden las vanidades y las ostentaciones sociales desmedidas de estilo, como las “gulas” comerciales evidentes.

De ahí que, esas proclividades ni siquiera se detengan ante la ocurrencia del acto convencional llamado “muerte”, y que no es más que un cambio de ropaje carnal, siempre necesario durante el sendero evolutivo que debe recorrer el Alma (espíritu encarnado), por lo que a la sazón de ordinario se procura aparentar socialmente; y, los “vivos” que se dedican al comercio alusivo, como es lógico suponer, obtener las mayores ganancias posibles. ¡Lo elegante y vistoso hay que pagarlo!

Por eso, cuando las desencarnaciones se producen a nivel de los elevados estratos sociales, como aquellos de la llamada clase media alta, lo primero que se hace es publicar extensas esquelas mortuorias para anunciar la partida; lugar de exhibición del cadáver, y camposanto (cementerio) de destino.

Luego, para los funerales del bagazo carnal que abandona el espíritu que lo habitó durante un tiempo, se requiere de lujosos ataúdes, al último guay de la moda, cómodos y placenteros hasta más no poder, como construidos de selectos materiales. De momento se les agregará a esas “cajas para muertos” un celular, y una tableta, para que los cuerpos inertes en ella colocados, puedan “chatear” con sus iguales en las tumbas, cuerpos ya sin vida por igual.

Pero, además se requiere de dos limusinas, una para cargar las flores y coronas durante el trayecto del entierro, que ya al día siguiente están secas, cuando no es que se las roba el tigueraje destacado en los camposantos; y la otra, para llevar el féretro con los restos mortales del extinto de que se trate. Algunos deudos van más allá, pues procuran y pagan en adición, los servios de tranqueadores, para hacer más tranquilo, solemne, y vistoso el último paseo callejero del “muerto” hasta su morada definitiva.

Y, cuando se llega al hábitat final, donde por siempre habrá de residir, y en que, a los pocos días, ya ese cuerpo será presa de gusanos múltiples, podredumbre, y un hedor insoportable, ahí es que la pomposidad es grande, acompañada de un “mercantilismo” fehaciente, y los aprestos mercadológicos bien presupuestados de los dueños de los cementerios privados, si es el caso. Hasta la “Puerta del Cielo” la mudaron para la Tierra. ¡Ah mercaderes osados!

Si esa entrada a dicho lugar Celeste, como es lo que se entiende de ordinario, fuera tan fácil de lograr, ya la humanidad no existiera. Antes de llegar a ese, aun sea de manera transitoria, o definitiva, finalmente, se tiene que recorrer un largo sendero evolutivo, repleto de misiones divinas que cumplir, como de conquistas kármicas asignadas en cada corriente de vida que se curse.

Evidentemente, los servicios de ese tipo constituyen un jugoso sector empresarial. que se viene desarrollando rápidamente a nivel local, en connivencia sabida con autoridades municipales del país, y connotados políticos en el poder. Luego, hay que promover el negocio cada vez, para hacerlo siempre mayor rentable, aun sea a costa de la ignorancia esotérica de los potenciales usuarios.

En esos lugares se pueden observar: arquitectónicos sepulcros, nichos, bóvedas, ornamentos físicos para decorar los entornos, salas de recepción para deudos y público en general, iglesia, hermosísimas carpas protectoras etc. ¡Cuánta vanidad de vanidades!

Total, ¿para qué?  ¡El muerto ya no ve! Sí que es, para complacer el “morbo” de los asistentes a los actos fúnebres; cuando no, romperles los ojos, como se dice, a determinados personajes “rivales económicos”.

Muy pocos son los que equiparan esas actitudes y comportamientos vanidosos, con el hecho de que, una vez en ese sitio, todos somos iguales; se pierde cualquier condición económica separatista reinante; los egotismos y las arrogancias se van para “casa del carajo”, como dice el pueblo, conjuntamente con la raza, y el color de la piel que se tenga. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Génesis 3-19, Sagrada Biblia. Entendible, en alusión a lo físico.

Según estudiosos, y maestros esoteristas muy autorizados en la materia, inmediatamente los espíritus desencarnan, y durante los primeros días después, los mismos observan todo cuanto ocurre alrededor de los cuerpos físicos que usaron como templos transitoriamente, a los que permanecen apegados, aun, bajo cierto estado de inconsciencia por el que atraviesan seguidamente, con respecto a reconocerse a sí mismos. Y, sí pueden percatarse de todo accionar en el curso de los funerales de que son objeto los despojos carnales abandonados, llevados a efecto por sus deudos y acompañantes.

Por tal razón, ese es uno de los aspectos negativos que se aluden con relación a los procesos de necropsia y cremación a que pueda ser sometido todo cuerpo físico. Los espíritus de que se trate, los sienten como agravios a sus templos de carne y huesos, sufriéndoles tales.

Aunque terrenalmente hablando, también se alega que, esa práctica ultima tiene sus ventajas, en el sentido de la higienización ambiental – evitar que las emanaciones, o derrames cadavéricos indeseables infecten los aires -, por un lado; y, por el otro, el desprendimiento del espacio grosero al que ya no se pertenece, es obvio que, se produce más rápido por parte de los espíritus, al momento de tener que regresar a su verdadera casa: el plano espiritual.

De muchos es conocido que, de los tributos correspondientes al espíritu, hay dos que se destacan a todo dar, podría decirse, que son: humildad, y servicio incondicional hacia los demás, por su naturaleza esencial.

En consecuencia, ambos deben ser honrados tras su partida del plano físico, reflejándose los mismos en los funerales de sus despojos corporales: procediéndose con la mayor sencillez posible al despedirle, y dedicando todo el dinero que se gasta en vanidades y fantocherías mundanas, en la compra de alimentos y medicinas, a los fines de obsequiarlos a los carenciados conocidos que más los necesiten. También puede ser para otro tipo de ayuda. Ante un proceder así, esa entidad espiritual, aun en su espacio sutil ya, se sentiría mejor.

A “cranear” sobre lo expuesto, y dejar de ser tan parejeros, como ostentosos. acogiéndose siempre a la gran máxima aquella de que: “Debajo el Sol todo es vanidad y aflicción de espíritu”. (Eclesiastés 1 – el Predicador), Sagrada Biblia.

 

Auto: Rolando Fernández

Comenta

[wordads]