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24 de abril 2024
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OpiniónRoberto LafontaineRoberto Lafontaine

PLD y Principios: Escenario político, Servicio, Corrupción

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El domingo 11 de octubre, cuando se de apertura al IX Congreso Ordinario del Partido de la Liberación Dominicana (PLD),  de los temas a abordar, el más recreado previo a dicha fecha, sin lugar a dudas, es el “diagnóstico de las causas por lo que el PLD no encontró en las elecciones el respaldo mayoritario de los electores”.

Al interior de la organización, los factores causales de  la derrota están asociados a la inconformidad de los miembros con los beneficios obtenidos desde el Estado.  Para señalar ejemplos, se destaca la poca receptividad de los funcionarios para plantearles solución a los problemas; la imposibilidad de conseguir puestos en el gobierno para miembros desempleados o ayudas para personas necesitadas; la agilización de los trámites indispensables para ser favorecido con algún servicio del gobierno.  En otro sentido, se destaca el desinterés de las bases a incorporarse a los trabajos electorales sin la entrega de logística y, claro, el impacto de la división del partido.

Un elemento conocido, aunque no valorado a partir de los afectos negativos acumulados en veinte años es la transformación del partido.  Para comprenderlo, es pertinente recordar que tras diecisiete años de formado, y bajo el liderazgo y la conducción de Juan Bosch, la organización es favorecida con el consenso de todos los sectores de la sociedad para la  conducción del Estado en el año 1990.

Para esa época el PLD era un partido de militantes, con alta valoración moral en la población. Forjada ejerciendo la actividad política en el seno del pueblo bajo el principio de ser una ciencia al servicio de la aspiración de las personas a una vida digna.

Hoy, este principio es enarbolado por grandes pensadores de la humanidad, teniendo en Enrique Dussel a su más destacado exponente.  En una apretada síntesis, se puede formular la política como “la actividad ejercida en torno al Poder, tomando al Estado como mediador para la  canalización de la fuerza del Consenso de la voluntad de afirmar la vida de las personas en la comunidad”.  En otras palabras, el Estado es el medio, el Político un servidor, y el Pueblo Soberano del Poder.

Diez años después, en el VI Congreso Ordinario Juan Bosch, se producen las reformas estatutarias para transformar la organización en una maquinaria electoral aglutinadora de masas, varían los métodos de trabajo, la línea organizativa y de formación del miembro del partido.  El trabajo electoral para volver a controlar el poder del Estado reeditando el acuerdo con los sectores conservadores, y luego el ejercicio de dicho poder se convierten, en la práctica, en el Escenario de formación del miembro del partido durante las últimas dos décadas.

La doctrina del partido es permeada por el principio de concebir la política como “el arte de lo posible”; donde el Estado, de  “medio para servir” es transformado en “símbolo de poder”; y el pueblo, de “sujeto con derechos” a “objeto a ser controlado”.

El Escenario de lo político es reducido, de un “campo transversal a tota la cotidianidad humana a la actividad en las instituciones del Estado” protegido de la mirada pública; desdibujando, con ello, el fino lindero de lo público y lo privado.  En fin, se dan las condicionantes  características de la Corrupción del campo político,  precisamente, la negación del Fundamento Ético del PLD.

En el prolongado ejercicio de la conducción del Estado bajo estas condiciones, es natural que se dieran las manifestaciones de corrupción descritas por Dussel cuando en el tratado, “20 Tesis de política”, este acota:  “Lo político se corrompe como totalidad cuando su función esencial queda distorsionada,  destruida en su origen, en su fuente”…, bajo esta condición  el funcionario público puede “usar el poder por el placer de ejercer su voluntad,  como vanagloria ostentosa, como prepotencia despótica, como sadismo ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas”.

Al reflexionar sobre los argumentos del pueblo para deslegitimar la continuidad del PLD en la conducción de los destinos de la nación a partir del 16 de agosto 2020,  se siente el reclamo del capital político legado por Juan Bosch; representado en la organización que había conquistado el sentimiento del Pueblo Soberano del Poder; en la conducta basada en la sólida doctrina política y el robusto arsenal metodológico con el que había demostrado que se podía hacer el consenso necesario para administrar las instituciones del Estado, con sentido de servicio a la noble aspiración de las personas de afirmar la voluntad de vivir con dignidad.

Al describir, en la reunión con los diputados, la presión de los miembros del partido por dinero para incorporarse al trabajo electoral, el líder del partido, Danilo Medina, fue enfático al señalar “…, un partido que cayó en esa condición no se merecía tener el poder”.

Antes, el fundador del partido, había enarbolado la máxima atribuida a Rabindranath Tagore, poeta y filósofo indio, Premio Nobel de la Literatura 1913,  “El que no vive para servir no sirve para vivir”

Pertenezco a una generación en despedida, que ve partir a sus amigos y compañeros como el árbol en otoño observa el desprendimiento de sus hojas.   Solo puedo aspirar a que el IX Congreso José Joaquín Bidó Medina, asuma la responsabilidad de conducir el rencuentro del Partido de la Liberación Dominicana con la madre que lo engendró, el Pueblo Soberano del Poder, a partir de la consagración de la existencia de su fundador, Juan Bosch,  a la causa por la afirmación de la vida con dignidad de los dominicanos, y, con ellos, de los ciudadanos del mundo.

Por: Roberto Lafontaine

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